Antonio Vicente Espinosa / Vecino centenario (Elche, 4-junio-1917)
La longevidad crece sin cesar a medida que la humanidad adquiere más conocimientos y desarrolla más avances científicos. Sin embargo, la esperanza de vida media sigue estando lejos de los 100 años, y ya no digamos de los 104, que son los que tiene ya cumplidos Antonio Vicente, que nació en Elche el 4 de junio de 1917.
Los que superan esta cifra representan una minoría, aunque son más cada día. Para la ciencia son objeto de estudio valiosísimo, puesto que pueden guardar en su interior algunos secretos clave para alargar la vida humana, y una vez más dicen que el tipo de alimentación parece ser una de las claves.
Antonio explica que su secreto cree que ha sido trabajar toda la vida en el campo al aire y al sol de la huerta ilicitana en su casa de campo en la pedanía de la Hoya, lugar en el que siempre ha cultivado sus verduras como principal fuente de alimentación, además de una “copita de vino tinto” en algunas comidas que sigue tomando a día de hoy cuando le dejan.
No toma ningún medicamento
Cada mañana hace sus ejercicios para intentar mantenerse en forma y seguir conservando un corazón sorprendentemente fuerte. Tan fuerte, que dice que piensa llegar a los 110 años, y nos ha invitado ya a esa celebración.
Salvo los lógicos achaques de la edad como la artrosis, la vista y algo de sordera, su salud es perfecta, no toma ningún tipo de medicamento, sus análisis son como los de un chaval y tiene la cabeza perfectamente amueblada.
Tiene seis bisnietos y un hijo de casi 80 años. Ha vivido guerras, hambre, otras pandemias y toda clase de adversidades porque la vida en alguna de sus épocas no ha sido nada fácil.
¿Qué tal es su día a día?
Yo no madrugo, me levanto sobre las diez. Desayuno fruta, tostada integral con aceite de oliva virgen con jamón y un café. Después me voy a la plaza donde me reúno todas las mañanas con mis amigos, que ‘el mas joven’ tiene 92 años, y allí nos pasamos un buen rato arreglando el mundo y hablando de nuestras cosas.
Luego me gusta darme una vuelta por la huerta, tomar el sol, ver como van las cosechas y comer sano, sobre todo con los productos del campo, y de vez en cuando una copita de vino tinto. Aunque también me gustan otras cosas, pero no me dejan (se ríe).
«Me mandaron a Teruel al frente, y teníamos tanta hambre que comíamos hierbajos de los caminos»
¿Cómo que no le dejan?
Pues lo normal, mi familia está muy pendiente de mí y me cuida mucho, pero a mí lo que me apetece muchos días es comerme una sardina salada con un huevo frito y mojar pan.
¿Pero usted no tiene ningún problema de salud?
Ninguno, salvo los achaques propios de la edad como la vista, el oído o la artrosis. Pero yo tengo la tensión perfecta, el colesterol también, y los análisis los tengo como los de un chaval, pero claro, a mi edad debo cuidarme especialmente para poder seguir cumpliendo años.
Y de joven, ¿qué era lo que más le gustaba comer?
Yo aún tengo el recuerdo siendo niño del olor de las cocas que hacía mi madre. Le salían buenísimas y las hacía de todas clases, y a mí era lo que más me gustaba. Por encima de un bocadillo o cualquier cosa: las cocas del horno de mi madre.
«Aún tengo el recuerdo siendo niño del olor de las cocas que hacía mi madre»
¿Con la guerra las cosas se pusieron muy difíciles para poder comer?
Ni te imaginas. No teníamos nada. A mí me mandaron a Teruel al frente, teníamos tanta hambre que cogíamos hierbajos de los caminos, los hervíamos con agua dentro de una lata y nos lo comíamos. Y, cuando teníamos suerte y nos daban un chusco duro de pan, nos tenía que durar todo el día. Se pasaban mucha hambre y muchas penurias. Eso hay que pasarlo para entenderlo.
Recordará otras guerras…
Pues mira, por si no tuve poco ya con la Guerra Civil española, que me mandaron a Teruel a combatir, cuando volví en el 39 me mandaron tres años a la mili a Zamora, que aún hacía más frío que en Teruel. Aquello coincidió con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y fue muy duro; amigos míos y vecinos se fueron a combatir y nunca volvieron.
¿Por qué iban a combatir?
Lo mas triste es que no fueron por ideología sino por el jornal que les daban. Les pagaban diez pesetas al día, y como era el tiempo de la postguerra y no había ni comida ni trabajo ni dinero, se marchaban a otra guerra y se jugaban la vida para que sus familias tuvieran algo para poder comer.
Fueron dos guerras seguidas muy duras de las que se sabía muy poco, no es como ahora que te enteras de todo por la televisión. Recuerdo también las cartillas de racionamiento, haciendo colas inacabables por un poco de comida para toda la familia. Garbanzos, arroz, pan y poco más.
«Me parece que ahora se vive muy deprisa, en mis tiempos no se sabía lo que era el estrés»
Ahora vivimos la pandemia por covid-19, ¿ha vivido otras como la de la gripe española?
Yo era muy pequeño, pero sí, me contaron que uno de mis hermanos estuvo muy enfermo por culpa de aquella enfermedad, y recuerdo el miedo que había a contagiarse y morir. Algo muy parecido a lo que ha pasado ahora con esta pandemia. Pero, desde entonces hasta ahora, nunca había vivido nada igual ni pensaba que volviera a pasar algo así.
¿Qué le gustaría decir a sus paisanos desde aquí?
Lo mismo que les llevo diciendo toda la vida a mis hijos y a mis nietos. Que nunca sepáis lo que es vivir una guerra ni pasar hambre. Por lo demás, me parece que ahora se vive muy deprisa, en mis tiempos no se sabía lo que era el estrés. Por eso creo que deberíamos tomar las cosas con más calma para poder vivir más y mejor.