Distinguir de lejos el característico tono anaranjado de la piel de un tigre de Bengala entre la frondosidad verde y marrón de la jungla podría ayudarnos a escapar de las fauces de un animal… a los seres humanos. Algo más difícil lo tienen los ciervos, una de las presas más habituales de estos grandes depredadores. Y es que no todos los animales son capaces de percibir los vivos colores de un majestuoso tigre. Para los ciervos, estos grandes depredadores no son de color naranja, sino verde, con lo que es mucho más difícil avistarlos entre la vegetación, algo que confiere una importante ventaja para el depredador, y una desventaja para la presa. Es lo que descubrió hace un par de años un equipo de investigadores de la Universidad de Bristol en un estudio pionero para determinar qué colores son más o menos detectables a ojos de distintos tipos de criaturas en entornos diferentes.
El equipo científico, especializado en técnicas de camuflaje, dio con un nuevo método para encontrar un color óptimo para maximizar, o bien minimizar, la detectabilidad de un objetivo. Este recurso es muy útil para las especies salvajes, ya sean presas o depredadores, aunque también aplicable a algunos ámbitos de las sociedades modernas, como las técnicas de supervivencia militar.
No les hace falta ser verdes, les basta con parecerlo
“Basándonos en nuestros resultados, y dado que la mayoría de los mamíferos no humanos tienen una visión dicromática que no es capaz de diferenciar de forma fiable el naranja y el verde, parece que hay poco beneficio en volverse verde si el receptor es dicromático”, explica el texto del estudio, publicado en 2019 en la revista Journal of The Royal Society. De ahí, afirman los investigadores, que los depredadores (como los tigres), cuyas principales presas son otros mamíferos (como los ciervos), hayan experimentado poca presión evolutiva para desarrollar una coloración verde, sino que, simplemente les basta con parecerlo.
Ello explicaría que no encontremos en la naturaleza rarezas como tigres (o perros) verdes. El único mamífero con pelaje verde, recuerdan los investigadores, es el perezoso, cuyo color se debe en realidad a un alga de este color (Trichophilus welckeri). A las especies que buscan ocultarse de los animales dicromáticos no les sale a cuenta cambiar de color, les basta con el color que perciban los ojos de quien los miran. La cuestión abierta no es, por tanto, por qué los depredadores no son verdes, sino por qué sus principales presas no son tricromáticas. Pero eso es un tema que requeriría otro estudio de investigación.