Para que se produzca una enfermedad causada por un agente infeccioso, no es suficiente que exista dicho agente, sino que este ha de transmitirse y afectar a una persona que sea susceptible a padecer la enfermedad causada por esa infección.
Es decir, hay tres eslabones en la llamada cadena epidemiológica.
- En primer lugar, el agente infeccioso debe ser capaz de multiplicarse en cantidades suficientes para provocar la enfermedad.
- En segundo lugar, el agente infeccioso debe de transmitirse desde la fuente hasta el sujeto susceptible de enfermar.
- En tercer lugar, el destinatario o sujeto susceptible tiene que tener accesible la vía de entrada y, una vez que el agente infeccioso ha accedido al sujeto, este podría (o no) enfermar.
Desde un punto de vista práctico, el coronavirus tiene un tejido diana. Es decir, un tejido en el que el virus se siente cómodo y en el que se multiplica con rapidez. Este tejido es la vía aérea, fundamentalmente la cavidad nasofaríngea, nariz, boca, garganta y faringe.
A partir de este tejido, invade la cavidad pulmonar y se elimina por la respiración. En este sentido y puesto que es un agente infeccioso que no conocíamos hasta ahora, todos los seres humanos somos sujetos susceptibles.
Lo que sabemos sobre las vías de transmisión
El principal mecanismo de transmisión, según han determinado los últimos estudios, es la respiración. Al respirar, al hablar, al toser o al estornudar, expulsamos miles de gotitas en las que va el virus.
Estas gotitas pueden ser más o menos grandes. Si son grandes, caen al suelo, a las superficies, muebles, pomos, picaportes, etc., donde pueden permanecer durante algún tiempo (según el tipo de superficie que se contamine). Si las gotas son pequeñas, microscópicas, se quedan en forma de aerosol y pueden permanecer en suspensión en el aire durante algún tiempo, incluso varias horas.
Las personas infectadas, tengan o no síntomas de enfermedad, están eliminando virus en cada espiración en mayor o menor cantidad. Si hablamos alto, gritamos, cantamos y, especialmente, si estornudamos o tosemos, el número de partículas es muy grande. En cada una de esas partículas hay virus con capacidad para infectar tras ser inhaladas por un sujeto susceptible.
Las gotitas (llamadas de Pflügge) que tienen un tamaño de más de 100 micras caen por gravedad y pueden proyectarse a unos dos metros del emisor. Como caen sobre superficies, teóricamente, al tocar una superficie contaminada y después tocarnos la cara, se puede producir la infección, aunque la probabilidad de contagio a través de estos fómites es pequeña.
¿Por qué utilizamos entonces gel hidroalcohólico?
Según indican los Centros de Control de Enfermedades Infecciosas (CDC), el SARS-CoV-2 se puede transmitir entre personas, al tocar una persona sana superficies sobre las que un enfermo ha tosido o estornudado recientemente y luego se toca directamente la boca, la nariz o los ojos.
Sin embargo, los últimos estudios indican que la transmisión a través de esta vía es baja comparada con el contacto directo, la transmisión por gotitas o la transmisión por el aire.
En la mayoría de las situaciones, limpiar las superficies con jabón o detergente es suficiente para reducir el riesgo, aunque los CDC recomiendan desinfectar las superficies en los ambientes comunitarios donde se sospeche que pueda haber estado un caso de covid-19 en las últimas 24 horas.
En los ambientes al aire libre es altamente improbable que haya riesgo de transmisión por fómites, pero es necesario que se mantenga la distancia interpersonal de alrededor de dos metros y se siga usando la mascarilla de manera correcta siempre que se esté con otras personas.
¿Y las mascarillas?
Por otro lado, las gotitas de menos de 100 micras forman aerosoles que quedan suspendidos en el aire durante un tiempo que oscila entre minutos a horas. Cuando la gotitas son de entre 15 y 20 micras hasta 100 micras llegan a la vía respiratoria superior (nariz, boca, garganta, faringe).
Si son de menos de 15 micras pueden llegar hasta la tráquea y los bronquios. Si aún son más pequeñas, de menos de 5 micras, llegan hasta los alvéolos pulmonares, según se describe en diferentes publicaciones.
Las gotitas que se producen al respirar o al hablar son de tamaño muy pequeño y proceden de nuestros pulmones. En general, se calcula que se producen unos 500 aerosoles por cada litro de aire que se espira. Por su parte, al toser o al estornudar, el número de partículas es superior a 20 000, también son de tamaño muy pequeño, pero en este caso proceden de las vías respiratorias altas, donde el virus se está multiplicando a gran velocidad en los sujetos infectados.
Todo esto nos indica que en los aerosoles hay virus en cantidad suficiente para provocar infección, sobre todo en espacios cerrados o poco ventilados. Además, cuanto mayor sea el número de individuos en un espacio cerrado, mayor cantidad de virus circulando en aerosol. En estos lugares también influye la proximidad con estas gotitas.
Continuar con la prevención hasta que los datos indiquen lo contrario
Es decir, el modo principal por el cual las personas se infectan con el SARS-CoV-2 es a través de la exposición a gotitas respiratorias que transportan virus infecciosos, según los datos más recientes. Las personas infectadas pero no enfermas también son capaces de transmitir el virus al producir aerosoles.
En definitiva, no podemos relajarnos. Por todo lo explicado, la mejor manera de evitar la infección y protegernos frente a la covid 19 es, por un lado, utilizar correctamente una mascarilla siempre que estemos en contacto con otros y en cualquier lugar. Incluso al aire libre si no se puede mantener la distancia entre personas, la cual suele ser difícil de conseguir.
También debemos evitar los espacios cerrados, ventilar enérgicamente y lavarnos las manos de manera frecuente. Aunque el riesgo de contagio mediante superficies es bajo, es útil el lavado frecuente de manos y la utilización de gel hidroalcohólico para evitar la transmisión por fómites, según indican los CDC. Que la probabilidad de contagio sea muy baja no quiere decir que sea imposible.
Igualmente debemos disminuir al máximo las reuniones con otras personas procurando que estas tengan lugar en espacios ventilados, con el menor número posible de asistentes, con la menor duración posible y con separación entre personas de al menos dos metros. Es decir, no podemos relajar las medidas de prevención hasta que los datos y la evolución de las vacunas nos indiquen lo contrario.
Deberíamos actuar como si cualquier persona con la que estamos en contacto estuviera potencialmente infectada. De este modo, disminuiremos muchísimo el riesgo de contagio y, por tanto, la posibilidad de infectarnos y enfermar.
María Elisa Calle Purón, Epidemiología, Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad Complutense de Madrid