Cada día oímos que las vacunas están disminuyendo los casos, las hospitalizaciones y la mortalidad por COVID. El Gobierno de España nos asegura que antes del verano tendremos al 70% de los españoles vacunados. En unos días desaparecerá el estado de alarma. Podemos pensar que esta pesadilla se acaba, que este verano nos pondremos toda la cara morena, sin la palidez de la mascarilla. Salir de fiesta y viajar sin restricciones. Pero ¿podemos ser tan optimistas?
La vacuna va a ser una herramienta de contención del virus y por tanto de la pandemia, pero asociado a las medidas de distanciamiento físico o social.
¿Qué hace falta para cortar la transmisión del virus?
Para que los virus se transmitan se necesitan varias cosas, y cada una de ellas facilita, o dificulta, su transmisión. Lo primero es la habilidad del virus para transmitirse de persona a persona. Hay virus, como el del sarampión, que se transmite con una facilidad pasmosa. Otros virus no son tan hábiles en la transmisión y por tanto infectan menos.
Otro factor muy importante es el contacto entre la persona infectada y los demás. A mayor contacto más fácil es que el virus se trasmita a otros. Un ermitaño, por ejemplo, es muy difícil que se infecte por virus de trasmisión respiratoria, ya que no tiene contacto con personas infectadas.
El tercer punto importante es la capacidad de los contactos de infectarse. Así, un adulto no se contagia del sarampión aunque se ponga en contacto con un niño infectado porque en su día ya pasó la enfermedad o fue vacunado.
Todo esto es lo que mide el R0 efectivo –sobre el que habremos leído u oído en las noticias–. Este número indica el número de infecciones que provocará un sujeto infectado. Es, además, un número cambiante dependiendo de las interacciones sociales y el estado inmunológico de la población.
Imagínese que usted es un supercontagiador, es decir, que tiene una gran capacidad de contagiar a los de su alrededor. Contagiará menos si está en la playa de la Malvarrosa que en una discoteca, si lleva mascarilla que si no la lleva, o si trabaja en un despacho o en una oficina abierta. También dependerá de que la persona con la que tiene contacto se pueda contagiar. Si ha pasado ya la enfermedad, es muy difícil que se infecte de nuevo, por lo que su capacidad de contagio disminuirá.
Las vacunas han mostrado una efectividad superior al 80% para evitar los casos de COVID graves y la mortalidad. Pero también evitan la infección. Los vacunados tienen menos probabilidad de infectarse y por tanto de transmitir la infección, pero medir en cuánto lo hace es difícil. Lo que está claro es que cuanta más población se vacune, el virus tendrá más dificultades para transmitirse.
¿Qué proporción de la población debe vacunarse para que el virus deje de transmitirse?
Al principio de la pandemia se estimó que cuando el 60-70% de la población estuviese protegida (bien por la vacuna o por haber pasado ya la infección) se podría volver a la normalidad (se consigue la inmunidad de grupo). De ahí que se hable del 70% de vacunados.
Hoy en día hay dudas al respecto. Aspectos como la protección de la vacuna para evitar la infección, el lento desarrollo de los programas de vacunación, el desconocimiento de la duración de la protección por la vacuna y la aparición de nuevas cepas hacen que este número se esté elevando hasta casi el 80-85%.
Para conseguir una buena inmunidad de grupo, la vacunación debe incluir todas las edades y regiones. Con las noticias sobre la seguridad de las vacunas se puede perder la confianza en ellas. Los más jóvenes, con menor incidencia de enfermedades graves, pueden hacerse reticentes a vacunarse.
También la demora en la vacunación de los niños nos puede retrasar esa esperada inmunidad de grupo. Además, los países, incluso los continentes, no somos islas, y los virus no entienden de fronteras. Por lo que también es importante conseguir coberturas elevadas en los países en vías de desarrollo.
Convivencia con precaución
Con todo ello, hemos de esperar que el SARS-CoV-2 haya venido para quedarse con nosotros, y hasta que el virus y nosotros nos ‘adaptemos a convivir’ habrá que mantener las precauciones. Una relajación de las medidas de contención del virus puede provocar incrementos de la enfermedad. Es importante, en esta contención de la enfermedad, ir siempre por delante.
Los modelos matemáticos muestran que los retrasos en la adopción de medidas de control explican el porqué de que en algunos países la pandemia haya afectado más que en otros. Es crucial aislar al virus, que tenga las menores oportunidades para esparcirse entre nosotros.
Por tanto la vacuna va a ser una herramienta en la prevención de la infección, pero de momento siempre aliada al distanciamiento físico mediante el uso de mascarillas y restricciones de contactos.
Javier Díez, Jefe del Área de Investigación en Vacunas, Fisabio