Primero llegó la marca, Consell de Museus, a finales del prepandémico 2019, cuando el Ayuntamiento materializó el anhelado proyecto de efectuar tal correlación entre tales salas en la ciudad.
Consell de Museus reunía bajo este paraguas al Museo Mariano Benlliure, el Arqueológico, el de la Semana Santa y el dedicado al pintor madrileño, pero de padres crevillentís e hijo adoptivo de la villa, Julio Quesada Guilabert (1918-2009), considerado uno de los mejores acuarelistas del pasado siglo.
El museo de mayor proyección mediática es el de Benlliure
Proyección mediática
Y ahora, a comienzos de este mismo año, por fin la constatación oficial de lo anterior, que incluye, por cierto, los museos crevillentís reconocidos por la Generalitat Valenciana.
Y aunque los cuatro constituyen centros culturales y artísticos de especial relevancia bien fuera del ámbito local, por la propia historia del municipio en los históricos, o por la importancia de los artistas cuya obra exponen, posiblemente el de mayor proyección mediática continúe siendo el de Mariano Benlliure, quien además convirtió parte del Madrid decimonónico en un gigantesco museo al aire libre. ¿Qué puede verse en el crevillentí?
De encargos y ligazones
A veces ocurre. Una simple cuestión laboral te liga a un sitio con fuerza. Le iba ocurrir al escultor e imaginero valenciano Mariano Benlliure Gil (1862-1947), considerado el último gran maestro del realismo plástico decimonónico.
En 1944, el industrial crevillentí Manuel Magro le encarga nueve obras, y Benlliure concentra su producción religiosa en Crevillent. Esta hilazón artística iba a llegar a mucho, para empezar con una ampliación de los fondos artísticos tras fallecer, que llegó a las 109 obras en 1961, el año de la inauguración del museo que le iban a dedicar esta agradecida localidad y la familia Magro.
Así, del barrio del Carmen valenciano pasará, aunque sea con sus creaciones, al puro nódulo urbano crevillentí, estableciendo un postrer vínculo con la ciudad alicantina, como lo había erigido con la capitalina Madrid (recordemos que fallecerá en 1947).
En la actualidad, el patrimonio está cifrado en 331 muestras o piezas de los distintos artes en los que creó Benlliure: también fue pintor, dibujante, o grabador (y sí, elaboró la primera efigie de Franco en las pesetas), pero su admiración por la obra de Miguel Ángel, que pudo ver en Italia, será la que le haga preferir el cincel a los pinceles.
Benlliure huyó del tremendismo para centrarse en el realismo
Realismo frente a tremendismo
A decir de los especialistas, y puede comprobarse en el mismo museo, Mariano Benlliure huyó del tremendismo tan caro a la imaginería religiosa española para centrarse en un realismo sumamente detallista. Eso sí, ese realismo incluía, lógicamente, la representación de los sentimientos, sin magnificarlos o caricaturizarlos.
Utilizaba modelos al natural y, aparte de su dominio en la talla, sobresalía también en técnicas como el modelado en barro, el cincelado del mármol o el bronce fundido a la cera perdida (que, para crear el molde, requiere de una figura previa en barro o madera, entre otros materiales). También las escayolas, que abundan entre los fondos del centro cultural.
Parte de ese proceso puede seguirse en el museo, en las secciones ‘Galería de retratos, las técnicas’; ‘La casa estudio en la calle Abascal’ (en Madrid); ‘El estudio, monumentos públicos’; y ‘Escultura religiosa, el taller de imaginería’. Todo, a espaldas de la iglesia de Nuestra Señora de Belén, cuya primera piedra sembraba en 1772.
Hasta no hace muchos años, las guías y los propios pasos nos llevaban hasta la mismísima cripta del templo, en realidad una de las necesarias ampliaciones efectuadas entre 1967 y el 2000. Hoy, sin abandonar la calle San Cayetano, el museo goza de su propio edificio de corte contemporáneo.
La técnica del maestro
Resulta interesante bucear por aquellas salas en las cualidades técnicas de un artista tan multidisciplinar como Mariano Benlliure, que saltaba con idéntica maestría del mármol a la madera, del bronce a la plata, de la escayola a la cerámica, cada material con sus propias peculiaridades a la hora de trabajarlos artísticamente. Y eso sin contar con el dominio del dibujo con vistas a los bocetos previos.
Además, en el taller de Mariano Benlliure iban sumándose los encargos, tanto civiles como religiosos, lo mismo un busto que estatutaria de parque, una medalla conmemorativa que cerámicas decoradas o una de sus pasiones: las tauromaquias. En total, fue tan prolífico como para generar una obra cercana a las 4.000 creaciones, abarcando prácticamente todo el espectro de la plástica.
Imaginería en Semana Santa
El arte de la talla imaginera, de hecho, tiene sus propias especificidades. Un proceso que se suele dividir en cuatro fases. Primero, el dibujo y estudio anatómico de la figura en sí, con los bocetos sobre el modelo. El segundo paso viene con el modelado, generalmente en barro o escayola, aunque Mariano Benlliure trabajaba con largueza prácticamente todos los materiales necesarios para ello.
Obviamente, la imaginería puede requerir de figuras de cuerpo completo o de las de vestir, con lo que el trabajo anatómico ha de ser todo lo amplio posible o centrarse únicamente en cabeza, muchas veces sólo el rostro, y manos. Las cabezas, por cierto, suelen estar huecas, para incluir después dentadura, ojos de cristal, etcétera. Pero esto ya forma parte de la tercera fase de la confección de la talla.
El milagro artístico
A partir de la figura modelada, se comienza la talla, utilizando diversas técnicas: la más habitual, la que usaba Benlliure, el sacado de puntos. Cabe añadir que, en algunos de los procesos, en imaginería o en escultura en bronce, el artista dirige a un grupo de artesanos de confianza. Pero Benlliure solía realizarlo todo él mismo.
La última fase consistía en la policromía, para la que muchos artistas poseen a un pintor asociado. De nuevo, Mariano Benlluere, quien recordemos que empezó dominando los pinceles, buscaba controlar el resultado final al máximo. Un ‘mariano benlliure’ era eso, un ‘mariano benlliure’. Y aquí hay parte de su obra, para probarlo.
Está construido en un antiguo edificio industrial con una casa contigua
Sobre solares industriosos
La actual galería artística se levanta sobre un antiguo edificio industrial que se convirtió, en su tiempo, también en anexo del primer museo, además de integrar una casa contigua. No pierde, pues, su cercanía al templo ni tampoco al Museo de la Semana Santa, en la paralela calle Corazón de Jesús, o a la Federación de Cofradías de Semana Santa, en la misma calle. Se inauguraba, en su moderno renacer, en 2012, tras unas obras que alcanzaron los 776.694 euros (con subvenciones del ministerio de Fomento y la conselleria de Cultura).
Acontecía en abril, a tiempo para hacerlo partícipe del 150 aniversario del artista al que se dedica, y también oportunamente para alcanzar la Semana Santa crevillentina de ese año, que hunde sus raíces en el primer cuarto del siglo XVII, cuando, no mucho después de la expulsión de los moriscos, se fundan la cofradía de la Virgen de la Aurora y la Mayordomía del Santísimo Sacramento.
Tiempo suficiente para que se entrelace en las mismas mimbres crevillentinas. Era obvio que la llegada de la obra de Benlliure iba a generar el que, en cierta manera, la población crevillentina acabase adoptando casi como suyo al artista valenciano.
Su obra arriba cuando Crevillent relanzaba su Semana Santa
Obras de destacados imagineros
Pero además su obra arriba en un momento, en una década, en que Crevillent se afana en relanzar su Semana Santa, palidecida tras la Guerra Civil. Además de Benlliure, llegarán piezas de destacados imagineros del momento como el también valenciano Juan García Talens, con abundante obra en Cartagena y que consideró a Benlliure, con el que colaboró, como su maestro; el malagueño-granadino José Navas Parejo, además destacado orfebre; Juan García Yúdez, hijo de García Talens; o la imaginera valenciana Josefina Cuesta, triunfante en una profesión con tantos nombres masculinos.
La Semana Santa y el escultor
La imbricación de Benlliure, el nombre y la obra, con la Semana Santa crevillentina llega hasta el punto de casi identificar una y otra. Por ejemplo, el cartel para la conmemoración de la Pasión en este pandémico 2021, del fotógrafo cartagenero Francisco Martínez García, reproduce la imagen del artista, conocida como ‘Cristo de Difuntos y Ánimas’.
En él, los nazarenos están a punto de entrar, bajo la luna llena, en Nuestra Señora de Belén. En el fondo, no se ha dejado de resaltar el valor metafórico del cartel para los tiempos que vivimos, con una composición al tiempo tenebrista y extrañamente luminosa.
Otro ejemplo: el Septenario en honor a Nuestra Señora de los Dolores, acto religioso-cultural del tránsito del XVII al XVIII que iba a resultar icónicamente potenciado por la venerada imagen, popularmente La Dolorosa.
El artista utilizó como modelo a Juana de Oteiza, esposa del marqués de Usía, que había perdido por entonces a su hija en accidente. La leyenda, quizá no muy amable, cuenta que Benlliure, tratando de que la marquesa conservara el dolor en la expresión, mientras posaba, le hablaba continuamente de la hija fallecida. En todo caso, la figura se ha convertido para los especialistas en un ejemplo de cómo retratar con realismo el dolor sin regodearse en él.