Este mes se cumple el 330 aniversario del que quizás haya sido el episodio más heroico protagonizado por los alicantinos. Hablamos de la resistencia al terrible bombardeo marítimo que la armada francesa efectuó contra la ciudad durante diez interminables días. Un ataque que supuso incontables consecuencias para Alicante, algunas de las cuales todavía son visibles hoy en día.
La gran flota francesa
A finales del siglo XVII España y Francia entraron en guerra, algo que no era ninguna novedad en aquella época. Si bien en 1684 ambos países firmaron una tregua, la paz fue harto efímera pues el rey francés Luis XIV decidió romperla solo cinco años después. Así estallaría la conocida como la Guerra de los Nueve Años.
En el verano de 1691 el Reino de Francia armó una gran flota naval en Marsella con la intención de atacar los tres grandes puertos españoles del Mediterráneo: Barcelona, Alicante y Cartagena. Dirigidos por el almirante Victor-Marie d’Estrées, 42 barcos galos llegaron a la ciudad condal el 11 de julio e iniciaron un potente bombardeo.
Si bien causaron bastantes daños, los franceses se dieron cuenta de que Barcelona estaba bastante protegida por un numeroso contingente de soldados españoles. Por ello, al día siguiente decidieron proseguir su camino hacia una ciudad que pensaban sería mucho más fácil de conquistar.
Inicio del bombardeo
La flota de d’Estrées arribó a Alicante el 21 de julio. El almirante envió una misión diplomática a la ciudad antes de iniciar las hostilidades, ofreciendo no atacar a cambio de una rendición pacífica y también de una suma considerable de dinero.
El gobernador alicantino Jaime Antonio Borrás no solo rechazó este chantaje francés, sino que incluso tuvo la osadía de ordenar a sus hombres que apuntaran los cañones hacia los barcos y dispararan. Así somos los alicantinos, tenemos un enemigo eminentemente superior enfrente y en lugar de intentar retrasar el conflicto… les disparamos primero. ¿Quizás de ahí venga lo de ‘Palante como los de Alicante’?
La reacción de la flota francesa no se hizo esperar. Los navíos de guerra desataron un auténtico infierno de fuego sobre Alicante, causando grandes pérdidas humanas y materiales.
Al día siguiente d’Estrées ordenó el desembarco de sus tropas. Algunas fuentes dicen que desembarcaron por el Puerto y otras por Babel. Incluso no es descartable que fuera por ambos lugares, en un ataque a dos bandas. Sea como fuere, el caso es que fue un auténtico desastre. Las defensas alicantinas lograron matar a al menos una cuarentena de franceses, y los supervivientes se echaron otra vez al mar huyendo despavoridos.
Los franceses trataron de desembarcar dos veces, pero ambos ataques fueron rechazados por las defensas alicantinas
Un respiro
Así pues los galos continuaron disparando proyectiles contra Alicante, convirtiendo esta operación en una batalla de desgaste. El 24 de julio la naturaleza quiso ofrecer un respiro a los alicantinos y la mar se puso picada. A d’Estrées no le quedó más remedio que detener el bombardeo y ordenar la retirada de sus barcos mar adentro, por miedo a que quedaran encallados en la costa convirtiéndose en un blanco fácil para los cañones alicantinos.
Durante esta tensa calma, el almirante francés dirigió otra oferta de rendición al gobernador Borrás. La respuesta fue la misma: “Alicante no se rinde”. De hecho la ciudad aprovechó para abrir sus puertas dejando que entraran voluntarios y víveres de otras localidades cercanas. Todos se preparaban para seguir aguantando.
Las olas amainaron y el bombardeo se reinició el 26 de julio. Al día siguiente d’Estrées intentó un nuevo desembarco por sorpresa… con idéntico resultado. Una vez más las tropas francesas fueron rechazadas y tuvieron que volver a echarse al mar.
La flota francesa lanzó más de 4.000 bombas sobre la ciudad
Llega el rescate
Los proyectiles siguieron cayendo sobre lo que quedaba de Alicante durante los días 28 y 29. Se calcula que los franceses dispararon más de 4.000 bombas durante todo este ataque. No conocemos el número de alicantinos que perecieron, pero las fuentes hablan de que sobre el 90% de los edificios fueron destruidos o sufrieron daños. Fue el bombardeo más terrible hasta entonces sufrido por nuestra ciudad en toda su historia.
La situación ya era límite el 30 de julio. Probablemente la rendición se antojaba inminente, pues llega un momento en el que no queda prácticamente nada por lo que resistir. Hasta que de repente un vigía ubicado en el cabo de Santa Pola se subió a lomos de un caballo y cabalgó a toda prisa hasta Alicante. Traía las mejores noticias posibles. A través de su catalejo había avistado una gran flota de la Armada Real Española aproximándose.
Las tornas cambiaron completamente. Ahora era la flota francesa la que estaba arrinconada, después de haber gastado la mayor parte de su pólvora en este ataque a Alicante que había sido muchísimo más largo de lo esperado. D’Estrées rápidamente comprendió que no estaban en condiciones de sostener una batalla naval, y ordenó la retirada de todos los barcos a Francia. Aún así, algunos no pudieron escapar a tiempo y fueron hundidos por los buques españoles.
Los escombros de las casas destruidas se utilizaron para ganar metros al mar
La reconstrucción
Así fue como Alicante aguantó heroicamente un eterno bombardeo de diez días, aunque a un precio muy alto. Todavía hoy se pueden apreciar algunas marcas de los proyectiles franceses de 1691, por ejemplo en las paredes de la Basílica de Santa María.
La localidad tuvo que reconstruirse prácticamente entera durante los siguientes años. El propio edificio del ayuntamiento quedó destruido y fue necesario levantar uno nuevo (el actual).
Muchos de los escombros de las casas derruidas se utilizaron para ganar metros al mar y edificar una muralla marítima que protegiera mejor la ciudad ante futuros ataques. Gracias a ello, hoy podemos disfrutar de la Explanada.