Poco a poco se conocen más detalles de una historia que intentó ser silenciada por el franquismo, y que un día supuso el horror para muchos españoles en el mayor campo de concentración de la posguerra.
El de Albatera fue el campo más importante de España y el único de la provincia del que existe documentación. Allí pasaron sus últimos días miles de presos; un lugar de gran interés histórico que desde hace años se investiga ampliando la información con testimonios de supervivientes, familiares de los presos y vecinos de los alrededores.
El campo se situaba cerca de la estación de ferrocarril de San Isidro
Localización
La ubicación del campo se halla inmersa en un paisaje agrícola y desértico de la huerta del actual término municipal de San Isidro, en la zona de saladares, a unos 450 metros de la estación del tren.
No se conocen exactamente las dimensiones de aquel campo, pero se habla de alrededor de casi un kilómetro cuadrado. Los terrenos se entregaron años después para la labranza y en su lugar hoy hay cultivos de granados y un extenso palmeral.
Creado con otro fin
Este lugar no fue construido con este propósito. El campo se construyó durante la guerra por los republicanos, fue inaugurado el 24 de octubre de 1937 y funcionaba como un campo de trabajo.
Allí los presos trabajaban desde las nueve de la mañana a la una del mediodía y por la tarde de cuatro a siete. Lo hacían en diversas labores, como por ejemplo la construcción de una carretera desde el campo de Albatera hasta Elche, la explotación de una cantera, la construcción de pabellones, etc.
Durante el tiempo que estuvo al mando de los republicanos albergó 1.600 presos, y la documentación existente demuestra que los cautivos cobraban un pequeño salario por su jornada laboral y había permisos de fin de semana. La instalación contaba con enfermería, servicio de correos, un régimen de visitas familiares y partidas presupuestarias para alimentos.
Fue al finalizar la guerra y pasar al dominio franquista cuando este campó vivió su época más trágica.
El campo del franquismo
El campo funcionó durante tan solo siete meses tras la guerra, entre abril y noviembre de 1939, y se recluyeron allí hasta 16.000 presos cuando su capacidad era diez veces menor.
Se utilizó como centro de clasificación de prisioneros. Allí fueron a parar, entre otros, todos aquellos que no lograron exiliarse en el Stanbrook, el último barco que partió desde el puerto de Alicante con refugiados republicanos al finalizar la Guerra Civil.
Las condiciones de vida eran extremadamente duras, entre otras razones por la escasez de comida y agua. El menú consistía en pan y latas de sardinas para compartir cada cinco días, comiendo tan sólo cuatro o cinco veces al mes. Al principio no les daban ni agua potable, sólo salada, lo que acarreó que a las instalaciones llegaran enfermedades como el tifus, sarna y otros males intestinales.
La falta de agua e higiene favorecieron la propagación de enfermedades
La muerte acechaba
La falta de agua ocasionó una nefasta higiene en el campo, lo que ayudaba a que las enfermedades se propagaran rápidamente. Además, muchos prisioneros preferían dormir a la intemperie a instalarse en los barracones, ya que estos se encontraban infestados de chinches y piojos.
Muchos murieron aquejados por alguna enfermedad ante la falta total de atención sanitaria y de medicinas, otros murieron de hambre y muchos otros que intentaron escapar fueron fusilados.
Cierre y destrucción
El campo de concentración se clausuró poco tiempo después de comenzar la Segunda Guerra Mundial, en noviembre de 1939, motivado por una epidemia de tuberculosis y tifus debida a las malas condiciones higiénicas y alimentarias. Algunos presos fueron trasladados a centros penitenciarios, batallones de trabajo etc. mientras que otros, con peor suerte, fueron condenados a muerte.
Entre finales del 39 y principios del 40 las autoridades franquistas se encargaron de destruir aquel campo y arrasarlo hasta sus cimientos con el objetivo de no dejar rastro, tan sólo quedaron algunos escombros. Se encargaron de destruir también las fichas de los presos y toda la documentación existente.
Las autoridades franquistas se encargaron de arrasar y destruir aquel campo
En honor a las víctimas
En el año 1995 en las inmediaciones se instaló un monumento en memoria de las personas que perdieron la vida en este campo de concentración. Consiste en dos vigas de hierro con cadenas enrolladas, junto con una placa que dice ‘En recuerdo de todos los seres humanos que sufrieron y murieron por un mundo más justo y más libre. Campo de Albatera. Mayo 1939-1995’.
En la actualidad
De aquel lugar hoy sólo queda en pie y a la vista el antiguo horno de pan del campo de trabajo republicano, que se mantuvo también durante su fase franquista. El habitáculo se ubicaba dentro de un pabellón mucho más grande destinado al uso culinario.
En 2020 se instaló en las inmediaciones un panel informativo que explica brevemente cómo eran y qué ocurrió en aquellas instalaciones durante la posguerra.
Es ahora cuando un grupo de arqueólogos, apoyados por la Generalitat, llevan dos años inspeccionando el terreno con el objetivo de seguir indagando sobre la historia del campo de concentración de Albatera.