Entrevista > Miguel Cano Crespo / Párroco de la Iglesia de San Bartolomé (Altea, 17-febrero-1981)
Natural de Altea, Miguel Cano, el nuevo párroco de la Iglesia de San Bartolomé, ejerció seis años de vicario en la parroquia de la Asunción de Villajoyosa y otros dos de párroco en la parroquia de San Rafael, en Alicante, desde donde acaba de aterrizar en Petrer avalado por una convicción en la fe y en la doctrina de la Iglesia a prueba de bombas.
Diplomado en Biblioteconomía y Documentación en Valencia y Licenciado en Historia, con 25 años entró en el seminario, donde, después de un largo periodo reflexivo, decidió encaminar sus pasos hacia el sacerdocio. Se define como un cura alejado de todo estereotipo que transmite una imagen “atípica y acelerada, pero cercana”.
Tu llegada a Petrer fue del todo imprevista
Sí, totalmente. El 19 de junio pasado se publicó mi nombramiento como párroco de la Transfiguración de Ibi, pero circunstancias ocurridas durante el verano que tuvieron que ver con otras personas, provocaron que al final no llegase a tomar posesión. Dos semanas antes de trasladarme a Ibi, con las maletas prácticamente hechas, el señor obispo me comunicó que me venía a San Bartolomé.
«Nunca había estado antes en Petrer, cuando vine tuve que poner el GPS»
¿Conocías Petrer?
Nunca había estado antes, cuando vine la primera vez tuve que poner el GPS porque no sabía ni por dónde se llegaba. Todo es nuevo para mí.
«El recibimiento ha sido muy bueno, con mucho cariño y calidez»
¿Qué tal ha sido el recibimiento?
Muy bueno, me han acogido con mucho cariño. Cuando llegué me recibió la alcaldesa y me presentó a buena parte de la corporación municipal. El domingo 25 de octubre fue mi toma de posesión y sentí muchísima calidez por parte de la gente.
¿Con qué te has encontrado al llegar aquí, qué ideas traes bajo el brazo?
Con una realidad riquísima a todos los niveles, de liturgia, de pastoral, de infancia y de jóvenes. Hay buena materia, muchísimos niños y adolescentes jóvenes con los que me gustaría trabajar y encauzarles hacia la pastoral juvenil. Son los jóvenes los que tienen que mover la parroquia.
En Petrer hay mucha devoción por la patrona, la Virgen del Remedio, y por el Cristo, ¿te ha dado tiempo a percibir ese cariño?
Sí, he visto enseguida que la patrona mueve muchísimo a la gente y es de alabar. Es algo que hay que fomentar y aprovechar para seguir creciendo como una devoción enraizada en la fe.
¿Cómo te definirías como sacerdote?
Normal, lejos de ese estereotipo de cura que se tiene encerrado en su despacho o en la Iglesia. La imagen que doy es la de un cura atípico, suelo desplazarme en moto y el ritmo de vida que llevo es un poco acelerado, pero cuando toca ponerse la sotana me la pongo. Soy un cura de contrastes.
¿Te has arrepentido o has tenido dudas alguna vez de haber dedicado tu vida al sacerdocio?
Nunca, las dudas se van despejando en el seminario, aunque a veces surgen flaquezas. Llevo ocho años de ministerio y mantengo la ilusión del primer día, cada vez estoy más contento.
«Para mí la doctrina de la Iglesia es una doctrina firme que hay que transmitir»
¿Compartes al cien por cien la doctrina de la Iglesia?
Por supuesto, es la que se me ha transmitido y tengo obligación de transmitir como creencia firme. La doctrina de la Iglesia es plena.
No has llegado en el mejor de los momentos, con la pandemia haciendo estragos y restricciones por todas partes…
Todos nos tenemos que adaptar, estamos viviendo con restricciones de aforo, fiestas como las patronales y las de Moros y Cristianos que no se han podido celebrar… Hay ganas de retomar las misas con normalidad.
Desde el punto de vista de la fe, ¿cómo se puede explicar la situación excepcional que estamos viviendo?
El Papa Francisco nos está diciendo cómo podemos mirar todo esto desde la fe. El ser humano es imperfecto y de vez en cuando aparecen cosas que nos hacen ver nuestra debilidad, nuestra dependencia, que nos demuestran que somos mortales. Vivimos un progreso que a veces se nos sube a la cabeza.
La fe nos hace comprender esa necesidad que tenemos unos de otros, de que no busquemos nuestro propio bien, que miremos por los demás y que los gobernantes busquen el bien común. Nos va iluminando para saber buscar ese punto de equilibrio de que lo primero es la salud y la vida. Es necesario que tengamos la mirada puesta en el cielo, pero con los pies muy puestos en la tierra para trabajar por este mundo.
¿Sigue ilusionando hoy en día el mensaje y la persona de Cristo?
Yo creo que sí, aunque quizá no con las formas externas de otras épocas. La fe nos ayuda a seguir luchando por el bien de este mundo.
¿Crees que la jerarquía de la Iglesia se ha alejado de la sociedad?
Lo que la Iglesia nos anuncia es el Evangelio de Cristo, y ese contenido es el que es, no ha cambiado y no podemos cambiarlo a nuestro gusto. Lo que hay que hacer es saber explicarlo adaptándolo al mensaje de nuestros tiempos.
¿Cómo atraerías a los jóvenes a la Iglesia?
Recuperando esa frescura de la que nos habla el Papa Francisco. Tenemos un par de generaciones ‘perdidas’, que en unos años se han alejado de la Iglesia. Son los propios jóvenes los que tienen que transmitir esa fe anunciando el Evangelio a los demás jóvenes.