Si a algo nos ha obligado la pandemia que desde el pasado mes de marzo nos mantiene en un régimen de semilibertad, sobre todo a los que con más miedo se acercaban a ellas con anterioridad, es a relacionarnos con las nuevas tecnologías. Así lo demuestran las históricas cifras de ventas de aparatos electrónicos. Ordenadores, tablets, teléfonos móviles… bien sea por motivos laborales, escolares o simplemente de ocio, las pantallas han terminado de invadir nuestra vida.
En realidad, nada nuevo bajo el sol para una buena parte de la sociedad, pero sí un importante paso adelante en su digitalización para personas de edad más avanzada, y otros cuyo acercamiento al mundo de Bill Gates o Steve Jobs no pasaba de deslizar el dedo de forma anodina sobre la pantalla buscando el último Whatsapp o una foto a la que darle un ‘like’ en Instagram.
Durante meses, muchos abuelos sólo pudieron ver a sus nietos a través de una pantalla, las reuniones a través de Zoom se hicieron habituales, las plataformas de vídeo sobre demanda eran la única vía de apartarnos de cifras apocalípticas y, por supuesto, el modelo de venta online se convirtió en el favorito -el único disponible- para muchos bienes y servicios.
Muchos negocios han decidido pasar parte de su actividad a Internet para paliar, en parte, la caída de ventas
Un paso de gigante
Con las persianas bajadas por el confinamiento, muchos negocios de proximidad decidieron dar un paso adelante y afrontar al fin esa digitalización que, por uno u otro motivo, siempre se iba aplazando y no terminaba de salir de la carpeta de ‘cosas por hacer’.
“Al principio, las personas que tienen negocios estaban un poco a verlas caer; pero en el momento en el que algunos negocios se ven obligados a cerrar, muchos se deciden a lanzar su tienda a través de Internet y desde ese momento es verdad que se ha notado un importante aumento en nuestro trabajo”, explica en este sentido Jerónimo Martínez, programador y diseñador afincado en La Nucía.
Desde aquí, ha desarrollado y puesto en marcha la versión en la red de negocios nucieros y de otras localidades que, hasta ahora, no habían dado el salto desde el mundo físico. “El pequeño negocio se ha dado cuenta de que una parte de su venta puede hacerse online”.
El proceso de digitalización de un negocio abarca mucho más que la mera creación de su plataforma de venta online
Batalla por el posicionamiento
Pero nadie debe llevarse a engaño. Como dice Martínez, la actividad en Internet debe siempre, al menos en el caso del pequeño negocio, considerarse como un suplemento y nunca como una sustitución de la física. Tampoco, advierte, deben esperarse resultados espectaculares a las primeras de cambio.
“Llegar relativamente tarde, como sucede ahora, puede complicar un poco las cosas en términos de posicionamiento. Hace muchos años que los que nos dedicamos a esto veníamos sugiriendo que una parte de su actividad se desarrollara online, pero por diversos motivos los comerciantes fueron posponiendo la decisión y no ha sido hasta ahora, cuando le hemos visto las orejas al lobo, cuando se ha dado el paso decisivo”, explica.
Pero digitalizar un negocio no es una cuestión sencillamente de colocar nuestros productos online. Por ello, preguntado sobre cuánto tiempo requiere un profesional como él para desarrollar una tienda online para un negocio de proximidad de tamaño medio, Martínez es prudente: “depende. Algo básico, con un número de productos no muy alto, se podría desarrollar en un mes sin problemas, pero las cosas se pueden complicar porque muchos ni tan siquiera tienen su inventario metido en una base de datos”.
La casa por el tejado
Efectivamente, las prisas son malas consejeras y cuando caen chuzos de punta más de uno estaría dispuesto a empezar su casa por el tejado para encontrar pronto cobijo. Sin embargo, la experiencia dice que es mejor aguantar un poco más a la intemperie y sentar unos buenos cimientos sobre los que edificar algo mucho más duradero y de garantías.
“Es muy importante hacer las cosas bien. Crear, si no se tiene, una base de datos con todo el catálogo de la tienda, hacer buenas fotos de los productos para que el cliente pueda ver perfectamente lo que compra… eso requiere tiempo y, evidentemente, tiene más coste”, explica Jerónimo Martínez.
«Si se han hecho las cosas bien desde el principio, el mantenimiento y gestión de una tienda online no tiene que ocupar mucho tiempo» J. Martínez
Educación digital
Echando mano de nuevo del símil constructivo, de nada sirve edificar la mejor de las estructuras si tras su apertura no se dedica tiempo y esfuerzo a su mantenimiento. Ahí, la educación digital es fundamental. Martínez explica que “si se ha hecho el trabajo adecuado desde el principio, el mantenimiento y gestión de una tienda online no tiene por qué ocupar mucho tiempo. Es innegable que habrá que invertir parte de nuestra jornada laboral en ella, pero es algo que deberíamos de haber calculado antes de ponerla en marcha”.
Pero esa educación digital, sobre todo en estos tiempos en los que estamos viviendo un auténtico ‘boom’ en lo que a ofertas online se refiere, también afecta al cliente final, que tiene que ser capaz de asegurarse de que el lugar que ha elegido para hacer su compra le ofrece todas las garantías de seguridad.
“Lo primero, cuando se activa una tienda online, nos tenemos que asegurar de que esté ubicada en un servidor seguro”, explica Martínez al respecto. “Por otro lado, debemos comprobar que las plataformas de pago sean seguras, como lo son PayPal o las pasarelas de pago de los bancos. A nivel general, también es muy buena idea comprobar dónde está ubicada la tienda donde vamos a comprar. ¿Está en Estados Unidos, en China…? Eso siempre te dará una idea del nivel de seguridad que encontrarás. Y, por supuesto, fijarse en las opiniones que han escrito otros usuarios”.