El mar como válvula de escape. En plena época de restricciones, miedos a los espacios cerrados y limitaciones de movilidad geográfica, el Mediterráneo se ofrece como una alternativa ideal y segura para disfrutar, ya sea en su vertiente más deportiva o lúdica, de la libertad arrebatada por la pandemia en tierra firme.
No es casualidad que la demanda de títulos oficiales para poder manejar todo tipo de embarcaciones se haya disparado en los últimos meses. “Se ha producido una auténtica fiebre. Mucha gente quiere disfrutar de espacios abiertos y ha comenzado a descubrir el mar”, explica Eva Alonso, directora de la escuela de vela Navegaria, encargada de realizar cursos para navegación, desde el año 2008, que han tenido como escenario la Casa de Cultura y el Pabellón Pau Gasol de l’Alfàs del Pi.
La firma, todo un referente en la Marina Baixa, comenzó con una escuela de náutica y con cursos de patrón para diferentes embarcaciones y ahora también ofrece servicios de alquiler de embarcaciones y alecciona a los aficionados de la vela, a los que prepara para las numerosas regatas de prestigio que tienen sede en la comarca.
«La gente necesita sentirse segura en espacios libres y tranquilos como el mar» E. Alonso
Cambios en el sector
“El sector ha ido cambiando durante estos años de forma increíble. Este pasado verano fue especialmente atípico. Tras el confinamiento, no pudimos comenzar la actividad hasta mediados de julio, ya que había que preparar bien las embarcaciones. Durante esos días recibía treinta llamadas al día de gente que no tenía mucha idea o no sabía navegar”, reconoce Eva Alonso.
Cursos de vela deportiva y alquiler de barcos para vacaciones, los servicios más demandados
A estos cursos acuden desde aquellos que están interesados en realizar en el mar actividades deportivas, principalmente la vela, ya sea a nivel competitivo o simplemente por disfrute, a los que pretenden manejar su propia embarcación para pasar unos días de vacaciones con sus familiares.
“En esta situación sanitaria en la que estamos, con tanta inseguridad y miedo, el mar y el barco son una garantía de tranquilidad y de cierta independencia”, explica Alonso, quien pondera las ventajas de no tener que depender de nadie para disfrutar de las vacaciones. “En un barco uno tiene sus propios horarios y no está sujeto a actividades programadas, sino que es libre para decidir lo que hacer en cada momento”.
No es que en el mar se esté ajeno a las restricciones de tierra firme, ya que se aplican las mismas en el caso de límite de personas en una reunión, pero la sensación es “completamente diferente”.
Rutas
La empresa Navegaria, además de instruir para la obtención de los títulos necesarios para pilotar una embarcación, también ofrece y diseña rutas a sus clientes para que la experiencia en el mar sea completa y puedan exprimirla al máximo.
La Serra Gelada es el único Parque Natural de la Comunidad Valenciana que reúne un espacio protegido de tierra y mar. La parte continental es accesible y conocida gracias a sus numerosas sendas y rutas, pero hay lugares a los que solo se puede llegar desde una embarcación. “Desde el mar se ofrece una visión completamente diferente. Hay espacios y calas a las que solo se puede acceder si llegas en un barco”, explica Alonso, quien invita a todos a “visitar y ver el Albir desde un punto completamente desconocido”.
«El perfil de cliente cada vez es más joven y se nota un aumento de mujeres» E. Alonso
Todo incluido
Eva Alonso también desmonta el mito del precio de este tipo de turismo marino. “Evidentemente, un gran yate es caro, pero hay otras opciones mucho más asequibles de tamaño y precio. Tampoco es necesario saber navegar, porque siempre se puede contratar a un patrón que cuida de todo y tú solo tienes que preocuparte de disfrutar y de bañarte”.
Y es que esta alternativa del todo incluido es una de las que más se ha puesto de moda, sobre todo entre los clientes más jóvenes. “Si, por ejemplo, reparten los gastos entre dos parejas no son tan elevados, sino bastante asequibles, ya que te ahorras el dinero del hotel, porque tu casa es el barco, de desplazamientos y de muchas actividades extras”, argumenta.
Cliente y vecino
Cuentan con una importante cartera de clientes del interior de la península, especialmente de la zona centro, pero quizás por las circunstancias especiales de la pandemia cada vez se acercan más “vecinos” a descubrir un mundo al que han dado la espalda a pesar de tenerlo tan próximo.
La relación con el cliente no se limita a los cursos o al alquiler de la nave, ya que también se le ofrece un servicio de rutas y de meteorología “para que pueda disfrutar al cien por cien de la navegación” y, de paso, evitar sorpresas desagradables.
El perfil del cliente deportivo es cada vez más joven, aunque Alonso destaca un aumento paulatino imparable de mujeres que también desean tomar el timón de sus barcos. “No sabemos lo que pasará en verano, pero intuyo que la opción de volver a disfrutar del mar será de nuevo una fiebre”, concluye.