Entrevista > José César Perales / Catedrático de Psicología Experimental
Los avances digitales han posibilitado la expansión de los videojuegos y el mercado mundial crece a un ritmo cercano al 10% anual, siendo la primera opción de entretenimiento.
En España, la facturación de la industria del videojuego ha crecido a un ritmo superior al 20% anual. Estas cifras van acompañadas de un número igualmente creciente de jugadores y de tiempo dedicado al juego y, algunos de ellos, pueden sufrir consecuencias problemáticas derivadas de su conducta.
Adolescentes y jóvenes
Muchos adolescentes y jóvenes aprovechan esta facilidad de acceso y dedican gran parte de su tiempo libre a jugar a sus videojuegos favoritos. Algunos llegan a olvidar que existen otras formas de entretenimiento y limitan sus opciones de ocio a una única actividad, y a una única forma de divertirse.
El catedrático de psicología de la Universidad de Granada, José César Perales, impartió recientemente una conferencia en la universidad Miguel Hernández de Elche para dar luz sobre estos datos, en unas fechas precisamente en las que más se adquieren videojuegos. Considera que se abusa del término adicción cuando se habla de videojuegos y especialmente cuando se le compara con los juegos de azar.
¿Se puede llegar a establecer cierta similitud entre los videojuegos y los juegos de azar en cuanto a sus consecuencias adictivas?
La similitud es superficial. Hay personas que utilizan los videojuegos en exceso, al igual que hay quien usa los juegos de azar demasiado. Hay casos en los que el videojuego puede llegar a hacer perder el control del tiempo que la persona le dedica a su uso y que le genera problemas de tipo personal y social.
En ese sentido sí hay una similitud, en la medida en la que ambas actividades pueden llegar a realizarse en exceso y alterar tu vida, pero eso no quiere decir que las causas que te llevan a eso sean las mismas, ya que el juego de azar está considerado un agente adictivo pero en el caso del videojuego no es algo de lo que haya evidencia sólida.
«La causa no suele estar en el propio juego, sino en el contexto de la persona»
¿Por lo tanto, no se debe hablar de adicción en videojuegos?
En general se abusa de ese término. Eso no quiere decir que no haya personas que tengan problemas con su uso, especialmente adolescentes y jóvenes. Creo que lo que hay que buscar es qué razones hay detrás de una persona que desarrolle problemas con los videojuegos, y entender los verdaderos motivos que le llevan a encerrarse de alguna manera en ese mundo.
Cuando los videojuegos se utilizan como un mecanismo para compensar dificultades que se tienen en la vida cotidiana es cuando suele aparecer el problema, pero la causa no suele estar en el propio juego sino en el contexto de la persona, y se vinculan a otros problemas de su entorno social o familiar. Entonces se convierten en una especie de escape ante esa situación.
¿Qué tipo de problemas?
Por ejemplo, en personas con problemas de habilidades sociales o muy introvertidas, a través de estos juegos puede encontrar una forma de contacto social más anónimo. En otros casos puede ser una forma de mecanismo de evasión ante problemas personales de tipo afectivo o de cualquier otra índole, como una gran presión académica, o incluso la pérdida de referentes en el entorno familiar.
Al final, ese uso disfuncional casi siempre apunta a otros motivos, y a su vez puede agravarlos. Por eso es muy importante que cuando se detecta en casa este tipo de conductas se consulte a un profesional.
«Las normas hay que ponerlas antes de que el problema surja, y cuando las cosas aún se pueden negociar»
¿La temática del videojuego puede influir?
Es verdad que los videojuegos ofrecen opciones muy distintas y cada uno busca la que cubre mejor sus necesidades. Muchos de ellos están basados en la progresión y en el logro para ir consiguiendo metas. Hay quien busca ese elemento de reto. Otros, sin embargo, tienen elementos más competitivos, y hay los que pueden tener un componente más social.
Yo no diría que hay unos juegos más adictivos que otros según la temática; diría que hay una relación entre las características de la persona y el videojuego.
«Prohibir su uso puede producir frustración y, en algunos casos, ser contraproducente»
¿Puede afectar al comportamiento?
Sí, en la medida en la abandonas otras cosas por jugar y se convierte en la actividad más importante, dejando de lado otras tan necesarias como relacionarse con la familia o amigos, estudiar, o sacrifica parte del descanso destinado a dormir. Ahí el papel de los padres en niños y adolescentes es fundamental y deben estar atentos a estas señales de alerta.
¿Cuál sería su consejo?
Salvo en casos extremos, prohibir no; porque esto puede producir frustración y ser contraproducente. Hay personas que tienen tendencia a reaccionar muy negativamente, lo que puede dificultar el intento de reconducir la situación. Fiarlo todo al castigo sin proponer alternativas no suele ser una buena idea.
Lo recomendable es establecer de forma consensuada unas normas razonables de uso de la tecnología en las que podemos incluir también el teléfono móvil. Pero claro, las normas hay que ponerlas antes de que el problema surja, y cuando las cosas aún se pueden negociar.
Lo más eficaz para prevenir los problemas derivados de la tecnología es la comunicación con los hijos, y ofrecer alternativas que tengan en cuenta los gustos y valores de la persona. Sin embargo, cuando el problema se cronifica esto puede ser complicado y lo mejor es acudir a un profesional que siente unas bases para volver a regular la conducta.
¿Los psicólogos se están enfrentando a nuevos retos tecnológicos?
Antes todos estos problemas no existían, porque no existía el entorno digital en el que ocurren, y algunas veces tanto padres como profesionales se encuentran con que no conocen realmente ese medio. Por eso es tan importante hacer un esfuerzo de acercamiento compartido al mundo digital, para entender por qué las nuevas generaciones lo dan tanta importancia en sus vidas.