Entrevista > Belén Núñez / Presidenta de la Protectora de Animales de La Nucía (Madrid, 25-diciembre-1967)
Gracias a sus instalaciones y a su capacidad para acoger eventos de máximo nivel, La Nucía se ha convertido en uno de los focos de atracción del deporte español, pero la localidad, pese a ser noticia permanente, aún esconde algunos secretos al gran público.
Uno de ellos lo protagoniza una de sus vecinas más ilustres, Belén Núñez, pionera del deporte femenino español y actual presidenta de la Asociación Protectora de Animales de la localidad. Belén es una leyenda viva del deporte español. Una pionera que abrió el camino a muchas otras mujeres que, inspiradas por su valentía, decidieron romper barreras sociales y culturales para perseguir su sueño.
Tres participaciones en los Juegos Olímpicos (Múnich, Montreal y Moscú), Mundiales y Europeos, además de varios Juegos del Mediterráneos (un oro, una plata y dos bronces), y seis campeonatos de España en la década de los 70, jalonan la trayectoria deportiva de una mujer singular, que coloreó y dio brillo a los saltos de trampolín en una España aún en blanco y negro.
Ganó seis campeonatos de España en la década de los 70
Del trampolín a las mascotas
Ahora, se dedica en cuerpo y alma al cuidado de los animales en La Nucía, localidad a la que llegó por una historia de amor. Observa con orgullo y cierta envidia, ya sin una plataforma de saltos de por medio, cómo ha mejorado el deporte nacional y, sobre todo, el deporte femenino. Sin ayudas, ni patrocinadores, ni medios materiales; la madrileña tiró de talento, tesón y carácter para forjar su nombre en la historia del deporte español.
El deporte y el agua siempre estuvieron unidos a Belén. “A los tres años ya nadaba”, recuerda la madrileña, cuyo padre, que había sido portero de waterpolo, puso especial interés en que sus siete hijos se educaran en un contexto sano y deportivo. Desde pequeña sintió curiosidad por el trampolín de la piscina de su club, donde realizaba saltos mientras jugaba.
«Hacer deporte en aquella época era todo un reto para una mujer»
“Con diez años, uno de los entrenadores del club me comentó la posibilidad de entrenar más en serio y ahí empezó todo”, relata. No era habitual, a finales de los 60, que una niña se tomara tan en serio el deporte. Y menos, en una disciplina como la de los saltos de trampolín. “Para una mujer hacer deporte ya era todo un reto. Además, el salto de trampolín y palanca era algo bastante raro para la gente”, afirma Belén, quien recuerda aquellos primeros años como “duros”.
«Tenía que pagarme el bañador y el albornoz con los que competía»
Los aros olímpicos
“Cambié los juegos de una niña normal por los entrenamientos y los estudios”, señala. La carrera deportiva de Belén Núñez tuvo una velocidad meteórica y apenas cuatro años después de comenzar a entrenar en serio se le abría la oportunidad de tocar el cielo en Múnich, sus primeros Juegos Olímpicos.
Como ejemplo de lo caro y extraordinario que era acudir a una cita olímpica, la madrileña fue una de las cinco mujeres españolas que compitió en Alemania Federal. Belén participó en la modalidad plataforma de diez metros, quedando en la vigésimo quinta posición.
“Antes, las expediciones españolas no eran tan grandes como ahora. Para clasificarse no era suficiente con ser campeona de España. Había que lograr la mínima que marcaba la federación internacional”, destaca Belén, para quien el deporte de aquella época no se puede comparar con el actual. “Ahora hay becas, puedes vivir en residencias y trabajar en centros de alto rendimiento con el mejor material. Entrenas en las mejores condiciones, antes nada de nada”, puntualiza Belén, quien recuerda que ella se pagaba los albornoces y bañadores con los que competía.
Recuerda con pesar el atentado de Múnich y los controles policiales en Moscú
Un deporte precario
“Lo único que nos daban era el chándal de España”, apostilla. Múnich rompió el romanticismo y abrió los Juegos Olímpicos a la modernidad. Belén coemnta con pasión una de las anécdotas más recordadas de aquel mítico evento: “Es que los deportistas, por entonces, no éramos profesionales. Recuerdo el lío que se montó cuando Mark Spitz (ganador de siete medallas de oro en natación) mostró en el pódium sus zapatillas Adidas durante la ceremonia. Estuvieron a punto de retirarle la medalla. No estaban permitidas la publicidad ni los patrocinios”, explica.
“Menos mal que todo eso ha acabado para bien”, añade Núñez, quien también rememora aquellos Juegos por el impacto del atentado terrorista que sufrió la delegación de Israel. “Fue una experiencia terrible la que vivimos en la villa olímpica. A partir de entonces todo cambió, se perdió parte de esa inocencia”, lamenta.
Malos recuerdos
Aquella traumática experiencia salpicó los anillos olímpicos para siempre. Belén repitió en Montreal, cuatro años después, y recuerda que la seguridad ya se volvió muy incómoda “porque te pedían de todo para moverte por la ciudad”. A Canadá ya fueron trece mujeres y Belén repitió puesto, aunque ahora en el trampolín de tres metros.
Tampoco guarda un gran recuerdo de Moscú, los primeros Juegos con boicot político, en los que el ambiente se volvió casi irrespirable por culpa del régimen comunista. De hecho, tras competir –quedó en la decimoséptima posición– pidió regresar a España de forma inmediata. “No me quedé ni a las finales. Acabé mi competición y les dije que quería volver. Aquellos controles eran insoportables. Había cacheos a todas horas y controles policiales”, explica la deportista, quien ya era por aquel entonces la española con más presencias en la mayor cita del deporte universal.
Fue su última presencia olímpica. La edad y las lesiones de espalda –ha sufrido tres operaciones–, precipitaron su adiós. Pero siempre siguió de cerca su deporte, que no ha crecido en España, sin embargo, a la misma velocidad que otras disciplinas deportivas. No salen saltadoras como Belén y si aparecen no tienen el carisma y la luminosidad de la madrileña. “Yo creo que sí salen, lo que pasa es que ahora hay tantos éxitos en otras disciplinas deportivas que no son noticia”, explica.
«Se nota un cambio cultural en el deporte femenino, pero hace falta más»
El camino a la cima
“Antes era más fácil destacar porque no había, por desgracia, muchas mujeres saltadoras. Y ahora hay que rivalizar con muchísimos deportes y éxitos”, recalca. “Que España esté ahora en una Copa del Mundo es casi habitual, pero antes era algo extraordinario que lo lograra un equipo femenino. Era algo increíble que con tan pocos medios pudiéramos obtener esos resultados”, resume.
Belén Núñez rompió barreras culturales y deportivas, pero también algunas políticas. Su fuerte carácter la llevó a plantearle un pulso a Tomás Pelayo Ros, delegado nacional de Deportes y presidente del Comité Olímpico Español (COI) a mediados de los 70. “Tras ganar en unos Juegos del Mediterráneo me encaré con él y le pedí que, por lo menos, nos podía poner torres de salto para entrenar”, desvela la madrileña, a quien las altas esferas llegaron a amenazar con impedir su presencia en los Juegos por su rebeldía.
Tampoco le amedrentaron los tics machistas de la época, en la que ver a una mujer haciendo deporte en bañador no era bien asimilado por todo el mundo. “Me daba igual lo que dijeran. Con 14 años comencé a viajar por el mundo y siempre tuve la mente abierta”, sentencia.
Aquellas peleas y logros, unidos a los de otras pioneras, sirvieron para abrir camino en el deporte femenino, del que Belén Núñez se siente a día de hoy “muy orgullosa. Me parece fantástico que cada vez haya más mujeres que consigan éxitos. Se nota un importante cambio cultural, aunque hace falta más. Ya no se trata de competir o ganar, sino de mejorar nuestra calidad de vida”, reflexiona.
Los mejores momentos
Tantos años instalada en la cima de su deporte, tantos viajes y campeonatos, dan para mil anécdotas, pero cuando echa la vista atrás valora con especial cariño dos momentos de su carrera. “Me quedo con un torneo al que acudí en Bolzano (Italia). Era mi primera experiencia en el extranjero y estaba asustada porque, en realidad, no sabía mi verdadero nivel. No tenía experiencia y competía con las mejores de Europa y de países como Canadá. Hice lo que sabía y quedé campeona”, recuerda con orgullo.
Aquella medalla, confiesa, la guarda con un cariño muy especial, porque fue la confirmación de que tenía un potencial descomunal para saltar desde un trampolín. Y el otro gran hito de su carrera fue colectivo, ya que logró clasificar, gracias a su puntuación, a España para una Copa del Mundo. “Con solo 18 años ver a tu país representado entre los ocho mejores del planeta fue una satisfacción enorme”, apunta.
La Nucía y los animales
¿Cómo acabó una campeona así en La Nucía? Por amor. Un viaje de vacaciones a Benidorm con una amiga, hace 35 años, cambió su vida. “Conocí a mi marido, que era de Benidorm”, confiesa. Y tras dos años de relación epistolar y de viajes esporádicos decidió cambiar de residencia e instalarse en La Nucía. “Nos gustó desde el primer momento. Tan cerca del mar y de Benidorm”, señala.
Belén Núñez siempre había mostrado una gran sensibilidad por los animales. Recuerda que con 14 años tuvo un pastor alemán al que llamó München, en homenaje a su presencia en los Juegos Olímpicos de 1972. Ya instalada en La Nucía, una vecina la involucró en la Asociación Protectora de Animales y en el proyecto del albergue, que ahora dirige.
“Ya llevo 14 años con este proyecto y confieso que es adictivo. No hay festivos, ni horas de descanso. Estamos muy volcados con la concienciación y la educación sobre cómo tratar a los animales”, explica. También asegura que cuenta en la asociación con un gran equipo cuya misión, además de cuidar a los animales, es “formar e informar a escuelas y otros colectivos de la importancia de respetar otras formas de vida”.
«El cariño y el respeto a los animales es algo que hay que mamar en casa»
Labor activista
“Además de informar sobre, por ejemplo, la importancia de la esterilizar para evitar camadas indeseadas, también asesoramos en juicios, presentamos denuncias y nos encargamos de cuidar a los animales, protegerlos y buscarles un hogar en el que vayan a ser bien tratados”, resume la madrileña, que confiesa no poder evitar “llevarse el trabajo a casa”.
Cree que España ha evolucionado mucho en los últimos años en lo que se refiere a la cultura animal, pero asegura que queda camino por recorrer. “El animal no es una cosa, es un ser vivo. Ellos sienten como nosotros. Puedo contar un millón de experiencias y asegurar, por ejemplo, que he visto a perros morir de pena por la marcha de su dueño”, relata emocionada.
Belén insiste en que la clave, una vez más, está en la educación. “El cariño y el respeto por los animales es algo que hay que mamar en casa. Y también en la escuela, en forma de algún tipo de asignatura o contenido. Pasa como con el deporte. Si esto lo vives desde pequeño ya lo llevas para toda la vida”, sentencia.