Desde que era pequeño me inculcaron el respeto a las personas mayores, por merecimiento propio. Son quienes nos han traído a este mundo y acumulan experiencia suficiente como para que merezcan ser escuchados.
De referente a estorbo
Con el paso de los años esto está cayendo en desuso, a los mayores se les deja hablar poco porque ‘solo cuentan batallitas’ y se les aparta, ya que no entienden todo este mundo nuevo basado cada vez más en la tecnología y menos en el calor humano.
Y desgraciadamente de esto se empapa todo el sistema, y resulta preocupante. Así ha sido en esta pandemia en la que solo en residencias de mayores han fallecido 29.628 personas a causa del coronavirus, según datos disponibles al 13 de junio recopilados por los ministerios de Derechos Sociales, Sanidad, y Ciencia e Innovación.
Masacre vírica
Especialmente en los primeros meses es cuando se produjo esta auténtica masacre vírica, en la que muchos mayores quedaron de lado y no se les llevó ni a los hospitales para poder ser tratados. Nadie sabe lo que pudieron sufrir aislados en sus habitaciones, con un miedo extremo en su entorno y sin saber que estaba pasando.
Solo hay que ver el porcentaje de fallecimientos en estas residencias: uno de cada tres positivos (88.830 desde el inicio) perdió la vida.
Sin responsables
Estos son los datos y luego viene la lógica. Estamos hablando de vidas, pero todo ha quedado ahí, sin más; ha pasado y ya está. No se han buscado responsabilidades y es como si no hubiera ocurrido nada.
Y siendo un horror que nadie sea responsable de la mala planificación, previsión y medios, es aún peor si cabe el que no se tomen medidas. Queda claro que en las residencias de mayores los medios son insuficientes. Nosotros ya lo hemos denunciado muchas veces. Estos establecimientos, que cuestan al usuario cerca de los 2.000 euros mensuales, luego no tienen ni servicio médico fijo, ni de enfermería especializada en geriatría, etc.
Escurrir el bulto
En el día a día a las personas mayores se les manda directamente desde estas residencias a los hospitales, con lo que esto supone física y psíquicamente a este colectivo que por su edad, y como dicen los expertos, lo mejor es desubicarles lo menos posible. Pero eso no va con las residencias, que solo quieren el dinero pero no las responsabilidades, y por lo tanto se quitan el problema de encima a las primeras de cambio.
Aunque la culpa no es solo de estas empresas que piensan más en el beneficio que en realizar bien su trabajo, también lo es de los legisladores que no toman las medidas adecuadas para que esto no pueda ocurrir. Y no será por falta de denuncias y reclamaciones.
Igual que nos han obligado a todos a meternos en casa o usar mascarillas, ¿por qué no se obliga a las residencias de mayores a tener los medios adecuados?
Medios insuficientes
El caso es que, volviendo a como cada vez se aparta más a los mayores y se les pierde así todo respeto, no se sabe que va a ocurrir con todos nosotros, la llamada generación del baby boom (los nacidos entre 1958 y 1977) o ‘boomers’ como dicen los más jóvenes, cuando llegue el momento de la jubilación.
Actualmente en España hay cerca de nueve millones de personas con 65 o más años, para los que existen (o existían al menos antes de iniciarse la pandemia) 3.844 residencias privadas y 1.573 de carácter público.
En total 373.000 camas, que evidentemente se antojan insuficientes para el volumen de personas mayores y lo que está por venir. Cada vez se viven más años, aunque también más personas lo hagan como no les gustaría padeciendo graves enfermedades que les impiden acordarse ni de quienes son, por ejemplo.
Futuro poco halagüeño
Los hijos cada vez se quedan menos con sus padres en casa cuando éstos son mayores, puesto que el trabajo y la forma de vida actual quizás lo hace más difícil. ¿Qué plan se tiene para todas las personas mayores? Es evidente que la mayor parte no puede pagar los casi 2.000 euros de media por persona que piden las, además insuficientes, residencias privadas.
Tampoco a las personas se les permite decidir por su futuro. Hoy en día uno puede hacer un testamento vital que refleje el deseo de no seguir viviendo de una forma asistida, pero no se permite manifestar el deseo de no querer vivir como un mueble, esperando en una esquina a que alguien le haga diez minutos caso y sin reconocer a sus seres queridos, si es que van a verlos con el ajetreo del día a día.
Se ha perdido el respeto por los mayores, y sinceramente poco se puede esperar de una sociedad que hace eso porque quiere decir que es una sociedad egoísta, anti-solidaria y con un futuro poco esperanzador.
Sociedad incongruente
Las personas vivimos insertos en este nuevo mundo basado en la tecnología y las contradicciones. Por ejemplo, se presume de la importancia de la sostenibilidad como un elemento imprescindible para la subsistencia del ecosistema y del propio ser humano, pero en cambio, incluso quienes defienden esto, están enmarcados en una globalización galopante (un simple ejemplo son las compras en Amazon y Aliexpress o la utilización de las redes sociales) y sin freno.
Otro ejemplo es el que ya hemos puesto alguna vez; mucho enarbolar la bandera del ecologismo y criticar a otros, pero que a nadie le quiten su smartphone a pesar de que funcione gracias a una contaminante batería de litio, esté creado con minerales ‘asesinos’ como el coltán, necesiten centrales nucleares para obtener toda la electricidad que mantiene viva la Red, se fabriquen con obsolescencia programada llenando islas enteras de basura tecnológica, y además provoquen que tengamos millones de ondas constantes sobre nuestras cabezas de cuyo efecto nadie habla.