Quizás no sean los bichos más bonitos de la creación, pero la inmensa mayoría de nosotros relaciona el canto del grillo con momentos de relax. Noches, casi siempre veraniegas, en el campo en las que el canto de estos animales –grillar, según la RAE– son la banda sonora habitual.
Un ruido que, al contrario de lo que sucede con sus primas las chicharras, transmite una sensación de paz, tranquilidad y sosiego, pero que, quizás, la mayoría de nosotros no sabemos a qué es debido.
Termostatos naturales
Diversos estudios han demostrado que el canto de los grillos está directamente relacionado con la temperatura. En otras palabras, los grillos son auténticos termómetros naturales y la frecuencia de sus sonidos nos puede ayudar, con precisión casi milimétrica, a conocer la temperatura exacta.
La explicación a este comportamiento está en su metabolismo. Los grillos, como la mayoría de los insectos, no son capaces de autorregular su temperatura corporal y, a la vez, son muy sensibles a los cambios de temperatura.
Un cálculo rápido
Así, lo primero que debemos tener en cuenta es que cuanto mayor es la temperatura, mayor es la velocidad de reacción de los grillos y, en consecuencia, aumenta la frecuencia de su canto.
Con ello en mente, hay una fórmula para calcular la temperatura del aire en base al número de cantos que realizan por minuto. Para ello, debemos dividir la cantidad total de cantos que realiza el grillo en minuto entre cinco y, al resultado obtenido, restarle nueve. El número obtenido será, con un margen de error ínfimo, la temperatura en ese instante.
Condiciones de ‘funcionamiento’
Pero esto no siempre funciona. O, al menos, no en determinadas condiciones de frío o calor. Como hemos dicho, los grillos no pueden regular la temperatura de su cuerpo, por lo que su respuesta sonora sólo se produce en un rango de temperaturas determinado.
El grillo comenzará a grillar siempre que la temperatura alcance o supere los 15 grados. Además, si el calor es muy intenso y supera los 36ºC, el ritmo de los mismos comenzará a descender hasta desaparecer por completo por encima de los 40ºC.