Los años 60 del siglo pasado supusieron el particular ‘big bang’ de Benidorm. Diversos factores fueron confluyendo para que toda la energía de un pueblo, que había sido cuna de los mejores arráeces del mediterráneo, se concentrara en un punto y estallara creando un universo completamente nuevo.
Una realidad que, de nuevo, orbitaba en torno al mar; pero que miraba a esa inmensa masa de agua de otra manera. Del Mediterráneo ya no interesaba tanto el horizonte como su orilla. Ya no se buscaban las riquezas de sus fondos, sino los beneficios de sus playas. La pesca, sector en declive ya por entonces, daba paso al turismo.
Lo que no cambió fue el carácter pionero y de liderazgo de la ciudad. Algo tenían -y tienen- las gentes de Benidorm para ser capaces de colocarse a la vanguardia de aquello que hacen. Primero, fueron los mejores almadraberos del Mediterráneo. Ahora, y ahí están las cifras para atestiguarlo, son los mejores ‘anfitriones’ de Europa.
Envidias y críticas
Benidorm, en fin, tiene muchos motivos por los que enorgullecerse de su producto turístico. Una pequeña ciudad de apenas 70.000 habitantes censados capaz de pelear por el liderazgo turístico ante destinos mucho más grandes y, en principio, con mucho más que ofrecer; algo tiene que estar haciendo bien a lo largo de los años para ocupar, década tras década, las primeras posiciones de las decisiones vacacionales de quienes la visitan.
Esa situación privilegiada, inevitablemente, ha generado también envidias y críticas. Algunas, absolutamente infundadas. Otras, en cambio, han podido ser exageradas atendiendo a intereses más o menos disimulados; pero no dejaban de tener un fondo de razón.
Durante demasiado tiempo -fruto, por otra parte, de la demanda que en ese momento tenía el mercado-, la capital turística de la Costa Blanca lo apostó todo al producto de ‘sol y playa’ y a la desestacionalización de la mano de los viajes del Imserso.
«Hemos primado la calidad del proyecto sobre la celeridad en la ejecución de la obra» A. Rodes
Adaptación al cambio
Pero todo aquello cambió. Los tiempos avanzaban y las necesidades variaban. Se fue asentando la necesidad de diversificar el producto para ser capaces de ofertar algo más que buenas playas, estancias a buen precio y una gastronomía decente. Era el momento de apostar por la excelencia y, de nuevo, Benidorm supo iniciar una senda que hoy por hoy sigue recorriendo con demostrado éxito.
Cuando aquello ocurrió, gran parte del peso de la transformación recayó sobre los hombros de la iniciativa privada. Los hoteles mejoraron sus instalaciones, los restauradores aumentaron la calidad de su producto, se crearon parques temáticos… pero una pata fundamental de la, con perdón por apropiación del neologismo ‘nueva normalidad’, seguía cojeando: la cultura.
A principios de los ‘locos 2000’, aquellos años en los que políticos de todo signo parecían disparar con pólvora de rey y construir infraestructuras como si aquello no fuera a costar dinero y disgustos, Benidorm proyectó dos instalaciones fundamentales para su desarrollo futuro: el Palau d’Esports l’Illa y el Centro Cultural. El primero se terminó, no sin más de un tropiezo. El segundo… ese tiene su propia historia.
Tras finalizar la primera fase de la obra, ahora habrá que abordar el diseño de la segunda, que no está presupuestada para 2022
La obra sin fin
Convertido desde 2004, cuando se iniciaron las obras, en un enorme bloque de cemento a modo de recordatorio de aquellos tiempos que estallaron con la ya lejana crisis del ladrillo, el Centro Cultural de Benidorm y su larguísimo culebrón comienza ahora a ver la luz al final del túnel.
Arrancó como una iniciativa local, pero cuando el mercado inmobiliario hizo ‘pum’, los cimientos del proyecto, ese que debía colocar a Benidorm en la primera división del turismo cultural y de congresos, temblaron hasta ver como el menguante ejército de operarios que seguían, con muchas interrupciones, trabajando en él desaparecieron por completo.
La primera fase incluye un auditorio menor con capacidad para 450 personas, el Conservatorio de Música y Danza y una sala de restauración
Monumento a otra época
La mole gris y deteriorada se convirtió en un monumento a otra época. A unos años que, si bien nadie quería olvidar para no repetirlos, incomodaban a todos. Se hizo lo que buenamente se pudo. Se tapó como una lona, algo así como el sarcófago bajo el que se enterró la central de Chernóbil. Pero, como también ocurrió con el reactor 4 de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin de Prípiat, aquello fue incapaz de tapar por completo las vergüenzas de lo sucedido.
Década y media larga ha permanecido el Centro Cultural de Benidorm durmiendo el sueño de los justos. En ese tiempo, se convirtió en motivo de disputa entre la administración local y la autonómica que, al final, consiguieron ponerse de acuerdo, no sin tiranteces, para desbloquear una situación que, por fin, atisba ya su solución definitiva, aunque no sin abandonar los problemas que parecen haberla convertido en una obra maldita.
El Centro Cultural de Benidorm inició sus obras en 2004 y, desde entonces, ha ido acumulando retrasos y problemas
Acabado, pero sin fecha
El director general de la Sociedad de Proyectos Temáticos de la Comunitat Valenciana (SPTCV), Antonio Rodes, informó a mediados del pasado mes de octubre del final de las obras de la primera fase del proyecto y de la “posible entrega a la ciudad de Benidorm” en un futuro muy próximo.
Rodes reconoció que la conclusión de los trabajos de esta primera fase de la actuación debería haberse producido, según recogía el pliego de condiciones, “en mayo de 2021 y, por lo tanto, existe un retraso de cuatro meses”, aunque anunció que los trabajos de construcción “finalizaron el pasado día 30 de septiembre”.
Las últimas modificaciones han hecho pasar el presupuesto desde los diez millones y medio previstos a los 12.750.000 euros de coste final
La pandemia, nuevo obstáculo
El director general de la SPTCV argumentó que los motivos de este retraso hay que buscarlos en los efectos de la pandemia, “que obligaron a parar los trabajos de la propia obra y que también influyeron en retrasos de varias semanas en los suministros”. Así mismo, apuntó a la necesidad de realizar “obras adicionales de reurbanización del entorno y al extremo celo por parte del arquitecto en cuanto a la vigilancia y ejecución” de los trabajos.
Según argumentó Antonio Rodes, desde la entidad promotora de la infraestructura “hemos primado la calidad del proyecto sobre la celeridad en la ejecución de la obra”, y afirmó que el hecho de tener que “dar explicaciones por cuatro meses de retraso en una obra de esta envergadura me hace sentir mal. Sobre todo, cuando hemos tenido que rescatarla hace diez años. La Generalitat no ha sido quien ha retrasado las obras, sino que, muy al contrario, ha sido quien las ha rescatado”.
Ayuntamiento y Generalitat deberán ahora negociar cómo proyectar la segunda fase de las obras
Rotura de stock mundial
Con la obra terminada, lo normal sería que la SPTCV hubiera anunciado ya la fecha de la entrega de la misma a la ciudad de Benidorm, pero, como todo en este proyecto, ese momento también sufrirá un retraso añadido.
Según explicó Rodes, al complejo le resta ahora la instalación “del centro de transformación de Iberdrola. Ahora nos encontramos con una rotura de stock tremenda en el mercado mundial de microchips y eso ha provocado que las celdas que deben integrarlo no se hayan podido servir”.
El director general de la SPTCV aseguró que desde la sociedad se está “urgiendo a la empresa para que las consiga”, aunque reconoce que es una “realidad ante la que nos sentimos impotentes. No pongo la mano en el fuego por ningún plazo ya que una rotura de stock mundial no se va a corregir por las urgencias del sector cultural de Benidorm”.
Adaptada a las necesidades
La ya finalizada -pero no entregada- primera fase de la obra del Centro Cultural de Benidorm incluye un auditorio menor con capacidad para 450 personas, el Conservatorio de Música y Danza y una sala de restauración.
Tal y como recordó Rodes, desde su diseño en 2004 hasta su finalización hace sólo unas semanas, “los conservatorios se han escalado al nivel máximo tras una petición del ayuntamiento que aceptamos pese a que encareció la obra notablemente”. Un aumento que el director general de la SPTCV ha cifrado en algo más de dos millones de euros “pasando, desde los diez millones y medio previstos inicialmente a los 12.750.000 euros de coste final”.
Falta la Fase II
Sin embargo, la entrega de esta primera fase supondrá únicamente el principio del final de esta larguísima historia que ha puesto en jaque la paciencia del sector cultural y de toda la ciudadanía benidormense ya que, como se encargaba de puntualizar Rodes, “este no es el total de la obra”.
En ese mismo sentido, el director general de la SPTCV decía haber recibido la orden, “por parte del President de la Generalitat Valenciana, de empezar a trabajar ya en la segunda fase de la obra”, que arrancarán con labores de “planeamiento y diseño en el momento en el que se entregue la primera fase”.
Nuevas negociaciones
Una proyección que, como ya sucediera con la primera fase, podría sufrir importantes modificaciones respecto a lo planificado en 2004 ya que “no sé si las necesidades de Benidorm son las mismas que entonces o si han podido aparecer otras que aconsejen un rediseño”, apuntaba Rodes a la vez que avanzaba que todo ello, de nuevo, “habrá que consensuarlo con el ayuntamiento”.
Por último, y en el marco del desarrollo de esa segunda y última parte del Centro Cultural, desde la SPTCV reconocían que “para el año 2022 no está presupuestada, pero sí debería estar en el del año 2023”.