La diócesis de Orihuela-Alicante tiene nuevo obispo. Tras nueve años con Jesús Murgui regentando dicho cargo eclesiástico, a partir de febrero le sustituirá el sacerdote vasco José Ignacio Munilla Aguirre.
Un relevó que ha generado bastante polvareda. Algunos partidos políticos y organizaciones de Orihuela se han opuesto al nombramiento de Munilla debido a varias declaraciones polémicas contra los homosexuales o los refugiados que éste ha realizado durante los últimos años. Incluso se ha organizado una recogida de firmas entre vecinos para solicitar al alcalde Emilio Bascuñana que no le reciba formalmente.
Más allá de toda polémica, desde este periódico hemos querido aprovechar la ocasión del citado relevo obispal para recordar la historia de esta diócesis que tan importante ha sido para nuestra ciudad. Hasta el punto de que muchos la conocen popularmente como ‘Orihuelica del Señor’.
La antigua diócesis de Illici
En los últimos compases del Imperio Romano el cristianismo se convirtió en la religión dominante de la población, desplazando así al antiguo culto politeísta hacia decenas de dioses como Júpiter, Plutón, Neptuno, Apolo, Minerva, Venus, etc.
Los primeros vestigios en la provincia de Alicante relacionados con el cristianismo son de esta época, como un sarcófago del siglo IV que tiene grabada una escena bíblica de Jonás. Esta pieza se expone actualmente en el Museo Arqueológico del Elda.
Se piensa que hubo una primera diócesis cuya sede habría estado en Illici, habitualmente considerada como la ciudad predecesora de Elche. A pesar de que la zona fue conquistada por el Califato Omeya musulmán en el siglo VIII, durante los primeros años de dominio islámico esta jurisdicción cristiana pudo sobrevivir gracias a que hubo cierta libertad de fe para la población.
La última referencia que tenemos respecto a esta histórica diócesis de Illici es que un obispo local llamado Teudeguto fue a reunirse con el emir de Córdoba en 862. Probablemente el propio Emirato (más tarde Califato) la clausuró poco después.
La primera diócesis cristiana en la provincia pudo estar en Illici
Corona de Castilla
La Reconquista Cristiana de las actuales provincias de Alicante y Murcia no se produjo hasta el siglo XIII a manos del infante castellano Alfonso (futuro Alfonso X ‘el sabio’), de quien por cierto recientemente se cumplieron 800 años de su nacimiento.
Alfonso solicitó al papa Inocencio IV que toda esta zona dependiera eclesiásticamente de la diócesis de Cartagena, la cual se restableció oficialmente en 1250 aunque ya había existido durante la época romana y visigoda hasta que fue suprimida en el periodo islámico.
La situación continuó así sin mayores problemas por varias décadas, hasta que la Corona de Aragón conquistó la provincia de Alicante a finales del siglo XIII. Entonces se produjo la paradoja de que esta zona pertenecía a una diócesis con sede ubicada en un país distinto.
Durante más de 250 años Orihuela estuvo luchando por independizarse de la Diócesis de Cartagena
Los pleitos contra Cartagena
Dado lo absurdo de esta situación las autoridades aragonesas reclamaron a Roma que se creara una nueva diócesis en Orihuela. Se escogió dicha ciudad ya que por aquel entonces tenía más población que Alicante o Elche. De hecho aquí solían establecerse los gobernadores reales designados a esta zona.
Sin embargo, los sucesivos obispos de Cartagena trataron de boicotear esta elección para no ceder un palmo de su cota de poder. Las dos primeras solicitudes trasladadas a la Santa Sede fueron rechazadas y el pleito se prolongó durante siglos.
En 1442 se consiguió efímeramente que Félix V diera el visto bueno a la Diócesis de Orihuela. El problema es que éste no fue un papa oficial de Roma sino más bien un ‘antipapa’, es decir uno de los sacerdotes que se rebelaron contra la Santa Sede estableciendo su propia Iglesia Católica en Pisa. Por tanto aquella orden apenas estuvo vigente unos meses hasta que el auténtico papa, Eugenio IV, la desautorizó.
Más felices se las prometían los oriolanos en 1510 cuando el papa Julio II elevó la Iglesia del Salvador a la categoría de catedral, concediendo así la ansiada diócesis. Sin embargo el obispo cartagenero consiguió presionar al nuevo papa, León X, para que revocara el obispado de Orihuela. Por tanto desde 1318 ambas catedrales se quedaron como ‘in persona episcopi’, es decir que a pesar de ser dos diócesis diferentes el obispo era la misma persona y poseía ambos cargos.
La primera Diócesis de Orihuela fue concedida por un antipapa
La independencia
Por todo ello no se considera como la fecha de creación auténtica de la Diócesis de Orihuela hasta el 14 de julio de 1564, cuando el papa Pío IV por fin la autorizó oficialmente a solicitud del rey Felipe II.
Durante estos más de 250 años que duró el conflicto con Cartagena se construyeron numerosos templos y edificios eclesiásticos en Orihuela, para así aumentar su valor como candidata a albergar su propia diócesis. Sin duda este fervor por lo religioso supuso las primeras semillas de nuestra ‘Orihuelica del Señor’.
Por no hablar de que la cantidad de dinero que hubo que donar a la Santa Sede para que diera su brazo a torcer tampoco fue moco de pavo. El ayuntamiento oriolano puso dos terceras partes y el otro tercio salió del gobernador real.
Curiosamente la inauguración de la diócesis se demoró tanto que en aquel momento las coronas de Aragón y Castilla ya estaban unidas (no oficialmente pero sí de facto) pues contaban ambas con un mismo rey. Así que fue más un triunfo moral que una solución para un problema que ya apenas existía.
Tan solo 3 años después de la inauguración de la diócesis el papa concedió a Orihuela su universidad
Universidad y Seminario
El primer obispo de Orihuela, ya definitivo, fue el salmantino Gregorio Gallo. Tomó posesión del cargo el 23 de marzo de 1566. Uno de sus grandes éxitos fue conseguir que el papa elevara al Colegio de Nuestra Señora del Socorro y San José (actualmente conocido como Colegio de Santo Domingo) al rango de universidad pontificia en 1569.
Esto fue todo un logro histórico para la zona, pues se trató de la primera institución universitaria en la provincia. Eso sí, no comenzó a funcionar como tal hasta 1610. A mediados del siglo siguiente se crearía el Seminario Diocesano de San Miguel, el cual aún continúa formando sacerdotes a día de hoy. Era obispo entonces el madrileño Juan Elías Gómez de Terán.
El obispo logró que el Gobierno enviara comida y fondos para la Vega Baja tras el terremoto de 1826
Obispos solidarios
Ya a principios del siglo XIX dos obispos de Orihuela serían cesados por motivos políticos. Era la época en que España se dividía entre absolutistas (partidarios de que el rey Fernando VII tuviera plenos poderes) y constitucionalistas (favorables a que el monarca reinara con una constitución limitando sus funciones).
Durante el Trienio Liberal en el que los constitucionalistas subieron al poder fue cesado Simón López por ser partidario del absolutismo. Curiosamente su sustituto, Félix Herrero, también sería depuesto por el mismo motivo quince años después. Finalmente este último pudo recuperar su cargo al jurar fidelidad a la reina constitucionalista Isabel II.
Cuando un terrible terremoto (casi de similar magnitud al ocurrido en Haití en 2010) arrasó la Vega Baja en 1829, fue precisamente el obispo Herrero quien negoció con el Gobierno de España para que destinara envíos urgentes de alimentos para la población afectada, así como para que financiara las obras de reconstrucción.
También dejó un buen recuerdo el obispo Juan Antonio Maura, quien destacó especialmente por su vocación solidaria creando varias instituciones benéficas a finales del siglo XIX y principios del XX.
En 1935 el obispo se marchó de Orihuela acusado de corrupción
Guerra Civil
Muy diferente fue el caso del obispo Javier Irastorza, quien se vio implicado en un caso de evasión de divisas. Si bien no fue cesado oficialmente de su cargo, el Vaticano decidió nombrar al vicario Juan de Dios Ponce como ‘administrador apostólico sede plena’ para que asumiera sus funciones en 1935.
Curiosamente este hecho probablemente le salvó la vida a Irastorza, pues al estallido de la Guerra Civil se encontraba fuera de Orihuela y pudo exiliarse al Reino Unido. No corrieron la misma suerte el vicario Ponce ni otros 54 sacerdotes de la diócesis que fueron asesinados por la represión republicana.
Tras la guerra Irastorza regresó a Orihuela y retomó sus funciones durante los primeros años de la Dictadura Franquista sin que nunca se llegaran a aclarar debidamente sus turbios asuntos.
Diócesis compartida con Alicante
En los años 50 se realizó una restructuración diocesana desde el Vaticano para que sus territorios se adaptaran en la mayor medida posible a las propias divisiones administrativas de los países.
En el caso de la Diócesis de Orihuela no coincidía exactamente con el terreno de la provincia de Alicante, dado que tenía jurisdicción sobre la zona de Caudete (Albacete) y de Ayora (Valencia) mientras que Alcoy pertenecía a la diócesis de Valencia y Villena a la de Cartagena. Todos estos desajustes se modificaron, salvo el caso de Alcoy que todavía hoy continúa perteneciendo a la diócesis valenciana.
Ya desde finales del siglo XVIII, gracias sobre todo al desarrollo del comercio marítimo que le permitió su puerto, Alicante se fue consolidando como la nueva ciudad más poblada de la zona. Por ello comenzaron surgir voces pidiendo una diócesis compartida.
En 1959 la Iglesia de San Nicolás en Alicante fue elevada al rango de concatedral por el papa Juan XXIII, y desde entonces comparte sede episcopal con la Catedral del Salvador. Durante los primeros años el obispo Pablo Barrachina mantuvo su residencia en Orihuela, hasta que finalmente en 1968 se acabaría trasladando a la capital alicantina.
Mucho más que un cargo
Así pues la Diócesis de Orihuela cuenta ya con más de 450 años a cuestas, si bien la tradición cristiana en esta ciudad se remonta a mucho antes. No hay ninguna duda de que esta institución ha jugado un papel clave en el desarrollo histórico de nuestra ciudad, la cual seguramente hoy en día sería bien distinta sin ella.
Aprovechamos pues para felicitar al nuevo obispo Munera por el gran honor que está a punto de recibir, al mismo tiempo que nos permitimos recordarle que un cargo con tantísima historia detrás requiere un mínimo de talante y civismo a quien lo ostenta.