El calzado se convirtió en poco menos que un maná en buena parte de la provincia, con multitud de aparadoras, más que aparadores, que laboraban desde su casa. Se ubicó en Elda, Elche, la mismísima Alicante capitalina o, en general, toda la comarca de l’Alacantí. Máquina de aparar, piezas de cuero o lo que toque, cola… y una imagen indeleblemente cosida a Elda como tierra del calzado, y más con la existencia entre 1960 y 1991 de la Feria Internacional del Calzado e Industrias Afines (FICIA).
Pero puede que para entender el desarrollo industrial en tierras eldenses tengamos que retrotraernos hasta épocas bien pretéritas, quizá a los tiempos de Ellum, aquel romano ‘refugio en las alturas’, o puede que antes, cuando los íberos llegaron al calcolítico El Monastil. Aunque, como se señala, entre otras fuentes, en la ‘Historia de Elda’ (Ayuntamiento de Elda-CAM, 2006) coordinada por Antonio M. Poveda Navarro y José R. Valero Escandell, industrias posteriores han dificultado el recoger la huella de aquellos momentos.
Maquinaria y obras han dañado el fondo histórico
Construcciones sobre arqueologías
Según leemos en el capítulo ‘El Valle de Elda en la época romana: el mundo rural’, a cargo de Juan Carlos Márquez Villora, “el uso de maquinaria agrícola pesada y las roturaciones sistemáticas han provocado profundas transformaciones que han afectado a los restos arqueológicos”.
Hay que tener en cuenta la progresiva realidad de las “obras públicas de envergadura, como polígonos industriales, canalizaciones, sistemas de irrigación y construcciones hidráulicas, y actuaciones privadas de menor rango, como edificaciones de primera y segunda residencia”.
Algo que quizá nos prive del disfrute de la total constatación de una realidad que mantienen no solo los autores del referido libro, y que nos demuestra que el despliegue de la industria del calzado, en especial a partir del último cuarto del siglo XIX, no es algo que surgió de la mañana a la noche. Y eso aunque, paradójicamente, el calzado en Elda no apareció, como en otros puntos de la provincia, tal que Elche, a partir de una previa manufactura de la alpargata.
Los romanos trajeron un fuerte sector terciario
Los tres sectores
Ante todo, conviene aclarar, siquiera de modo muy esquemático, qué se entiende por sectores primario, secundario y terciario. Así, a vuelapluma, el primero englobaría toda actividad directa de extracción de bienes o materias primas; el segundo, toda la que implique transformación de estas materias primas; y el tercero es lo que llamaríamos también sector servicios, que incluye, naturalmente, la gestión de los anteriores sectores. Y a partir de ahí llegan las reducciones.
Por ejemplo, se habla siempre de economía antigua al referirse a aquella que depende exclusivamente del campo (olvidándonos, por ejemplo, de la minería). En el fondo, nos referimos más propiamente a una economía de Antiguo Régimen (anterior a la revolución industrial), y mentalmente asociamos la industria a la máquina y obviamos la existencia de cualquier otro sector, o sencillamente de una industria manufacturera, artesanal. En este caso, le negamos un pasado industrioso a Elda.
Un cúmulo de crisis acabó por traer el calzado
Alcohol, aceite y centros comerciales
Es cierto que desde tierras eldenses la posibilidad de plantar cereales, olivos o vides, o de recolectar plantas silvestres, demuestra a las claras el empuje de un agro que resultó generoso en productos desde esta zona del valle del Vinalopó. Pero no nos olvidemos de los restos de almazaras y prensas donde, desde tiempos íberos, y posteriormente los romanos, se producirán litros de aceite (antes de que los árabes le pusieran nombre a la maquinaria y la volvieran hidráulica) o vinos.
Sin dejarnos en el lagar el destilado de aguardientes, recordemos algo fundamental: los romanos todo lo pesaban, contabilizaban y, a continuación, lo anotaban. Tenían moneda, patrón con que aplicarle valor a esta y dar el siguiente paso al trueque, y una economía urbana que permitía agrupaciones de tiendas en las calles y hasta centros comerciales, aunque no todos tuvieran el tamaño de las del emperador Trajano (150 establecimientos) en Roma.
La nueva industria
Desde el 218 a.C. hasta principios del siglo V, la civilización romana hizo suyas plazas como la actual Elda, sembrando especializaciones que, con la llegada de los árabes, desde el 711 hasta el 1492, iban a seguir profundizando en el desarrollo de los tres sectores. Su cultura siembra molinos, azadas, acequias. Con el tiempo, comienzan a madurar otras industrias, como la papelera, finiquitada sin embargo a mediados del XIX al no poder engancharse a tiempo la ciudad a una industrialización aún más productiva.
La pérdida de esa fuente ganancial, la del papel de estraza (el de las bolsas color madera) o blanco para oficina, debió enseñar mucho a un sector ya vemos que de linaje antañón. El calzado eldense aparece en el último cuarto del XIX, coincidente con una salinización del Vinalopó, aunque, como informa Tomás Pérez Medina en su capítulo, de la ‘Historia de Elda’, ‘Rasgos económicos del siglo XIX: de la agricultura al taller zapatero’, llegó tras un cúmulo de pequeñas y grandes crisis. Una industria nueva, pero con solera detrás.