Santa Pola fue testigo directo de dos importantes combates navales que determinaron el futuro de Europa durante los siglos V y VIII. Fueron décadas de profundos cambios en el orden mundial establecido, y esta villa marinera también jugó su papel en aquellos choques entre civilizaciones que buscaban imponer su supremacía en el continente.
Lo cierto es que son mínimas las evidencias históricas que se conservan dado que ha transcurrido más de un milenio desde entonces. Pero entre certezas y suposiciones sí podemos construir un cierto relato de lo ocurrido.
El Portus Ilicitanus
Nos remontamos a la época del Portus Illicitanus, que es como se llamaba el poblado ubicado en el lugar de la actual Santa Pola durante el periodo romano. Una clara referencia a la cercana ciudad de Illici, pues por este puerto solían entrar y salir los materiales que se comerciaban con otras zonas del Mediterráneo. Llegó a ser uno de los más importantes de la provincia romana de Hispania.
Hacia el siglo V el Imperio Romano, que tanta gloria alcanzó en el pasado, ya estaba agonizando. Prueba de ello es que desde Roma el emperador apenas conservaba ya el control directo de la Península Itálica. Todos los demás territorios de aquel antiguo enorme imperio que rodeó totalmente el Mediterráneo se habían independizado o fueron conquistados por alguna civilización extranjera.
Así fue como ocurrió en Hispania, la cual fue ocupada por un pueblo germánico conocido como los visigodos. Éstos establecieron un nuevo reino en la Península Ibérica que no reconocía la autoridad del Imperio. Apenas hubo contestación desde Roma pues en aquellos años sus principales políticos estaban más preocupados en organizar golpes de estado para quitarse el poder entre ellos que en defender sus propios territorios.
En el siglo V ocurrió un ataque preventivo de los vándalos contra los romanos
Buscando la gloria perdida
Todo cambió cuando el militar romano Julio Valerio Mayoriano fue proclamado emperador en el año 457. Por supuesto, golpe de estado mediante. El nuevo César se propuso recuperar los territorios perdidos por el Imperio Romano para devolverle su añorada gloria, por lo que inició una muy agresiva política expansiva.
Mayoriano logró reconquistar la Galia e Hispania en un tiempo récord, tanto ganando batallas como firmando alianzas. Este último fue el caso del rey visigodo Teodorico II, con quien llegó a un acuerdo para permitirle seguir siendo monarca hispano a cambio de que reconociera la autoridad de Roma.
No contento con ello el emperador Mayoriano preparó su siguiente ataque contra los vándalos que dominaban lo que hoy sería la actual Túnez. Su objetivo era recuperar también el norte de África para el Imperio.
El emperador romano Mayoriano fue derrocado tras el fracaso del Portus Illicitanus
El ataque vándalo
La operación naval precisamente se puso a punto en el Portus Illicitanus. Todo estaba previsto en el año 460 para que una gran flota romana partiera desde aquí hacia el Reino Vándalo. Sin embargo los espías enemigos lograron averiguar los planes, y los vándalos se adelantaron enviando una flota hacia nuestra tierra.
El ataque preventivo resultó un éxito total pues pilló totalmente desprevenidos a los romanos. Prácticamente todos los barcos anclados fueron destruidos, y algunos incluso capturados por los vándalos que se los llevaron de vuelta a África.
Los acontecimientos ocurridos en el Portus Illicitanus propiciaron la pronta caída de Mayoriano, quien sufrió poco después un pertinente golpe de estado por el cual sería derrocado y asesinado.
Los visigodos junto a los omeyas lograron evitar que los bizantinos desembarcaran en la Península Ibérica
La amenaza bizantina
El Imperio Romano caminaba disparado y sin remedio hacia su caída, como así ocurriría solo dieciséis años después. El Reino Visigodo retomó su independencia durante los siguientes tres siglos, sin embargo no estaban ni mucho menos exentos de posibles ataques externos.
Una de las principales amenazas era el Imperio Bizantino, el cual también había sido una antigua colonia romana que se independizó en el siglo IV. Ocupaba las actuales Turquía, Grecia y algunos otros territorios del este de Europa.
Varios emperadores bizantinos pretendieron volver a unificar los territorios del antiguo Imperio Romano bajo su mando. Razón de sobra para que los reyes visigodos siempre estuvieran alerta ante un posible ataque sobre la Península Ibérica. Por ello se fijó un destacamento militar permanente en el Portus Illicitanus desde el siglo VII.
Ataque repelido
Las previsiones no se equivocaron pues en el año 754 una flota naval bizantina llegó a nuestras aguas. A diferencia de lo ocurrido tres siglos atrás, ahora las tropas del Portus sí estaban convenientemente preparadas. Bajo el mando del gobernador visigodo Teodomiro lograron derrotar a los barcos bizantinos e impedir por tanto su desembarco en la Península Ibérica.
Curiosamente en aquel momento el Reino Visigodo ya había desaparecido pues la mayor parte de nuestra Península había sido conquistada por el Califato Omeya y se encontraba por tanto bajo dominio musulmán.
Sin embargo el visigodo Teodomiro había logrado conservar su puesto de gobernador de Alicante y los alrededores, llegando a un acuerdo con los omeyas para asumir la autoridad del Califato a cambio de que pudiera mantener su cargo y de que no se obligara a los cristianos alicantinos a reconvertirse al islam. Hoy en día se le suele considerar uno de los personajes más influyentes de la historia de nuestra provincia.
Nunca sabremos qué habría pasado si el Portus Illicitanus hubiera caído en manos bizantinas, pero sí sabemos que al fracasar este ataque las civilizaciones musulmanas pudieron permanecer en la Península Ibérica por los siguientes siete siglos.