El 70 por ciento de las personas mayores dependientes que viven en residencias, 170.000, según el perfil de las personas solicitantes de las prestaciones que ofrece la Ley de Atención a la Dependencia, son Mujeres.
La mayoría de las personas que viven en residencias, son mujeres, ya que su esperanza de vida de 86,3 años es superior a los 80,7 de los hombres. Ellas que han dedicado su vida al cuidado de los demás, hijos y esposos terminan sus vidas en centros residenciales, que como se ha visto con esta crisis, tienen que mejorar profundamente el sistema de atención y cuidado para poder hablar de calidad y calidez cuando se trata de personas que necesitan apoyo para poder vivir, pero que piensan, siente y desean ser dueñas de sus decisiones, siempre que se les deje, tener expectativas y deseos y poderlos cumplir.
Ser madre o no ser es una decisión voluntaria en la sociedad actual, pero en los años 40 la función social de las mujeres que ahora son mayores, era prioritariamente la función reproductora y la dedicación a la familia. No ser madre, o serlo sin estar casada provocaba en aquella sociedad un rechazo y desprecio hoy incomprensible para los que no conocieron o sufrieron sus consecuencias. Y quedarse soltera también ocasionaba discriminación y desvalorización de la mujer.
Las mujeres mayores, también las que hoy viven en residencias, han sufrido la falta de libertad para adoptar las decisiones más importantes de sus vidas, han luchado para que sus hijas no vivan lo mismo que ellas, que estudien, que se preparen y no quieren que ahora se sacrifiquen por ellas, porque bien saben que son años de cuidado que trunca cualquier vida profesional.
Nuestras mujeres mayores merecen nuestro mayor reconocimiento, y no solo valdrá con acordarnos de ellas ahora y escribir unas palabras tiernas, amistosas. Tenemos que exigir con valentía un cambio radical en el sistema de cuidados de larga duración, o dependencia, donde exista la opción de poder seguir viviendo en una casa accesible y adaptada para recibir los cuidados y atenciones necesarios y que ello sea posible para todas las personas, incluyendo a las de rentas medias y bajas, a las del medio rural y en el urbano. La vida es vida hasta el último segundo y por tener más años no se tienen menos derechos.
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