El salitre la impregna, pero ella ha embebido el lugar hasta el punto que al trozo de costa que contempla se lo conoce precisamente como playa de la Ermita. Es fácil encontrarse, a mano izquierda si se viene desde Santa Pola, con el diminuto y blanco templo, posiblemente levantado, según las referencias, en la segunda mitad del siglo XVIII, prácticamente en la frontera santapolera con uno de los ramales de tierra ilicitana hacia el mar, en la primera de las dos curvas que convertirán el camino del Cabo en el del Carabassí.
Aunque la crónica local anota otras historias, según los registros fue inicialmente consagrada a la Virgen de la Asunción, patrona de Elche. Recordemos que Santa Pola se segrega en 1835 y que, antes del patronazgo de la Virgen del Loreto, los repobladores ilicitanos oraban al amparo de la Mare de Déu del Roser o del Rosari. Pero esta es la explicación que se desprende de los fríos legajos oficiales. Hay otra, y más que posiblemente, por paradójico que parezca, igual de cierta y real.
Aparecen baldosines con la imagen de la Virgen en 1880
Inspiración marina
Los mapas normalizan el mar Mediterráneo con el mismo color para todas las orillas, pero la realidad no es así: cada litoral tiene tono, brillo y contraste diferentes. 1880, año crucial, como veremos, pinta en tono bisiesto, con lo que tocan unas cuantas guerras (la del Pacífico, la segunda anglo-afgana), algún que otro magnicidio (Alejandro II de Rusia, el presidente estadounidense James A. Garfield) y en realidad también noticias buenas, como la abolición de la esclavitud en la colonia española de Cuba. Pero es que los reportes malos vuelan antes, para encomendarse a quien toque.
En el caso de la ciudad de la sal, el color que toca es aquel que mande construirse a partir de los avisos y regalos del mar. Imágenes que deciden quedarse, otras que aparecen como tributo, incursiones piratas que obligan a construir castillos. O unos azulejos que las olas ofrendan a la ciudadanía costera. Ese es el origen de esta ermita según recogía la placa grande en la fachada del templo.
En 1946 el Ayuntamiento se ofreció para reconstruirla
Crónica de un descubrimiento
“Por el año 1880, durante la recogida de esponjas, se encontraron en esta cala una cata de madera con unos azulejos que representaban a la Virgen del Rosario”. Por ello, “la familia Alonso propietaria de estas tierras decidió construir una pequeña ermita a modo de paso del Calvario. Esta más tarde fue ampliada y se le hizo una imagen”. Así, “en el mes de mayo se la traían al pueblo a casa de los Alonso donde los devotos de la Virgen del Rosario le rezaban las Flores y el día de Sant Joan volvía a su ermita en Romería”.
Y entre las oraciones de ‘Las flores a María’ más una devoción creciente, el horizonte iba a amanecer en negros y grises: “En tiempos de guerra la ermita fue saqueada y quemada y en el año 1946 el Ayuntamiento se ofreció para reconstruirla”. El texto continuaba: “Desde entonces hasta 1986 Amparo Alonso ‘La Garrua’ se hizo cargo de los cuidados de la Virgen”.
Hay una importante romería el 20 de junio
Reconstrucción del templo
La placa informaba al final: “Ermita restaurada en mayo de 2005 por Guadalupe Gómez Alonso descendiente de los fundadores”. Sobre la misma puerta, se remacha con más cartelería: “Ermita de Ntra. Sra. del Rosario reconstruida por Ayuntamiento de Santa Pola octubre 1946”. En el otro flanco, unos azulejos reproducen la imagen de la Virgen con el Niño. No se ofrecen mayores florituras si descontamos los pequeños pinos adyacentes, o los maceteros aquí o allá. Arriba, sobre la sierra santapolera, Gran Alacant se asoma.
De esta forma, la playa, de rocas y arena repartidas en 240 metros, puro encuentro aún hoy entre naturaleza árida o semiárida y mar, iba a ganar nombre y visitas. No fue la primera vez, desde luego, en que los humanos visitaban la zona. A las espaldas ermitañas, allá arriba, casi por Gran Alacant, la cueva de las Arañas patentiza habitabilidades desde la Edad del Bronce cuanto menos. Está enrejada hoy, pero en el Museo de Santa Pola hay réplica del asentamiento.
Devociones provinciales
El coqueto exterior y el sobrio interior de este templo, de tres por cinco metros aproximadamente, saben aún hoy de la devoción popular. La romería del 20 de junio, por ejemplo, sigue concitando la participación no sólo de santapoleros, sino también, curiosamente, de veteranos habitantes del barrio alicantino de Florida-Portazgo o Florida Alta, cuya patrona, a la que se consagra la parroquia, es precisamente la Virgen del Rosario.
Bien es cierto que la barriada capitalina, nacida en 1925, se nutrió de un poderoso flujo de inmigración provincial. Añadamos la peregrinación desde la iglesia de San Francisco de El Altet (la organiza la Peña Taurina El Altet), la segunda semana después de Semana Santa. Aún hoy, por tanto, la ermita sigue empapando el lugar, mientras el mar se impregna de una historia de la que, además, tuvo sustancial parte.