Sus 73 metros de altura máxima sobre el nivel del mar del que emerge, sus 350 metros de longitud y sus 250 metros de anchura máxima forman, al menos esa es la ilusión óptica que se observa desde la mayor parte de la bahía de Benidorm -sobre todo, desde la zona de Levante-, un triángulo escaleno casi perfecto, que preside el paisaje marítimo y forma ya parte indisoluble de la memoria vacacional de millones de personas.
Durante años fue poco más que un fecundo caladero de pesca, esporádico refugio ante enfermedades y base de piratas
La isla nacida en el Puig Campana
El islote de Benidorm, ese que nació del golpe de espada de un caballero desesperado por darle unos minutos más de vida a su amada –que moriría al extinguirse el día– y que creó el hueco del Puig Campana lanzando el pedrusco al mar, ha sido durante años poco más que un fecundo caladero de pesca para la flota local, esporádico refugio ante brotes de cólera o peste y base para que piratas berberiscos pudieran lanzar rápidos y eficaces ataques a las poblaciones costeras de la zona.
Las apenas dos millas que separan ese promontorio rocoso del punto más cercano de la costa han sido, durante siglos, terreno prácticamente exclusivo de pescadores y navegantes. Pero eso cambió, como todo en esta ciudad, a mediados del siglo pasado, cuando incluso aquel pedrusco sin infraestructuras y ningún valor aparente se convirtió en una más de las muchas atracciones turísticas del incipiente destino de sol y playa favorito de Europa.
Enmarcado dentro del Parc Natural de la Serra Gelada, el islote se ha revelado en las últimas décadas como un punto de excepcional importancia natural
Importante valor ecológico
Enmarcado dentro del Parc Natural de la Serra Gelada, el islote se ha revelado en las últimas décadas como un punto de excepcional importancia natural. Hogar de aves, como el paiño común, o de plantas tan amenazadas como la silene hifacensis; también sus fondos marinos, con la Llosa habiendo sufrido una presión especialmente elevada como paraíso del buceo, gozan de una especial figura de protección.
Un restaurante en el centro de la polémica
Un cuidado que, sin embargo, esconde también su principal polémica. Desde hace ya algunos años grupos conservacionistas han puesto la explotación hostelera del islote, un pequeño bar que sirve a la vez como embarcadero, en su punto de mira. Con una licencia concedida en los años 60 y que ha visto puesta en duda su legalidad en más de una ocasión, varios grupos ecologistas han demostrado cómo ese restaurante estaba vertiendo de forma ilegal sus residuos al mar a través de un sumidero.
El pasado verano la explotación abrió sus puertas un año más, pero su futuro depende principalmente de Costas, organismo dependiente del Ministerio de Medio Ambiente y que ya se ha negado en más de una ocasión a legalizar la misma. En cualquier caso, lo que pueda suceder con ella no es más que elucubrar sobre una serie de futuribles nada claros.
50 años de ‘periodismo’ en la isla
Lo único que es seguro, porque así está documentado, es que el próximo día 26 de mayo de 2020 el islote de Benidorm celebrará el 50 aniversario desde que el alcalde de la época, Jaime Barceló –hermano del fallecido senador Miguel Barceló, tío de la exconcejala Ángela Barceló, abuelo del actual diputado del PP, Agustín Almodóbar y suegro del expresident de la Generalitat y exministro en el gobierno de Aznar, Eduardo Zaplana–, firmara su ‘bautizo’ como Isla de los Periodistas.
La historia de cómo se llegó a este nombre es tan curiosa como, en el fondo, lógica, habida cuenta de la época en la que todo sucedió. Para entenderlo bien, debemos remontarnos a los años que llevaron del siglo XIX al XX.
Varios intentos de compra
Entre 1897 y 1935 hasta en tres ocasiones se trató de poner la isla en venta. El limbo legal en el que se encontraba el peñasco, en relación a su propiedad, fomentó que unos y otros trataran de sacar provecho –y tajada– de una posible venta.
Tanto es así que en 1935 parecía que la subasta de la isla de Benidorm iba a ser sólo cuestión de tiempo después de que el Ministerio de Fomento y Hacienda autorizara aquella barbaridad. Finalmente, el estallido de la Guerra Civil dio al traste con la operación.
La especulación, la gran amenaza
Ya bajo el mandato del alcalde Pedro Zaragoza Orts volvió a escucharse el ruido de las monedas alrededor de la isla de Benidorm. Hubo, incluso, quien retorciendo hasta el extremo la legalidad de la época, planteó un plan de urbanización del islote, algo que resultó inaceptable incluso para aquel Benidorm incipiente y enamorado del ladrillo y el cemento que comenzaba a construir la ciudad que actualmente conocemos.
Zaragoza marchó, como en otras ocasiones, al Pardo en busca de la protección de Franco. De manera paralela –la imaginación de aquel hombre para sacar las cosas adelante era inagotable– mandó construir una caseta en la isla para que pudiera instalarse en ella un guarda.
Un guarda para la isla en los 60
Así, en 1960 y tras ser aprobado por el pleno municipal, Vicente Navarro Torres se convertía, con un sueldo de 910 pesetas anuales, en el guardián del islote de Benidorm.
Pero aquello no resolvía el problema. La isla seguía siendo un suculento manjar para el voraz apetito especulador y constructor de aquella época, y los políticos locales comprendieron rápidamente que sólo contar con el favor de la opinión pública salvaría aquel pedrusco del ladrillo.
El pleno de la ciudad decidió bautizar el islote como Isla de los Periodistas el 26 de mayo de 1970
Homenaje a sus ‘protectores’
Por ello, se pusieron en contacto con la Federación Nacional de Asociaciones de la Prensa (FAPE) y, bajo la promesa de rendir homenaje a todos los periodistas si se conseguía su objetivo, convencieron a su presidente, Lucio del Álamo (exjugador del Real Valladolid que dirigió medios como la Hoja del lunes de Bilbao, RNE, Marca o El Alcázar), de que los medios nacionales –entonces funcionaban casi todos ellos bajo el mandato de la Cadena de Prensa del Movimiento– defenderían la titularidad pública de la isla.
Y así, tras conseguir su objetivo de evitar que la isla de Benidorm se convirtiese en un tentáculo más de la especulación urbanística de la época, es como el pleno de la ciudad decidió, de forma oficial, bautizar el islote como Isla de los Periodistas aquel 26 de mayo de 1970 y por lo que, desde entonces, esta denominación comparte cartel con la de la Isla de los Pavos Reales, isla o islote de Benidorm o el más extendido, en el ámbito local, l’illa de Benidorm.