La leyenda: ¡han tirado a la actriz tal, o al actor cual, o ambos, a la piscina del polideportivo municipal de L’Alfàs del Pi, en la fiesta inaugural del Festival de Cine! Y no sabes si fue verdad o va de mito instantáneo. Se repite casi todos los años, en el municipio situado entre Altea y Benidorm. La localidad se llena de famosos patrios del séptimo arte: unos deambulan por donde siempre, en las pantallas cinematográficas, pero otros se hacen carne sobre alfombra roja que les lleva hacia una Casa de Cultura bastante activa.
El Festival surge en 1988 imaginado por el cineasta y autor teatral alfasino Juan Luis Iborra, quien lo dirige hasta su 30 aniversario, en 2018, cuando desliza el testigo al actor y guionista zaragozano Luis Larrodera. Pero hunde sus raíces más atrás, al montar en 1955 Pepe Iborra (Pep el Panader, padre de Juan Luis) la sala La Academia (alquila el local a la Academia de los Músicos), en el centro urbano. En 1966 rebautiza La Academia como Mari Luz (por la ‘vedette’ Mary Luz Real, de breve filmografía y casada con el jugador y entrenador de fútbol Francisco Gento), y antes, en 1962, adquiere unos terrenos para abrir un cine de verano (Cinema Roma desde 1979, en el edificio donde atiende Niágara, el cinéfilo ‘bed & breakfast’, ‘cama y desayuno’, con cafetería).
Entre mimbres históricas
Esto de las leyendas y los mitos con base cierta le va mucho a L’Alfàs o Alfaz: desde su creación, con bautismo árabe, ‘al-fahs’ (campo sembrado o fértil). Se planta un pino piñonero (el Pi) en 1786 (van renovándose: el último en 2019, al fenecer el de 1949) en plena plaza del templo más torre con campanario, puerta de arco rebajado, celosías y cierto aire romano (incluso en la hornacina), alzado en 1784 como auxiliar del de Polop, pero desde 1892 iglesia parroquial de San José (patrono de L’Alfàs, 19 de marzo; con capilla al Cristo del Buen Acierto): lo que hoy es plaza Mayor, puro núcleo de pueblo antañón de la Marina Baja o Baixa.
Más historias: el 26 de marzo de 1857 el pío fraile alfasino Pascual Baldó Orozco (1807-1868) dona la talla barroca del Santísimo Cristo del Buen Acierto, que origina gran devoción (la imagen actual, en las fiestas del Jubileo de L’Alfàs, 7 al 10 de noviembre, es obra de 1939 del escultor valenciano Pío Mollar Franch, 1878-1953).
Pero con toda su importancia, este núcleo urbano cruzado por el espinar de la calle Calvari-Federico García Lorca-Ferreria, hasta cruzarse con la CV-763, que bordea por su zona meridional la ciudad, absolutamente urbanita alrededor del casco histórico, no atesora, ni mucho menos, los 20.042 habitantes oficialmente censados en 2020. En realidad, L’Alfàs viene a ser, como Orihuela, una típica ciudad de ciudades, de poblaciones.
Antaño este municipio fue partida de la Baronía de Polop, y como El Alfaz de Polop se le llega a conocer. Se segrega el 16 de abril de 1836 y continúa creciendo tanto desde el núcleo urbano original como desde caseríos ya existentes, más nuevas urbanizaciones entre bancales para cítricos o almendras. Con una cocina que, además de la mixtura paneuropea, rebusca en la historia platos como las ‘coques’ (cocas) dulces y saladas, la ‘pebrera ofegá’ (‘pimiento ahogado’, relleno de arroz, verdura, azafrán y ‘sangatxo’, la parte del atún con la que se elabora la mojama), ‘pilotes amb dacsa’ (pelotas del cocido, con harina de maíz) o ‘borreta’ (patatas, espinacas, ñoras y bacalao o melva).
Abrigo multicultural
L’Alfàs como refugio: antaño, por piratas berberiscos; hogaño, arribarán oleadas de futuros residentes a un municipio hermanado desde el 20 de noviembre de 1985 con la francesa Lescar. Hay escuelas transpirenaicas, escuchas las lenguas de Shakespeare o Tolkien, Ibsen o Gaarder, pero la comunidad que proporcionó primero carácter multicultural fue la noruega. Desde mediados del XX, se han establecido como alfasinos de pleno derecho e importante cita conmemorativa el 17 de mayo, Día de la Constitución de Noruega.
2.700 noruegos censados en 2020, pero quizá vivan unos 8.000, casi como en Nueva York o Londres, las otras dos importantes colonias noruegas. No sorprende la existencia de urbanizaciones-pueblo de una determinada nacionalidad. Ni visitas de interés como la Fundacion Klein-Schreuder, donde Johannes y Johanna crearon un sueño de jardín escultórico. O el Rastro Don Quijote, impulsado, junto a la avenida Carbonera (sábados y domingo por la mañana), por expositores locales.
La mar al fondo
El municipio se parapeta entre un inmenso telón de fondo, en el frontal oeste, con las sierras Aitana y Cortina más el Puig Campana; al este, Serra Gelada (Sierra Helada, Parque Natural desde el 29 de julio de 2005), con barrera acantilada al mar. L’Alfàs se deslizó al norte de la formación de areniscas, calcarenitas y margas ocupando la playa del Albir (físicamente enlazada con Altea), medio kilómetro de relajantes saludos al mar sobre pequeños cantos rodados, en aguas donde circulan, sobre praderas de posidonia, peces, moluscos, crustáceos, estrellas rojas de mar y, cuidado, medusas.
En tierra, modernidad urbana (4.578 ciudadanos en 2020), con oficina de turismo a pie de playa, Paseo de la Fama para estrellas cinematográficas nacionales, museo de la Villa Romana o la Fundación Cultural Frax. A las faldas interiores de Serra Gelada, más urbanizaciones, con el espectáculo-parque temático Desafío Medieval Cena-Espectáculo en el Castillo Lionheart (tuvo foso del terror), que contó antaño con el hoy llorado actor benidormí Paco Llorca (1938-1992).
La sierra ofrece un túnel de 1961 tras el que, andando o pedaleando 2 km en pendiente, acercarse a la antigua mina de ocre o subirse al faro de 1961, ahora a veces abierto museo y, junto a los restos de la torre Bombarda (XVII), mirador sobre las Penyes (peñas) de l’Arabi (de ‘albir’ o ‘arabi’, centinela), para saludar al Mare Nostrum. Abajo, isla Mitjana, antiguo nido corsario y recuerdo de que Serra Gelada fue más grande y penetró más hacia el mar. Frente a Altea, una piscifactoría visitada por delfines. Al horizonte, el Mediterráneo sin ese carácter mercantil que le atribuyen guías turísticas y libros de historia. Ahora promesa, invitación u ofrenda de viajes, de infinito, de agua.