Muchos opinan que hay un antes y un después de esta pandemia de la covid-19 y puede que tengan razón. El problema es hacia dónde nos ha cambiado.
Persecución a la juventud
Por ejemplo con la juventud, que ahora parecen imprudentes que van contagiando alegremente. Botellones han existido siempre y desde hace muchos años son ilegales. ¿Dónde está esa policía que puede poner más de un millón de multas por saltarse toques de queda -posteriormente declarados ilegales- y similares y no puede vigilar que este tipo de ‘reuniones’ no se realicen?
Pero el egoísmo que nos ha producido, prefiero pensar que es miedo, es tal, que en cuanto en la televisión salen y dan cuatro cifras muchas personas se lanzan a buscar culpables y sentenciar, sin más.
Limitación a la venta de alcohol
Todo parece que vale. Unas personas maduras no pueden comprar unas simples cervezas en un supermercado a partir de las ocho de la tarde porque está prohibida la venta de alcohol desde esa hora. Y la gente no solo lo admite, sino que lo justifica.
¿Y cuál es el motivo de esa prohibición? Aunque quien te conteste no esté seguro va a decir que es por los jóvenes y sus botellones. Una tontería tan grande como pensar que no lo pueden comprar diez minutos antes de las ocho o que un adulto está realizando esa compra para irse de ‘marcha por la calle’.
Pero claro, como en nombre del miedo, en este caso representado bajo la covid, todo vale, pues en lugar de reivindicar que se persiga una acción prohibida, insisto, como los botellones, es preferible que prohíban la compra a toda la población. Tan absurdo como si por cuatro conductores que pillarán a 220 kilómetros por hora prohibieran circular a todos.
Vivimos hipnotizados
Últimamente parece que vivimos hipnotizados. Estamos con la palabra incidencia como en la crisis económica del final de la primera década de este siglo con la prima de riesgo, esa que pasó de ser un dato económico a convertirse en parte de nuestra familia. Cada vez que subía la prima de riesgo temblábamos los españoles.
Ahora nos machacan con la incidencia, ese dato incontrolable y que nunca cuadra entre lo que trasmiten las autonomías y lo que dice el estado; un indicador en el que entran personas que están perfectamente sanas (aunque en teoría no porque el motivo es que son asintomáticas), e igualmente tiemplan las ‘canillas’ de todos.
Nadie sabe de dónde salen esas cifras (al menos desde este periódico hemos consultado sin obtener datos). Todo parece indicar que cuando se detecta un positivo se contacta con todos los que han estado a su lado y se les dice que tienen que guardar la llamada ‘cuarentena’. Quizá a algunos se les realice algún tipo de prueba, pero a la mayoría no. Eso sí, se les queda en casa y hay que diagnosticar un motivo.
Vacunación por miedo
Dentro de las teorías está la de ir metiendo el miedo y la presión a ciertos colectivos (hasta ahora eran los jóvenes y desde hace unos días llega el turno de las embarazadas) para que nadie se escape sin poner la vacuna.
Eso sí, no se presiona sobre lo verdaderamente necesario, que son más medios sanitarios para que puedan absorber las necesidades presentes y futuras. La presión hospitalaria la provoca la escasez y precariedad de nuestro sistema. Según el Ministerio de Sanidad en nuestra comunidad autónoma el número de camas hospitalarias es de dos por cada mil habitantes… sin palabras.
El ‘elixir’ milagroso
Comparto y entiendo que la población en general esté convencida de que las vacunas es el elixir milagroso que les va a salvar, aunque particularmente por cada persona que conozco que lo ha pasado mal con la covid puedo decir cien que han pasado unos días ‘difíciles’ (algunos más que eso) con la puesta de la vacuna. Eso a las televisiones no les ha interesado difundirlo para no crear alarma, como sí hacen con la incidencia.
No quiero que nadie interprete mal mis palabras (o sí, cada uno es libre en su pensamiento, faltaría más), lo que intento es simplemente trasmitir que cada uno debe decidir. Si algo no es obligatorio nadie es quien para forzar, porque si todo estuviese tan claro sería obligatorio y punto.
En las autovías no se puede ir a más de 120 kilómetros por hora (a veces menos) ya que está prohibido. ¿Por qué no se atreven a obligar? Porque nadie sabe los efectos a corto, y menos aún a medio y largo plazo. Por lo tanto, no se atreven a tener que asumir esa responsabilidad que implicaría la obligación.
Miedo a lo desconocido
En cambio, cada persona quiere tener razón y obligar al resto, hasta incluso ofendiendo si no quieren actuar como el ‘grupo’ (que si digo rebaño se ofenden algunos). En esta pandemia han muerto decenas de miles de ancianos aislados de forma cruel en las residencias y eso parece no importar.
Me he encontrado con alguna persona que disculpa la falta de atención en aquellos momentos a los padres, abuelos, etc. de muchos de nosotros diciendo que era por miedo a lo desconocido. ¿Y no pueden existir personas que tengan también miedo a lo desconocido y lo que les pueda ocurrir vacunándose?
Base poco sólida
Todo cambia de un momento a otro. A todos nos metieron en casa con un estado de alarma que desde este medio denunciamos que no era legal, como lo hicimos (impreso está) con las multas que iban imponiendo o los toques de queda. En cambio, se siguen poniendo toques de queda. ¿Si algo no funciona van a asumir responsabilidades?
Seguro que me van a llover las críticas por no atender la versión oficial y unirme a la masa, pero si hablamos constantemente de prueba / error… yo prefiero decidir por mí mis