Resulta muchas veces curioso comprobar como el avance de los tiempos arroja soluciones, hoy en día siempre tecnológicas, que crean en la sociedad el espejismo de que los retos ancestrales a los que se ha enfrentado el ser humano para ser capaz de adaptarse al entorno y, por lo tanto, sobrevivir al mismo, se han superado. Sin embargo, esa ilusión podría ser cualquier cosa menos algo tan cierto como pudiera parecer.
En realidad, las necesidades siguen siendo las mismas y siguen estando ahí, tan amenazantes y acuciantes como lo eran hace cientos o miles de años. El ser humano, ese animal capaz de lo mejor y de lo peor, ha moldeado, es cierto, su realidad a sus necesidades y cree haberse garantizado esa supervivencia, gracias a un cerebro privilegiado en términos evolutivos, pero estos últimos meses nos deberían de servir para reflexionar sobre la fragilidad real de todos esos logros.
En esta Marina Baixa que todos compartimos, una zona con un déficit hídrico histórico natural, la llegada de la revolución turística provocó que la falta del agua se convirtiera en el gran talón de Aquiles de aquel impulso social y económico de la segunda mitad del siglo pasado. De nuevo, la ingeniería y la tecnología llegaron al rescate… pero no fue la primera vez.
El agua de la vida
L’Alfàs del Pi sabe bien, porque así lo cuenta su historia, la importancia capital que durante siglos ha tenido el agua en la zona. Ya en 1666 Beatriz Fajardo construyó la que, incluso a día de hoy, sigue siendo la infraestructura hídrica más importante de la historia comarcal: la Séquia Mare, un entramado de conducciones y acequias que siguen dando servicio en algunos tramos y que en otros, tras un largo abandono y desuso, se están rehabilitando con el fin de convertirlos en elementos patrimoniales que ayuden a las actuales y futuras generaciones a recordar de dónde venimos.
Aquella Séquia Mare rompió, literalmente, barreras naturales entre municipios, en el fondo, muy cercanos. Unificó la comarca y permitió el desarrollo de la agricultura en altitudes muy inferiores a las que eran habituales entonces. Y de ahí, en realidad, todo. Un mayor flujo comercial entre municipios, un empoderamiento zonal, el desarrollo social, nuevos asentamientos… y, finalmente, tras muchos saltos de guion, el boom turístico.
También llamado Reg Major de l’Alfàs, el documento fundacional de esta importantísima infraestructura establece que su objeto es el de “disponer y ajustar los establecimientos de las tierras y agua del nuevo riego de dicho Alfaz”. Todo ello, insistimos, supuso la refundación de toda la zona costera comarcal y, a la larga, permitió a l’Alfàs y otras poblaciones vecinas contar con el músculo suficiente como para segregarse de Polop y convertirse en municipio independiente.
Explosión demográfica
Si bien la denominación oficial era Reg Major de l’Alfàs, en la comarca se conocía popularmente como la Séquia Mare. Con ella y sus numerosos brazales se regaron los campos, se llenaron los aljibes domésticos y se movían las muelas de los molinos harineros que permitían obtener el pan, alimento por excelencia de aquella época. También se lavaba la ropa y abrevaban los animales. Para la economía de aquellos siglos todas estas eran actividades básicas, vitales, sin las cuales no era posible la supervivencia.
Por estas causas la Séquia Mare favoreció un extraordinario crecimiento de la población de la comarca. Al mismo tiempo la nueva población defendía el territorio de los ataques corsarios, que en épocas anteriores habían contribuido a la despoblación del litoral. A partir de ese momento la comarca se volvió más segura y empezaron a surgir, a orillas de la acequia y sus brazales, una serie de masías que jalonaban todo su recorrido. Este hábitat disperso contribuyó a incrementar la población de la comarca.
Cuando se creó el riego la zona tenía escasa población, ya que vivían unos 459 habitantes. Treinta años después eran 1.417, un siglo más tarde ascendía a 5.107 y en 1860, casi 200 años después, la población era de 8.840 habitantes. El crecimiento demográfico supuso la transformación del paisaje natural. Los antiguos bosques de pinos y carrascas fueron talados para convertirse en tierras de cultivo, de regadío y secano, surcadas por complejas redes de caminos, azagadores y acequias de riego con sus correspondientes infraestructuras: puentes, molinos, azudes, etc.
Más de tres siglos de historia
El hábitat también cambió y frente a una población concentrada en unos pocos y pequeños núcleos, surgió a lo largo del siglo XVIII una abundante población dispersa en masías próximas a la Séquia Mare. El resultado fue un paisaje antrópico muy distinto del que existía anteriormente.
El Reg Major fue propiedad de unos señores feudales que sólo veían en él una fuente de ingresos, pero no de obligaciones. Por eso descuidaron su mantenimiento causando el resentimiento de sus vasallos campesinos. La rivalidad señores-vasallos fue constante durante más de 250 años. Al morir la última condesa de Montealegre y extinguirse los señoríos jurisdiccionales de Polop y Benidorm la propiedad del riego se repartió entre numerosos herederos y su deterioro fue en aumento.
Control agrícola
Los agricultores empezaron a tomar iniciativas para controlarlo, destacando la compra del dominio directo en 1912. La situación mejoró y fruto de ello fueron las Ordenanzas de 1927, aún en vigor, y la ansiada reforma del cauce de la acequia a partir de 1942 haciéndolo de cemento.
En esos momentos en los que se denominó ‘Riego Mayor de Alfaz del Pi y Benidorm’ y tenía la mejor organización e infraestructuras de su historia, comenzó su declive. El proceso se inició con el Canal Bajo del Algar que suministraba agua en mucha mayor cantidad y a menor precio, lo que permitió pasar del regadío tradicional a la agricultura comercial de cítricos para la exportación.
La secular Séquia Mare era insuficiente para la nueva agricultura. Además, en 1960 se creó la red de agua potable municipal del vecino Benidorm, que ya despuntaba como gran motor económico de la zona, y ya no era necesaria para llenar los aljibes domésticos o lavar la ropa. El desarrollo de los transportes hizo innecesarios los molinos harineros. Por todo ello muchos agricultores vendieron sus derechos al agua y ésta dejó de circular a principios de la década de los 90 del siglo XX.
Con esta actuación se pone en valor la gestión y utilización eficaz y responsable de un recurso tan apreciado como el agua
Reapertura del Molí de Mànec
Por todo ello, el ayuntamiento de l’Alfàs del Pi ha querido actuar sobre uno de los elementos patrimoniales más importantes de aquella infraestructura hídrica a la que el municipio dio nombre y que languideció, hasta casi desaparecer irremediablemente: el Molí de Mànec.
Tal y como se explica desde Patrimonio, “el proyecto de Protección y Puesta en Valor del Molí de Mànec quiere incidir en la eficiencia, actuando en una zona muy próxima al barranco de Carbonera que con el paso del tiempo se está degradando. Es en esta zona por la que se pretende reducir los riesgos naturales desarrollando la infraestructura verde y protegiendo un espacio de gran valor ambiental y patrimonial”.
En un tiempo en el que el mensaje sostenible se ha tornado -con permiso del monotema del último año- en eje vertebrador de no pocas políticas, “con esta actuación se quiere poner en valor la gestión y utilización eficaz y responsable de un recurso natural tan apreciado como es el agua. Al mismo tiempo, este proyecto contribuye al desarrollo sostenible del municipio y apuesta por preservar y potenciar la diversidad biológica del área”.
La actuación supuso una inversión de 250.000 euros, financiada a través del Programa Operativo FEDER 2014-2020
Impulso del turismo cultural
Aunque inicialmente su inauguración estaba prevista para principios del pasado año, todo lo ocurrido en los últimos meses obligó a posponer la apertura al público de un proyecto que, como ya ocurriera en el pasado con el Faro de l’Albir, la Villa Romana o el Cuartel de Carabineros, permitirá a los actuales alfasinos comprender mucho mejor porqué su pueblo es como es y ha evolucionado como lo ha hecho.
Para la elaboración del proyecto se ha contado con la colaboración de los expertos de la Universidad de Alicante
Con las primeras visitas guiadas, el ayuntamiento de l’Alfàs del Pi, en colaboración con la Universidad de Alicante (UA), dio por finalizada la rehabilitación del Molí de Mànec, tras una inversión de 250.000 euros financiada a través del Programa Operativo FEDER 2014-2020 de la Generalitat Valenciana. Se recupera así como bien patrimonial visitable a este molino de harina, ubicado en el barranco de Carbonera, parte de ese Reg Major antes glosado y uno de los elementos etnológicos más significativos del municipio.
Tal y como explica Vicente Arques, alcalde alfasino, “este proyecto obedece a la necesidad no sólo de conservar las estructuras hidráulicas, sino también el territorio y el patrimonio inmaterial asociado al regadío, atendiendo a sus valores paisajísticos, culturales y naturales”.
El proyecto permite al visitante conocer todo el proceso de transformación del grano en harina, siguiendo el recorrido del agua
Colaboración con la UA
En este periodo de trabajos, la Universidad de Alicante se ha encargado de las reconstrucciones recreativas virtuales, tanto del entorno como de la maquinaria y volúmenes, “un trabajo extraordinario que permite al visitante adentrarse en las instalaciones y conocer todo el proceso de transformación del grano en harina, siguiendo el recorrido del agua”, explica Arques.
El primer edil se refiere también “a las políticas promovidas desde un principio por el gobierno local, para la recuperación del patrimonio cultural, natural, histórico e inmaterial de l’Alfàs, en los últimos años optando a los fondos europeos FEDER, ya que sin este tipo de ayudas serían muy difíciles de llevar a cabo estas actuaciones por un Ayuntamiento”.
«Damos a conocer parte de nuestra cultura e historia sin perder de vista que el patrimonio es turismo en estado puro» V. Arques
Prueba de ello, y por citar dos referentes turísticos en la provincia de Alicante: el Faro de l’Albir, reconvertido en el primer Centro Interpretativo Cultural de la comarca, o el también primer Museo al Aire Libre de la Villa Romana de l’Albir. “La rehabilitación del Molí de Mànec permite evitar la degradación de un bien declarado de Relevancia Local (BRL), pero al mismo tiempo damos a conocer parte de nuestra historia cultural, histórica e inmaterial, sin perder de vista que el patrimonio es turismo en estado puro”, recalca Arques.
De los nueve molinos contabilizados en el Reg Major, la mayoría harineros, seis están localizados en l’Alfàs
El granero comarcal
Para poder hacernos una idea de la importancia capital que l’Alfàs del Pi pudo tener en su momento para garantizar la alimentación de la comarca, basta el dato que pone sobre la mesa el primer edil alfasino: “de los nueve molinos contabilizados en el Reg Major, la mayoría harineros, seis están localizados en l’Alfàs. Fueron de gran importancia para la economía de la comarca hasta mediados del siglo XX, y son el testimonio de una cultura agraria y de unas formas de vida que ahora han desaparecido”.
Patrimonialmente, estos molinos resultan, además, muy interesantes. Desde al área local de Patrimonio recuerdan que “el Molí de Mànec es un molino harinero situado en la orilla izquierda del barranco de Carbonera. Según las referencias históricas disponibles, se presupone que se construyó entre el siglo XVIII y principios del XIX. A lo largo de los años ha recibido otras denominaciones, como Molí de Carbonera, de Baix, Maset y de Montaner y desde el año 1999 es de propiedad municipal”.
En este caso, “el molino consta de dos partes diferenciadas, la planta superior destinada a vivienda del molinero, de su familia y de sus trabajadores; y la parte inferior donde se ubicada la maquinaria y demás elementos necesarios para la molturación del grano”.