Benidorm, motor turístico y, por lo tanto, económico de la comarca, supone una extraordinaria singularidad en el modelo del turismo de la práctica totalidad de la costa mediterránea.
Allí donde la inmensa mayoría de los destinos que durante la segunda mitad del siglo pasado apostaron todo al efecto llamada que suponían las tranquilas aguas del Mediterráneo y el eterno buen tiempo del litoral levantino fracasaron; la ciudad de los rascacielos supo, casi desde el principio de los tiempos, diversificar su oferta y adaptarse al cambio de usos y necesidades de sus visitantes, para lograr la cuadratura del círculo que, en este caso, representa la desestacionalización.
Actividad todo el año
La capital turística de la Costa Blanca es uno de los pocos -por no decir el único- destinos que, teniendo como principal argumento de atracción el sol y playa, supo conjugar otros encantos para garantizarse una ocupación lo suficientemente elevada como para que su maquinaria económica funcionara durante todo el año.
Esta afirmación anterior, claro, tiene ciertos matices, pero no deja de ser una realidad más que palpable que Benidorm, y los municipios que gravitan alrededor de su fama mundial, presenta, al contrario que en otras zonas igualmente conocidas en el Viejo Continente, como la Costa del Sol, la Costa Dorada o la Costa del Azahar, por poner sólo tres ejemplos, una actividad ininterrumpida durante los doce meses del año, imposible de imaginar para los demás.
Benidorm ha actuado como foco de atracción para que otros municipios de la comarca aumenten sus poblaciones
Atracción de población
Pero esa singularidad del gigante benidormense no sólo se comprueba en su comparación con destinos lejanos, sino que la ciudad también es una ‘rara avis’ en su entorno más cercano.
Mientras que Benidorm ha apostado claramente por un modelo más ‘hotelero’, el resto de poblaciones de la zona, con l’Alfàs del Pi, Altea y La Nucía a la cabeza, supieron aprovechar la creciente fama de la Marina Baixa entre sus visitantes, para posicionarse con sus apuestas por el llamado turismo residencial.
Simplificando mucho el asunto, mientras Benidorm conseguía atraer a los visitantes hacia la zona y dársela a conocer, el resto de municipios los ató para los restos. La mayoría de ellos, de edad avanzada, consideraba en aquel momento que Benidorm podía estar bien para disfrutar durante un par de semanas, pero que la tranquilidad que ofrecían sus poblaciones cercanas era una opción perfecta para establecer su residencia.
Aunque en las últimas décadas es innegable que Benidorm también ha sabido poner sobre la mesa sus muchos atractivos para que no pocas personas y familias fijen allí su residencia, lo cierto es que esa tendencia inicial se ha ido manteniendo y, de nuevo siendo muy simplistas, la capital turística se mantiene como destino vacacional imbatible, mientras que el resto de la Marina Baixa engorda su población de residentes.
Entre 1960 y la actualidad la Marina Baixa ha quintuplicado su población hasta alcanzar los 190.000 habitantes
Boom demográfico
Todo ello supuso -y así se mantiene- un gran reto para unos municipios que, durante siglos, se habían dedicado a la pesca y la agricultura y cuyos servicios, evidentemente, estaban dimensionados a poblaciones que, en algunos casos, apenas rozaban el millar de habitantes.
L’Alfàs del Pi puede ser un caso paradigmático, pasando de 955 habitantes en 1960 a más de 20.000 en la actualidad. Similar es el caso de La Nucía, que arrancó la década de los 60 con 1.400 y que hoy roza los 20.000. También con algo más de 21.000 habitantes en la actualidad, Altea es el otro municipio de la Marina Baixa que apostó claramente por el turismo residencial tras arrancar ese periodo histórico con unos 5.000 en 1960.
En total, la Marina Baixa ha pasado de tener una población de 40.000 habitantes en 1960 a casi 190.000 en la actualidad, o lo que es lo mismo, a quintuplicar el número de personas residentes en sus municipios.
La mayoría de los nuevos habitantes son europeos de edad avanzada que, por muchos motivos, preferían no empadronarse
Población real vs censo
Como es de sobra conocido, la mayoría de los nuevos habitantes que durante todas estas décadas han ido llegando a las poblaciones de la Marina Baixa han sido europeos de edad avanzada que, por muchos motivos, preferían no empadronarse en los municipios a los que llegaban y, por lo tanto, se convertían en una suerte de ‘población fantasma’ que no computaba a la hora de que las administraciones supramunicipales, desde el Gobierno de España hasta la Diputación Provincial de Alicante, pasando por la Generalitat Valenciana, los tuvieran en cuenta en el momento de fijar dotaciones presupuestarias.
Preguntados al respecto, existe un consenso entre los responsables de las áreas de residentes extranjeros de los distintos municipios de la Marina Baixa a la hora de señalar los motivos que han llevado, históricamente, a que sus nuevos vecinos no tramitaran su empadronamiento.
Aunque son varios, dos destacan sobre todos los demás. El primero, en realidad, tiene que ver con la edad de los recién llegados. Casi todos ya jubilados, muchos temían que una doble fiscalidad les hiciese perder poder adquisitivo o temían, incluso, un recorte en sus percepciones por parte de sus países de origen.
Muy relacionado con esto anterior, destaca también el hecho de que la mayoría de ellos no precisan de servicios públicos esenciales como la Sanidad, ya que cuentan con seguros de salud privados y, por lo tanto, no hacen uso del sistema público, así como tampoco tienen menores a su cargo que deban ser escolarizados.
La consecuencia directa del no empadronamiento es una preocupante infradotación en servicios e infraestructuras básicas
Sistemas diferentes
Esos mismos ediles destacan que el sistema censal español, que nada tiene que ver con la obtención del permiso de residencia (que sí implica obligaciones fiscales), no tiene relación alguna con los sistemas de los principales países emisores de este tipo de turistas residenciales y, por lo tanto, muchos de ellos se encuentran en una situación de desconocimiento e incomprensión de la importancia de este trámite.
Pero la consecuencia, como se argumenta desde todos los ayuntamientos consultados, es siempre la misma y crucial para el normal crecimiento de los municipios: una preocupante infradotación en servicios e infraestructuras básicas que acaba por poner a sus responsables políticos ante una difícil coyuntura como es la de rebajar la calidad de los mismos o asumir, mediante subidas de impuestos, los gastos que implica.
Policía Local, servicios sanitarios, recogida de basuras, Bienestar Social, servicios técnicos, transporte urbano… son sólo algunos de los muchos ejemplos que se podrían poner sobre la tipología de las necesidades diarias que dejan de ser suficientemente cubiertas por esta cuestión. Y todo ello, claro, sin entrar a cuantificar las propias infraestructuras que hacen más cómoda y habitable una ciudad.
Un cálculo realista para conocer la población real sería multiplicar los extranjeros censados por 1,5 o 2
Cifras que asustan
Conocer la cantidad exacta de residentes extranjeros que se encuentran en esa bolsa de ‘población fantasma’ es imposible de saber, pero desde las áreas de estadística de los consistorios comarcales señalan que, ciñéndonos a aquellas personas que viven en la zona al menos seis meses y un día -es decir, más de la mitad del año-, una aproximación bastante realista sería la resultante de multiplicar su población extranjera censada por entre 1,5 o 2.
Si ese factor de multiplicación no resulta llamativo, sí lo es trasladarlo a cifras reales. L’Alfàs del Pi es el municipio que cuenta con una mayor cantidad de extranjeros censados, con cerca de 12.000, por lo que, en el modelo más conservador, sus cifras reales rondarían los 18.000. La Nucía, con casi 8.000 residentes de otras nacionalidades censados, tendría una población de esta procedencia de casi 12.000 personas, y Altea pasaría de sus 10.000 registrados a los 15.000 reales.
Todo ello, claro está, sin hablar de un Benidorm que registra ahora cerca de 25.000 habitantes extranjeros, pero en el que el problema es relativamente menor ya que la edad media de sus residentes extranjeros es menor que en su entorno y los motivos principales de llegada son laborales, por lo que sus cifras se acercan mucho más a la realidad.
Ajuste en los censos
Aunque ninguno de los ayuntamientos consultados lo reconoce abiertamente, una práctica habitual durante años en los municipios turísticos -no sólo en la Marina Baixa- fue la de no ser excesivamente diligentes a la hora de confirmar las bajas en el sistema.
Así, mientras que si una persona se empadronaba en otro municipio de España el sistema provocaba su baja de su población de residencia anterior de forma automática, no había manera de automatizar otros motivos de marca, como los regresos a los países de origen o las defunciones.
Con poblaciones tan envejecidas, se llegaron a dar casos de extraordinaria baja mortandad -respecto a lo que sería esperable estadísticamente- en muchos municipios, algo que, durante la crisis de 2007, no pasó desapercibido para Hacienda que metió la tijera en los censos y, de un plumazo, redujo drásticamente la población de muchas localidades.
Esto, en un contexto como aquel, provocó la indignación de unas poblaciones que veían cómo, en el peor momento posible, sus problemas de infradotación se iban a ver aumentados de forma exponencial, motivo por el que todas ellas se lanzaron a realizar campañas masivas de empadronamiento entre sus residentes extranjeros.
Las campañas de concienciación y el Brexit han servido para paliar en parte la situación
Campañas de concienciación y Brexit
Aquellas campañas, con mayor o menor intensidad, nunca se han detenido y, de nuevo con un acuerdo unánime entre las distintas administraciones locales de la comarca, han sido todo un éxito ya que, en apenas una década, no sólo se ha conseguido reparar el daño que aquel recorte hizo en los números censales, sino que muchas de ellas han visto significativamente aumentada su población.
Un aumento que los responsables políticos achacan a dos factores principales. Siguiendo una línea temporal, el primero de ellos es la cada vez mayor concienciación que esas campañas han conseguido despertar entre los residentes extranjeros que, como ya apuntaban anteriormente, muchas veces desconocían la necesidad del trámite censal y las consecuencias que para ellos y sus vecinos tenían esos ‘olvidos’.
El segundo, mucho más reciente, tiene un nombre claro: Brexit. La salida de Reino Unido de la Unión Europea ha obligado a una ingente cantidad de británicos, muchos de ellos residentes fijos en España desde hace décadas, a regularizar su situación antes de verse despojados de una gran cantidad de derechos y perderse en un limbo burocrático de incierto final.
Futuro incierto
Si la todavía presente pandemia coronavírica tendrá algún tipo de efecto -más allá del aumento de la mortandad derivada de la enfermedad- sobre los censos de las poblaciones de la Marina Baixa, es algo que todavía no se sabe. Los datos relativos a los movimientos demográficos deben estudiarse e interpretarse a lo largo de series históricas más o menos largas y, por lo tanto, es todavía pronto para posicionarse al respecto.
Esa es la opinión generalizada en los consistorios comarcales que, eso sí, aseguran que, en el mejor de los escenarios posibles, estaremos hablando de un estancamiento poblacional ya que el parón productivo vivido entre 2020 y 2021, con especial incidencia en el turismo, no ha podido ayudar en forma alguna a que la Marina Baixa haya tenido ‘tirón’ laboral.
Confían, eso sí, que todos aquellos residentes que no pudieron viajar a España el pasado año en los meses invernales sí lo hagan tras este verano, una vez que la mayor parte de las restricciones se hayan levantado.