Entrevista > Miguel Ángel Santana / Policía local
Tabarca se ha convertido en esta pandemia en una burbuja frente a la covid, ya que no se ha producido, desde el inicio, ni un solo caso entre sus habitantes. Ni siquiera durante el periodo estival, cuando la isla se llena de visitantes.
Durante este invierno residen unas cincuenta personas en la isla, la mayoría tabarquinos, y algunas familias procedentes de Madrid y de la provincia de Alicante que tienen casa en la isla.
Se ha establecido el cierre perimetral hasta que lo establezca la Generalitat Valenciana, y los fines de semana no hay servicio de tabarqueras para evitar la llegada de turistas y por consiguiente la posibilidad de contagios.
Comportamiento ejemplar
Los habitantes de la isla han sido un ejemplo en su comportamiento, tanto durante el confinamiento como en otras etapas de esta pandemia, y los buenos resultados les hacen seguir en esa misma línea, teniendo en cuenta especialmente que la mayoría están en edades de grupos de riesgo.
«Está siendo un invierno muy duro para quienes viven aquí»
¿Este invierno está siendo muy diferente en la isla?
Está siendo un invierno muy duro para quienes viven aquí. Ten en cuenta que, incluso en temporada baja, Tabarca recibe un goteo constante de visitantes atraídos por la belleza de la isla, la tranquilidad, pero sobre todo por la gastronomía.
Ahora, al estar cerrados todos los bares y restaurantes, y establecerse el perímetro durante los fines de semana, la isla no es la que era.
¿Ha merecido la pena el esfuerzo?
Ha merecido la pena y la recompensa es que hasta la fecha no se ha producido un solo contagio en Tabarca desde el inicio de la pandemia hace un año, y eso es una gran noticia. Hay que valorar que la mayoría de los tabarquinos que residen aquí todo el año son mayores y, por lo tanto, el riesgo de gravedad en caso de contagio es mucho mayor.
¿Cómo se vivió el confinamiento?
En ese periodo éramos aquí sesenta personas. Aunque, como a todos, nos cogió por sorpresa, desde el primer día se cumplió el encierro en casa a rajatabla, y no tuvimos que intervenir para convencer a nadie de que, a pesar de vivir aislados, teníamos que meternos en casa y no salir.
Cuando vieron que la fórmula estaba dando resultados mientras que en el resto de ciudades aumentaban los contagios, todos se adaptaron a la situación de una manera ejemplar.
«En caso de fuerte temporal se suspende el transporte y quedamos incomunicados»
¿Qué protocolo establecen para casos de emergencia sanitaria o de otra índole?
En invierno estamos de forma permanente un policía y un ATS; este número, como es lógico, aumenta en verano. En caso de emergencia sanitaria el ATS presta su servicio a cualquier hora, y si se trata de un caso grave acude un helicóptero para trasladar al enfermo. Al año se suele solicitar este servicio unas cinco o seis veces.
Para otro tipo de emergencia, en la que se necesite mayor presencia policial, se le da aviso a las patrullas costeras. En casos de temporal se suspende el transporte y quedamos incomunicados, pero se organizan muy bien en sus compras para hacer acopio de productos básicos necesarios.
«En verano el alcohol y el calor juega malas pasadas a algunos visitantes»
¿Cuál es la principal labor de la policía en la isla?
En invierno la vida es bastante tranquila aquí. Pueden surgir algunos conflictos vecinales fáciles de resolver. En general se apoyan y se ayudan unos a otros. Los problemas llegan en verano, donde diariamente pueden llegar a concentrarse en la isla cinco o seis mil personas con ganas de pasarlo bien. El alcohol y el calor juegan malas pasadas a veces y se organizan discusiones que acaban en peleas.
Pueden surgir también conflictos entre establecimientos y clientes. Problema de hurtos hay pocos, porque los ladrones lo tendrían muy complicado para escapar. Y en la medida de lo posible ayudamos al sanitario, sobre todo porque se producen muchas caídas, insolaciones y accidentes en la playa. En época estival hay un refuerzo de socorristas y de agentes.
Comunicación con la isla
Francisco Chacopino es el patrón del Santa María, el barco que abastece de alimentos y otros productos de primera necesidad a la isla, tanto a la hostelería como a los tabarquinos. Es también quien se encarga de la recogida de residuos.
Durante las primeras semanas del confinamiento se cerraron todas líneas de comunicación con Tabarca, y él era el único que por decisión propia acudía a llevar lo alimentos, medicinas y los productos que más falta hacían a sus vecinos porque, aunque no vive habitualmente, Francisco es tabarquino y tiene, entre otros familiares, a su madre en la isla.
Conocedor de la zona
“Iba casa por casa y dejaba los pedidos en la puerta, y cuando me marchaba los recogían. Hemos sido muy cuidadosos con las medidas establecidas para evitar contagios”, comenta Chacopino.
La falta de colegio para sus hijos le obligo a marcharse. “Aunque no vivo habitualmente paso los veranos y todo el tiempo que puedo en Tabarca con mi familia”. Su barco, el Santa María, conoce muy bien esas aguas, lleva años navegando esa costa, aunque ahora tiene mucho menos trabajo por el cierre de la hostelería y se producen pocos residuos.