Un estudio liderado por investigadoras del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), realizado en colaboración con investigadoras de la Universidad de La Laguna y el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, ha realizado el primer inventario de los tsunamis que han afectado a las costas canarias desde época romana. Los datos recopilados en este estudio pueden ayudar a desarrollar y validar modelos numéricos que permitan calcular el tiempo que tarda en llegar un tsunami a la costa desde que se produce el terremoto que lo causa y la altura de ola. El artículo ha sido publicado en la revista Geosciences.
Muchos de los tsunamis más recientes no han sido percibidos por la población. Los de mayor magnitud, como los de 1755 o 1761, no causaron daños graves porque cuando se produjeron la población vivía principalmente en la zona interior de las islas. Actualmente, la población se concentra en las zonas costeras, donde además se sitúan los principales núcleos turísticos, por lo que el riesgo ha crecido exponencialmente.
“Es fundamental conocer los riesgos a los que estamos expuestos sin crear alarma para poder reducir su impacto. Igual que nos ponemos el cinturón en el coche porque existe la probabilidad de que tengamos un accidente, en todas las zonas expuestas a tsunamis la población debería saber, por ejemplo, que si el mar se retira de repente podemos estar ante un tsunami y tenemos que dirigirnos hacia una zona elevada”, explica la investigadora Inés Galindo, jefa de la Unidad de Canarias del IGME-CSIC.
Los resultados de este trabajo son fundamentales para avanzar en el estudio de los tsunamis en el Atlántico, ya que permiten actualizar los catálogos de tsunamis nacionales e internacionales, y aportan información importante a los modelos predictivos para tratar de saber cómo se propaga el tsunami desde el epicentro del terremoto y generar alertas. Por otro lado, se trata de información básica para el desarrollo del Plan de Emergencias de Protección Civil de la Comunidad Autónoma de Canarias ante Maremotos, ya que el Plan Estatal incluye al archipiélago como una de las zonas de mayor peligrosidad, con alturas máximas de ola que podrían alcanzar los 8 metros.
“El pasado es la clave del futuro. Para poder reducir el impacto de un riesgo geológico es básico conocer cómo ha sido en el pasado. Debemos estudiar cada cuánto ocurren, cuál es su magnitud, cómo se originan, etc. Algunos de los tsunamis ya estaban incluidos en los catálogos internacionales, otros estaban en estos listados, pero no se habían hallado evidencias de que habían llegado a Canarias, o simplemente no se conocían”, añade Galindo.
La mayoría de estos tsunamis inventariados han sido causados por terremotos con epicentro localizado al suroeste de la península ibérica, pero hay otros asociados a deslizamientos o desprendimientos de rocas litorales. El peor tsunami analizado en el estudio es el de 1755, provocado por el Terremoto de Lisboa, que dañó gravemente las Salinas del Río en Lanzarote, que fueron abandonadas años después. “Durante este evento se vieron afectados edificios e infraestructuras en todo el archipiélago y la población se alarmó bastante porque se produjo el día de todos Los Santos y muchos pensaron que era un castigo divino. De todas formas, dados los estragos que causó el tsunami en Lisboa y el sur peninsular, fue como si en Canarias no hubiera pasado nada”, comenta la investigadora del IGME-CSIC.
Este estudio ha descubierto, además, un depósito de oleaje de alta energía en la isla de La Graciosa que podría ser la evidencia geológica de un tsunami ocurrido en época romana.
Marta García Gonzalo / CSIC Comunicación