Santi Rodríguez / Cómico y actor
El mítico frutero de ‘7 Vidas’ viene a la provincia de Alicante. Será en el Gran Teatro de Elche, donde interpretará su monólogo ‘Como en casa… en ningún sitio’. Una parodia de sus viajes al extranjero y de cómo reaccionamos los españoles cuando nos topamos ante culturas ajenas.
Santi Rodríguez (Jaén, 27-junio-1975) es uno de los rostros más reconocibles de la comedia española. Un género que ha evolucionado mucho en las últimas décadas y, como el mismo nos señala, no siempre a mejor. Repasamos su extensa carrera en televisión, cine y teatro.
¿Cómo te metiste en esto de la comedia?
Mi primer monólogo fue en Granada, donde estaba estudiando Derecho. Fue por un amigo que conocía al dueño de un pub y me lo propuso porque yo contaba muchos chistes. Empecé un jueves cualquiera a modo de prueba, y al final estuve dos años en aquel garito.
Me fui dando cuenta de que valía para esto, que lo disfrutaba y que la gente se lo pasaba bien. Así que busqué otros locales de la ciudad, y luego otras ciudades. En aquella época no había apenas monologuistas, muchos cuando me veían subir al escenario se pensaban que era un cuentacuentos o un bailarín (risas). Poco a poco fui creándome un público fijo que me seguía a todos los lados.
Es curioso que siendo España un país tan de calle y cachondeo, apenas hubiera cultura del monólogo hasta entrados los 90…
Empezamos con el Club de la Comedia en 1999, y antes apenas había nada. Estaban Gila y Pepe Rubianes, pero poco más. A los cómicos de aquella época nos tocó romper muchas barreras para que nos contrataran porque ni siquiera los dueños de los locales entendían muy bien lo que hacíamos.
¿Ha evolucionado mucho el humor desde entonces?
Entonces contábamos unos chistes que hoy no podríamos decir ni locos. Ya sabes que muchos cómicos han tenido incluso que ir a juicio. Se ha perdido sentido del humor.
Que conste que yo soy el primero que escucho a veces burradas de compañeros y pienso que están fuera de lugar, pero cuando algo te incomoda es tan fácil como cambiar de canal o no ir a sus actuaciones. Los humoristas no podemos estar continuamente pensando en no molestar, porque entonces al final no se podrá hablar de nada.
«Ahora intento reírme solo de mí mismo para que no se ofenda nadie»
Me resulta muy triste pensar que hubiera más libertad de expresión hace 30 años…
A mí también. Yo de hecho en mis monólogos ahora lo que hago es reírme sobre todo de mí mismo, porque así seguro que nadie se molesta (risas).
A veces parece que cuesta distinguir que nosotros estamos encima de un escenario y solo tratamos de entretener. No somos políticos. No hay por qué analizar la repercusión psicológica de lo que decimos o qué sé yo. Es igual de demencial que lo de querer prohibir ‘Lo que el viento se llevó’ o cosas similares.
«Hoy en día seguramente no se podría hacer un personaje como ‘el Frutero’. Hemos perdido sentido del humor»
Ya cuando salía en ‘7 vidas’ algunos decían que había que quitar mi personaje por ser machista y xenófobo. No entendían que precisamente lo que estábamos haciendo era ridiculizar a las personas que son así. Sinceramente creo que hoy en día no podría haber un Frutero en televisión.
Pues yo recuerdo a aquel ‘Frutero’ como el personaje más gracioso de la serie.
Era un tío muy cañero, irreverente y faltón. La gran mayoría de los espectadores entendieron muy bien la gracia de que ese tipo dijera las burradas más gordas de la serie. Y los guionistas vieron una especie de carta blanca. A veces a mí mismo me costaba decir algunas de las salvajadas que soltaba. Recuerdo que mucha gente se llegó a pensar que yo era así de verdad (risas).
Desde luego para mí fue un cambio radical en mi vida. Aprendí muchísimo de aquella experiencia, aunque también tuve que mantener cierta frialdad para que no se me fuera la olla pues pasé del anonimato a la fama más absoluta.
Supongo que también ayudó trabajar con actores tan consolidados como Amparo Baró, Blanca Portillo, Gonzalo de Castro, Anabel Alonso…
Absolutamente, eran actores increíbles. Recuerdo que Amparo y Gonzalo me ayudaron mucho, porque yo había hecho muy poquita televisión. ‘7 vidas’ era una serie con un nivel de comedia tan alto y exquisito que al principio me costó adaptarme, pero acabé consolidándome muy bien.
Y es que aquel Frutero gustó mucho. Incluso me atrevería a decir que inspiró personajes de futuras series españolas como Mauricio en ‘Aída’ o Mariano en ‘Aquí no hay quien viva’.
De hecho el actor (Mariano Peña) que hacía de Mauricio Colmenero no tenía bigote, y se lo ponía para actuar (risas). Es cierto que existe una cierta continuidad con este personaje, sí.
Pero nunca dijisteis su nombre…
Es un secreto que tenemos el director del capítulo y yo. Al final decidimos que nunca se dijese. Tal vez lo diga en mi lecho de muerte (risas).
De ‘7 vidas’ pasaste a hacer teatro clásico. Menudo contraste, ¿no?
Quizás lo normal hubiera sido aprovechar el tirón de la serie para hacer algo relacionado con el Frutero, pero me dio por una tragicomedia clásica. Me pareció más respetuoso para el público. Recuerdo que cuando yo salía notaba que la gente esperaba chistes, incluso aún sabiendo la temática de la obra. De todas formas la reacción en general fue muy buena, y hasta gané varios premios otorgados por los espectadores.
Mucha gente se cree que solo me he dedicado a la comedia, pero lo cierto es que hecho teatro de todo tipo. Encima de un escenario es donde más cómodo estoy, me gusta ver la reacción del público en el momento.
«A mis hijas les costó entender que el tiburón de ‘Buscando a Nemo’ hablara como su padre»
Otro de tus trabajos más recordados es ‘Buscando a Nemo’. Yo he visto la película en inglés, y sinceramente me gusta mucho más vuestro doblaje en español.
Influyó mucho que tuvimos una dirección artística increíble. Yo no había hecho nada de doblaje y llegué un poco acomplejadillo. Al principio no me atrevía a ser demasiado payaso, hasta que me dijeron “tío, tira para arriba y ya te diremos que pares” (risas).
Tuve la suerte además de que en aquella época mis hijas eran pequeñitas. Me costó cierto trabajo explicarles por qué un tiburón hablaba como su papá (risas) pero al final acabé haciéndoles la voz muchas veces.
Fue una experiencia muy linda. Era una película para niños, que también gustó mucho a los adultos. Aún guardo el tiburón de peluche que me regaló la productora.
¿En qué consiste el monólogo ‘Como en casa de uno… en ningún sitio’?
Es una especie de vuelta al mundo, en el que repasamos países a los que supuestamente he ido. Un españolito que llega a sitios extraños y conoce diferentes culturas, maneras de comportarse la gente, gastronomía o arte que le choca. Los españoles somos de pasar de un extremo a otro, hay veces que pensamos que lo de fuera es siempre mejor mientras que en otras somos más chovinistas que nadie. Juego con esas dos cosas para ir sacando chistes.
Hace poco estuvimos ya en Elche con mi monólogo ‘Infarto’, y la reacción del público ilicitano fue tan buena que hemos decidido volver.
Y precisamente en mayo vuelves a la provincia para hacer ‘infarto, no vayas a la luz’ en el Teatro de Torrevieja. ¿De qué va?
Se inspira en un acontecimiento que me ocurrió hace tres años, cuando sufrí un infarto de bazo estando de vacaciones en Costa Rica. Toda esta experiencia me llevó a sacar algunas conclusiones que me gusta compartir, aparte de dar un mensaje de optimismo. Son cosas que no es que sean muy graciosas de vivir, pero como yo tengo esta deformación profesional pues me las llevo siempre al humor.
Además está demostrado que tener buen humor siempre ayuda a recuperarse de una enfermedad. Puedes pensar que un infarto es una cosa muy chunga, pero también que es una segunda oportunidad. Yo me quedo con la segunda opción. De hecho muchos espectadores que han sufrido procesos parecidos me han dado las gracias porque les ha servido para cambiarles el ánimo.
Aparte de toda tu carrera artística, también estás metido en la Asociación del Síndrome de Down en Jaén…
Sí, y no es porque tenga ningún caso en la familia. Conocí a personas vinculadas a la asociación y me acabé uniendo. Sufrían muchas carencias, ni siquiera tenían presupuesto para una sede. Así que ya llevo 12 años haciendo una gala de humor y otras actividades para recaudar fondos.
El primer objetivo siempre es conseguir ser visibles, para que la gente asuma el síndrome de Down como algo normal. Hasta hace nada era tabú incluso para los familiares, y afortunadamente ahora ya casi todo el mundo lo conoce. Siempre aconsejo tratar con personas con este síndrome porque se aprende muchísimo de ellos. Si todos tuviéramos su espíritu, el mundo sería infinitamente mejor de lo que es.