Hasta las ciencias poseen leyendas, y demografía o estadística no se libran de ello. Aseguran que las poblaciones crecen siempre a trompicones; hoy mucho, mañana poco, pasado menos y dentro de un tiempo quién sabe. Pero Crevillent presenta un crecimiento razonablemente uniforme a poco que buceemos en las cifras de la ciudad desde 1900.
Del siglo pasado hoy nos acordamos de las dos guerras mundiales, conflagración de trincheras la primera, sobre todo aérea y marina la segunda, más un oscuro plus en tierras españolas con la guerra civil. Pero el siglo XX fue sobre todo el de la ciencia y la tecnología, al cabo ciencia aplicada. Qué mejor para una ciudad como la crevillentina, cuya industria textil nacía, a decir de los historiadores, en el XV, pero que, dedicada a las alfombras, arranca oficialmente en 1920.
Los terribles milenios
Las cifras en bruto, sin anotar natalicios o defunciones, son estas: en 1900, Crevillent cuenta con 10.726 habitantes, mientras que en 2020, cuando llegó la pandemia, alcanzábamos los 29.536. Es decir, 18.810 personas más. Cabría la tentación, habituados como estamos a que se nos avasalle con las grandes cifras, de pensar que se ha crecido poco (casi 20.000 personas), pero lo interesante no es tener un montón de gente que luego no quepa, sino las proporciones en la relación poblador-poblamiento.
Anotemos también la cifra del 2000, cuando Crevillent llega a 24.690 habitantes: 13.964 más que en 1900, 4.846 menos que en el censo de 20 años después; a primer ojeo, constatamos un crecimiento continuo, pero con visos de uniformidad.
La manufactura del esparto llevó a un fuerte crecimiento poblacional
Tipos de curvas
Las curvas demográficas pueden ser de varios tipos. De una forma muy reduccionista, pero que nos sirve para un vistazo rápido, podemos tener una curva poblacional bimodal (como las jorobas de un camello) o modal (la de un dromedario), asimétrica (subida y caída pero con una de las acciones más dilatada) o en ‘J’ (jota) positiva o negativa: si es positiva tenemos un continuo todo hacia arriba, que es el caso de Crevillent.
Por supuesto, el incremento uniforme total tiene tantos visos de realidad como la existencia de una máquina de movimiento perpetuo, incluso aquí en Crevillent. Digamos que esta jota posee sus lógicas aristas que, como en los anillos del tronco de un árbol, nos proporcionan información de base, la antesala de, quizá, jugosas historias o cuanto menos interesantes apuntes. Por ejemplo, ¿por qué en 1910 hay una caída poblacional? Pasamos de 10.726 habitantes a 10.452.
Hubo un descenso tras el estallido de la crisis inmobiliaria
Los industriosos comienzos
Las manufacturas textiles, en especial del esparto, que han llevado incluso a un aumento demográfico en el municipio a finales del XVIII, con las casas cueva como fruto vivencial, sufren a comienzos del XX del estancamiento que también afectará a buena parte de la industria provincial, mecanizada o sobre todo artesanal. La tecnología comienza a adueñarse de la industria (en Estados Unidos Henry Ford elevará el trabajo en cadena a su máxima y alienante expresión), y los inventos a título individual, adquiridos por los empresarios, enriquecerán el asunto.
Aparte de los decesos (entre 50 y 100 millones) por la gripe ‘española’ (1918-1920), quien no se enganche a la industrialización, no seguirá adelante. Crevillent, como buena parte de la provincia, se apunta. Las manufacturas artesanales se transformarán mayoritariamente en la industria alfombrera. Ocurre oficialmente en 1920, pero la industria crevillentina, tal y como la conocemos, ya había comenzado a rodar, y así nos encontramos con 11.216 asientos poblacionales ese año fundacional. Una década después, han ascendido a 11.991.
Las crisis del XX
Que toquemos fondo en 1940, con 11.403 personas asentadas, resulta obvio si tenemos en cuenta la secuencia Guerra Civil española (1936-1939, con sangría humana y destrucción del mercado nacional)-Segunda Guerra Mundial (1939-1945, lo que afecta al mercado exterior), pero el siguiente pico negativo nos lo encontramos al comienzo del milenio, antes de conocer los datos finales demográficos de la actual pandemia. Mientras, hemos obviado otros indicadores, como los habitantes no censados: el comienzo de este siglo se caracterizó por sectores económicos que recurrieron al trabajador no empadronado.
Esto pervirtió enormemente los datos de una sociedad que se enfrentó entre 2007 y 2008 al estallido de una burbuja inmobiliaria, iniciada en los noventa del XX, que iba a producir una crisis que también contó con su registro demográfico de efectos a largo plazo. Así, los últimos anillos del árbol poblacional crevillentino que anotamos: pasamos de los 28.738 habitantes en 2010 a 28.362 una década después. En 2019, eso sí, la cifra era de 28.952.