Entrevista > Vicente Ripoll / Presidente de Scout Valencians
Fue el general británico Robert Stephenson Smith Baden-Powell of Gilwell el que, a principios del siglo XX, puso en marcha el escultismo como una manera de combatir la delincuencia en la Inglaterra del fin del colonialismo y los años previos a la I Guerra Mundial, buscando el desarrollo físico, espiritual y mental de los jóvenes para que llegaran a ser ‘buenos ciudadanos’ a través de un método específico inspirado en la vida militar y al aire libre.
Desde entonces, muchas cosas han cambiado en la sociedad y en los propios scouts. Hace tiempo que dejó de ser un movimiento exclusivamente masculino y, poco a poco, se fueron añadiendo nuevos grupos de edad hasta llegar al momento actual.
Como todos los sectores de la sociedad, los scouts afrontan ahora el enorme reto de adaptarse a la nueva realidad surgida de la pandemia, una labor que, en términos de la Comunitat Valenciana, dirigirá el nuciero Vicente Ripoll, nuevo presidente de Scouts Valencians.
Supongo que lo primero que le tengo que preguntar, antes de abordar su labor al frente del movimiento en la Comunitat Valenciana, es, precisamente, qué son los scouts.
La definición que siempre utilizamos es que es un movimiento, por aquello de que siempre nos estamos renovando y actualizando, infantil y juvenil que basa sus actividades en la educación en valores. Se trata de lo que se llamaría una educación no formal.
«Educamos en la naturaleza porque en ese medio se interiorizan mucho mejor los valores que tratamos de inculcar»
Y todo ello, que se me antoja lo más complicado, abordado desde el juego.
Sí, pero no queremos que sea el ‘juego por el juego’, sino que haya una base educativa detrás. Siempre que podemos, porque está en nuestro ADN, tratar de hacer esa labor educativa al aire libre y en contacto con la naturaleza.
¿Por qué esa elección?
Porque en ese medio se interiorizan mucho mejor los valores que tratamos de inculcar. Al final, si salimos de un aula en el colegio y nos metemos en otra, aunque sea con otras temáticas, el subconsciente nos lleva a pensar que sigue siendo una obligación, cuando lo que queremos es que aprendan, en grupo, cosas que les sirvan cuando sean adultos.
En cuanto a esa renovación y actualización a la que hacía referencia, creo que no hay mejor ejemplo que el hecho de que, en sus inicios, los Boy Scouts eran una organización sólo para chicos. Posteriormente, se borró la palabra ‘Boy’ y ya está abierta a todo el mundo.
En ese sentido, nosotros estamos bastante ‘sesgados’. Cuando surgió el escultismo, en la primera década del siglo XX, España se sumó pronto al movimiento, pero llegó el franquismo y lo prohibió. Así pues, cuando volvió a resurgir, ya en democracia, ya había muchas corrientes europeas y mundiales que se habían actualizado en ese sentido. Dicho esto, es verdad que en los inicios era un movimiento exclusivo para chicos.
Además, en todo este tiempo, han ido sumando cada vez a más grupos de edad.
Así es. Al principio sólo existía una sección, que es como denominamos a los grupos de edad. Hoy en día, ya son cinco.
«Durante el franquismo, el escultismo quedó prohibido en España»
Cuando surgió el escultismo, además, tenía un importante trasfondo militar.
El primer campamento, en Reino Unido, se organizó a principios del siglo XX y, efectivamente, tenía ese trasfondo militar. Había que formar a la gente para que pudiera servir a la sociedad y, fruto del momento histórico, surgió con esa deriva. Ese es otro de los motivos por el que se dirigió a los chicos.
Sin embargo, pocos años después, la propia mujer del general Robert Stephenson Smith Baden-Powell of Gilwell, comenzó a hacer el mismo trabajo con las chicas.
¿Queda alguna reminiscencia de lo militar en los scouts?
Es algo que ha ido desapareciendo con el tiempo porque somos conscientes de que el militarismo implica cierta mano dura y reglas que no tienen una base lógica para lo que es nuestro objetivo. Como digo, la sociedad evoluciona y se han ido perdiendo ciertas nomenclaturas y jergas.
Dicho esto, es cierto que se hacen formaciones, imagino, con el mismo objetivo que los militares: ver que estemos todos, que todos estemos bien, con la cara lavada, peinados, bien vestidos…
«Trabajamos mucho los valores con los scouts porque de ahí saldrán los futuros empresarios, políticos, trabajadores…»
Antes me ha dicho que existen cinco secciones dependiendo de los grupos de edad. ¿Cuáles son?
Empezamos con los Castores, que van de los seis a los nueve años. Siguen la Manada, de los nueve a los once años; la Tropa, que va de doce a catorce; la Esculta, de 15 a 18 y el Clan, que se extiende hasta los 21 años.
En relación a lo que decíamos antes, cada una de estas secciones tienen un coordinador, como lo llamamos nosotros; pero en otros sitios se llaman ‘jefes’. Son esas pequeñas palabras que todavía quedan del pasado militar.
Ustedes, los monitores, ¿qué papel juegan?
En el Escultismo, los monitores somos los ‘scouters’. Se nos forma para trabajar con los principios del movimiento Scout y poder llevar esa labora pedagógica que, desde pequeños, van adquiriendo con los lemas de cada uno.
Es una evolución para, una vez que llegan al Clan, tengan esa actitud de servicio para con la sociedad. Al final, la idea es que chavales con 21 años sean capaces de dirigir su propia sección, que decidan qué quieren hacer en cada ronda solar. Siempre guiados por nosotros, porque de ahí saldrán los futuros empresarios, políticos, trabajadores…
Como decía antes, un aprendizaje no reglado.
Eso es. Que aprendan a tomar decisiones. Cuando las toman en los scouts, se pueden equivocar y no pasa nada. Aprenden así a rectificar. De esa forma, cuando llegue el momento de hacerlo en la ‘vida real’, que no cometan ciertos errores.
Creo que todos esos valores que trabajamos con ellos también nos repercute, en tanto y cuanto un porcentaje de ellos lleguen a ser scouters.
«Lo que nos lleva a seguir en el movimiento Scout llegada la vida adulta, además de la actitud de servicio, es la amistad»
Ustedes trabajan mucho colaborando con ONG que, a su vez, llevan tiempo alertando de lo mucho que les cuesta involucrar a la juventud en el voluntariado. Esa vocación de servicio de los scouts, ¿puede ayudar a paliar el problema?
Ellos, como nosotros, se encuentran con un hándicap importante: cada vez son más los jóvenes que optan por estudiar en universidades que les obligan a marcharse fuera de sus núcleos de población. En ese sentido, es cierto que inculcamos esa vocación de servicio y voluntariado.
En nuestro caso, por nuestro propio sistema, hasta que no cumplen 21 años no pueden entrar a formar parte de la estructura de gestión y esa es, precisamente, la edad en la que no es tan fácil dedicar su tiempo a los scouts o a cualquier otra ONG en la que haya que participar activamente.
¿Qué es lo que, a personas como usted, les lleva a tomar la decisión de seguir vinculados a los scouts en la vida adulta?
Además de la actitud de servicio, es la amistad. Tienes muchos amigos en el grupo, gente con la que has compartido muchísimas cosas y que te animan a seguir… Siempre buscamos hacer esa piña para que sea más ‘complicado’ desligarte de los scouts.
Hace poco estuvimos en un congreso en Madrid en la que se está trabajando en el proyecto educativo y de acción para los próximos siete años y planteando todas las novedades que, insisto, luego son muy cambiantes.
«La pandemia nos ha obligado a hacer un gran ejercicio de adaptación»
Y qué mejor ejemplo de ello que estos dos últimos años. No ha debido ser fácil asumir la presidencia de Scouts Valencians en estas circunstancias.
Hemos hecho un gran ejercicio de adaptación. ¡Imagínate con lo que me encuentro ahora mismo! Yo ya estuve en el equipo anterior y me tocó trabajar muy duro, porque yo llevaba el área de formación.
Esto es una cadena. Nos debemos al Ivaj en cuanto a ocio y tiempo libre. Nuestros scouters tienen que tener una formación concreta para poder hacerse cargo de los chavales, una formación que se ha endurecido en los últimos años; pero también tenemos que seguir siendo capaces de cubrir ratios y eso nos obliga a seguir formando monitores de manera continua.
¿Afectó mucho la pandemia a esa cuestión?
Como digo, hay ratios y, a la vez, la gente tiene que estar cada vez más formada y, de repente, llega la pandemia. Nos pilló todo a mitad de curso y no teníamos acreditada la formación online, pero tampoco podíamos dejar a la gente a medias. Por ello, se nos dio la posibilidad de dar parte de la formación online y nos tocó modificar nuestra aula virtual, reciclarnos nosotros mismos como formadores… Se hizo lo que se pudo y fruto de ese buen trabajo conseguimos formar a bastantes monitores.
Más allá de la formación y su problemática, ¿cómo ha afectado la pandemia al propio movimiento?
La realidad es que hemos bajado en número de socios. En la Comunitat Valenciana siempre hemos estado en torno a los 4.000 y ahora mismo hemos bajado a entre 3.000 y 3.500. Esa es la labor en la que el equipo directivo más vamos a tener que trabajar este año.
«Hemos tenido una importante reducción de socios con la pandemia y ese es un campo en el que vamos a tener que trabajar duro»
¿Cómo lo van a hacer?
Ya estamos haciendo reuniones con distintos grupos. La vicepresidenta y yo trataremos de informarnos sobre cómo están trabajando y, sobre todo, qué necesitan. Lo importante es que sepan que estamos aquí para ayudar.
Usted lleva casi treinta años en el escultismo. Por su experiencia, ¿qué hay de cierto en ese discurso derrotista que señala a la juventud como un grupo ‘pasota’, individualista y egoísta?
(Resopla) Puedo decir que no es cierto para nada. En este caso, son los ojos con los que miramos. Cada generación dice que se pierden los valores respecto de la anterior. Cosas como que el hecho de que yo jugara en la calle a las canicas y llegara a casa con las rodillas negras tiene más valor que el youtuber que puede haber ahora mismo. Realmente, creo que son realidades diferentes.
Como he dicho al principio, nosotros somos un movimiento y no debemos de cambiar el fondo, que sigue siendo, desde 1907, educar en valores; sino en las formas de cómo lo vamos a hacer. Todo cambia.