Pocos perfiles geográficos son tan reconocidos, en todo el mundo, como ese pequeño triángulo que flota sobre el mar Mediterráneo a sólo unos pocos kilómetros en línea casi recta de la Punta Canfali de Benidorm.
Con 73 metros de altura máxima sobre el nivel del mar, 350 metros de longitud y 250 metros de anchura máxima y ningún habitante, la isla de Benidorm no deja de ser un trozo de tierra minúsculo en la inmensidad del mar que un día delimitó los confines del mundo conocido.
Imagen de la ciudad
Una roca que, con el paso de los años y, sobre todo, la explosión del turismo en la segunda mitad del siglo XX, se convirtió en una de las postales más típicas de la ciudad. Tanto, que su silueta ha formado parte de la práctica totalidad de logotipos e imágenes corporativas de la capital del turismo de la Costa Blanca. La isla es tan Benidorm como lo es su alcaldesa perpetua, la Vírgen del Sufragio, sus playas, sus rascacielos o su ‘zona guiri’, ahora tan desangelada.
En un pasado muy remoto, del que sólo la geología puede desentrañar sus secretos, formó parte de la Serra Gelada; pero aquella tierra primigenia, todavía en proceso de formación, acabó por hundir en las profundidades marinas buena parte de aquella cordillera y ahora, rodeada de mar, su única vinculación con esa cadena montañosa es su pertenencia al Parque Natural al que da nombre.
De refugio pirata a reclamo turístico
Los más románticos prefieren, para explicar su origen, otra historia, la que nos cuenta que el islote de Benidorm nació del golpe de espada de un caballero desesperado por darle unos minutos más de vida a su amada -que moriría al extinguirse el día- y que creó el hueco del Puig Campana lanzando el pedrusco al mar.
Durante años fue poco más que un fecundo caladero de pesca para la flota local, esporádico refugio ante brotes de cólera o peste y base desde donde piratas berberiscos lanzaban rápidos y eficaces ataques a las poblaciones costeras de la zona.
Las apenas dos millas que separan ese promontorio rocoso del punto más cercano de la costa han sido, durante siglos, terreno prácticamente exclusivo de pescadores y navegantes. Pero eso cambió, como todo en esta ciudad, a mediados del siglo pasado, cuando incluso aquel pedrusco sin infraestructuras y ningún valor aparente se convirtió en una más de las muchas atracciones turísticas del incipiente destino de sol y playa favorito de Europa.
Hace medio siglo que el territorio fue bautizado como ‘La isla de los periodistas’
Isla de los periodistas
El pasado día 26 de mayo se cumplió medio siglo desde que el alcalde de la época, Jaime Barceló -hermano del fallecido senador Miguel Barceló, tío de la exconcejala Ángela Barceló, abuelo del actual diputado del PP, Agustín Almodóbar y suegro del expresident de la Generalitat y exministro en el gobierno de Aznar, Eduardo Zaplana-, firmara su ‘bautizo’ como Isla de los Periodistas.
En la década de los 60 los políticos locales, con Pedro Zaragoza a la cabeza, se pusieron en contacto con la Federación Nacional de Asociaciones de la Prensa (FAPE) y, bajo la promesa de rendir homenaje a todos los periodistas si se conseguía su objetivo, convencieron a su presidente, Lucio del Álamo, de que los medios nacionales -entonces funcionaban casi todos ellos bajo el mandato de la Cadena de Prensa del Movimiento- defenderían la titularidad pública de la isla. Aquello se consiguió y Benidorm fue fiel a su promesa.
Un polémico bar
El islote se ha revelado desde entonces como un punto de excepcional importancia natural y por ello fue incluido en 2005 dentro del ámbito del Parc Natural de la Serra Gelada. Hogar de aves como el paiño común o de plantas tan amenazadas como la Silene Hifacensis. También sus fondos marinos, con la Llosa habiendo sufrido una presión especialmente elevada como paraíso del buceo, gozan de una especial figura de protección.
Un cuidado que, sin embargo, esconde también su principal amenaza y polémica. Desde hace ya algunos años grupos conservacionistas han puesto la explotación hostelera del islote, un pequeño bar que sirve a la vez como embarcadero, en su punto de mira. Con una licencia concedida en los años 60 y que ha visto puesta en duda su legalidad en más de una ocasión, varios grupos ecologistas han demostrado cómo ese restaurante estaba vertiendo de forma ilegal sus residuos al mar a través de un sumidero.
Situación no legalizada
El pasado verano la explotación abrió sus puertas un año más. Con menos visitantes a causa de la pandemia, nadie sabe ahora mismo si el de 2020 fue el último estío en el que las visitas a la isla de Benidorm han sido posibles tal y como las hemos conocido hasta ahora.
Parece que su futuro, dependiente principalmente de Costas, organismo a su vez dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, está sentenciado, ya que han sido muchas las ocasiones en las que se ha negado a legalizar su situación.
Benidorm estudia la creación del centro de interpretación sobre el Parc Natural de la Serra Gelada en el actual restaurante
Centro de interpretación ambiental
El pasado mes de noviembre el Ministerio para la Transición Ecológica, a través de Costas, dio un ultimátum de tres meses al Ayuntamiento de Benidorm para completar la documentación relativa al proyecto que el consistorio tiene previsto para este enclave, y que pasa por reconvertir ese establecimiento hotelero en un centro de interpretación medioambiental.
De esta manera, desde Benidorm se pretende no sólo que la isla pueda seguir siendo visitada por vecinos y turistas y, de esta manera, conocer mejor la historia e importancia medioambiental del que ha sido uno de los grandes reclamos turísticos locales, sino garantizar que este trozo del Parc Natural de la Serra Gelada permanezca cuidado y vigilado.
«Si no es nuestro ni el territorio, ni la edificación, un ayuntamiento no tiene competencia para intervenir una propiedad» T. Pérez
Evitar el abandono
Así, al menos, lo ha explicado el alcalde de Benidorm, Toni Pérez, cuando le hemos preguntado al respecto. El primer edil de la capital turística de la Costa Blanca apuesta claramente por un modelo de gestión de la isla en el que sea el propio ayuntamiento el que gestione, al menos, la futura infraestructura que se pueda instalar en la misma, así como el flujo de visitantes que se genere.
El mayor problema actual, como sucede con tantas otras cuestiones en las franjas terrestres que lindan con el mar, es el competencial. Pérez añade que el Ministerio de Transición Ecológica, a través de Costas, “nos ha dicho que aquello es de ellos. Eso implica que, si no es nuestro ni el territorio, ni la edificación, un ayuntamiento no tiene competencia para intervenir una propiedad, en este caso privada”.
Pese a todo, el alcalde benidormense tiende la mano al Ministerio e insiste en que “estamos a su disposición, tanto de Costas y como de la Conselleria, para actuar como se tenga que actuar”. Pero para ello, traza una línea roja y es que Benidorm no quiere “que se pueda hacer una concesión de la isla. Benidorm no tiene chiringuitos en sus playas, algo que sí sucede en muchos otros arenales de nuestras costas. Y eso son concesiones que aprueba el Estado. Nosotros no queremos eso”.
Un entorno de divulgación
“Nosotros planteamos”, continua explicando Toni Pérez, “que ya que van a emprender ese cambio, que sepan que el ayuntamiento de Benidorm está interesado en redefinir esos espacios para convertirlos en un centro de interpretación sobre el Parc Natural de la Serra Gelada que, recordamos, tiene una parte muy importante que es submarina y que reposa en gran medida en la isla y su entorno”.
Por lo tanto, y como recuerda Pérez, “es el Estado el que tiene la decisión final sobre lo que se podrá hacer o no en la isla”. En cualquier caso, y dado que el propio ayuntamiento ha presentado ese proyecto para poder gestionar tanto la isla como sus visitas de forma directa, la cuestión principal a resolver es qué modelo de visita desea el consistorio benidormense para ese espacio.
Adaptarse a los tiempos
Preguntado sobre si ese futuro centro de interpretación que han planteado al Ministerio contará, a su vez, con un restaurante similar al actualmente existente, Pérez se muestra contrario a “ponerle puertas al campo. Creo que hoy en día uno se puede comer una paella hasta en la cima del Everest. Por ejemplo, nosotros no permitimos que los restaurantes sirvan comida en nuestras playas, pero si llamas a Glovo, te la llevan. Creo que la administración se debe adaptar a la realidad de los tiempos en todo”.
El primer edil benidormense añade en ese mismo sentido que “este equipo de Gobierno pretende que la isla de Benidorm no sea territorio exclusivo para aquel que tiene un barco propio, tiene un amigo que tiene un barco, tiene una moto de agua o dinero para alquilarla. Yo, lo que quiero, es que el vecino de Benidorm y sus turistas puedan, si así lo desean, ir a la isla. Sin importar su edad o su poder adquisitivo”.
Pérez es categórico en su defensa del modelo propuesto desde el ayuntamiento ya que “es el único que permite conservar la isla” puesto que, a su juicio, “lo otro es el abandono de la isla por parte de todas las administraciones para que sólo la disfruten unos pocos, los que se puedan permitir navegar hasta ella”.
«Si no se permite ningún tipo de visitas al islote este podría quedar sin la protección necesaria» T. Pérez
Recursos para la protección
Toni Pérez es un enamorado confeso de las playas de su ciudad, pero también de los paisajes y los entornos de alta montaña, por lo que, como buen conocedor de otros parajes protegidos del territorio nacional, traza un interesante paralelismo y comparación con otros parques naturales y lanza una pregunta que, en realidad, tiene todo el sentido.
«Ante la presencia humana, se precisa de recursos para la conservación y hay que encajar la actividad con el recurso a conservar» T. Pérez
“Yo no sé por qué puedo ir a Ordesa y tener restaurantes y cafeterías. O ir a Sierra Nevada y tener estaciones de esquí, hoteles, cañones de nieve artificial, restaurantes, telecabinas… ¡Todo eso está en los Parques Naturales!”, insiste Pérez.
«Quien tenga la responsabilidad puede elegir dos caminos: que la disfrute todo el mundo para conservarla o dejarla allí para que sólo sea accesible a quien pueda llegar» T. Pérez
El alcalde avisa. “Esos lugares podrían ser como yo los conocí en los 80, que me colgaba una mochila y me iba a caminar por ellos. Lo que ocurre es que, ante la presencia humana, se precisa de recursos para la conservación y, quizás, haya que encajar la actividad con el recurso a conservar. De esa forma, también facilitas que todo el mundo pueda ir. Lo que digo es que, quien tenga la responsabilidad de hacerlo, puede elegir dos caminos: o que la disfrute todo el mundo para conservarla o que la dejemos allí para que sólo sea accesible a quien pueda llegar”.