Entrevista > María Isabel López / Concejala de Acción Social, Mayores y Urbanizaciones del Ayto. de Mutxamel (Abarán, 5-mayo-1956)
En las épocas de más problemas es cuando las desigualdades más abundan en la sociedad. Esta situación se ha dado en todas partes desde el estallido de la pandemia que afecta a todo el planeta desde hace ya dos años.
Es en estos momentos cuando la ayuda social e incluso, en ocasiones, la caridad con quién menos podía necesitarlo poco tiempo antes, sale a la palestra para evitar que muchas familias se queden atrás fruto del impacto de una crisis.
Ayuda necesaria
Los servicios sociales se han convertido en estos tiempos en los tristes protagonistas de la película, con miles de familias que no podían imaginar pocas semanas antes que se verían en una situación tan trágica como la de decidir si comen o pagan las facturas. Cada pueblo, cada barrio e incluso cada calle, contiene historias de cómo la ayuda social se convirtió en algo vital, sin lo que no se podría haber salido adelante.
Los servicios de acción social de Mutxamel han sido uno de esos protagonistas involuntarios. Ya acostumbrados a estar en el día a día de las personas que más lo necesitan, vieron cómo, de la noche a la mañana, una cantidad ingente de personas se vieron desbordadas por la situación. Marisol López no podría imaginarse cuando pocos meses atrás accedió a liderar la Acción Social de Mutxamel que sus planes para ayudar a su pueblo serían tan necesarios.
«Los servicios sociales están para reinsertar en la sociedad a la gente que se ha salido de ella»
¿Se imaginaba que los Servicios Sociales iban a ser los tristes protagonistas de esta legislatura?
Entré pensando en los cuatro años que tenía por delante, porque tengo claro que no voy a repetir ya que tengo una edad, y era vivir la experiencia y hacer lo más que pudiera. Tenía en mente hacer muchas cosas y con la pandemia se ha ralentizado todo, pero sí estoy cumpliendo con muchas de las que quería hacer.
No veía normal que estando todos confinados me tuviera que quedar en casa, por lo que trabajé todos los días, sólo cogí en todo el año cinco días. Venía a diario a mi casa llorando, hemos llorado mucho.
Cuéntenos como fueron aquellos días.
Llegaba después de no ver a nadie en la calle y, cuando estaba ya por aquí, lo primero que veía era la cola del supermercado, que me parecían las colas del hambre, y también las colas en las tiendas de necesidades básicas.
Al llegar al ayuntamiento me encontraba la cola de los servicios sociales, con una cantidad de gente exagerada, porque si antes dábamos 40 o 50 ayudas al mes, durante la pandemia hemos llegado a dar 500, con gente que no se imaginaba, jamás en su vida, que iba a tener que ir a pedir una ayuda a servicios sociales.
«Lo primero que veía era la cola del supermercado, que me parecían las colas del hambre»
¿Cómo fue la reacción de la sociedad ante las consecuencias iniciales de la pandemia?
Nos pusimos en marcha y le dimos más dinero a Cáritas y había gente, como una empresa que nos dio 1.400 litros de leche, que el ayuntamiento no podía recepcionar pero se lo enviábamos a Cáritas, para que se hiciera cargo.
Algún banco dio dinero, como La Caixa que lo ha hecho durante dos años. Me lo comunicaban a mí y yo directamente se lo pasaba a Cáritas. También tuvimos que poner en contacto con Cruz Roja, con la cual me llevo súper bien.
Debieron darse situaciones que, hasta la fecha, era inesperadas.
Se nos plantearon cosas muy raras. Había, por ejemplo, una familia con dos niños pequeños que no tenía para comer si pagaban el alquiler, pero estaban empadronados en San Juan. Sin embargo, allí no le daban las ayudas porque vivían en Mutxamel, aunque sus niños estaban escolarizados aquí; y aquí, al estar empadronados allí, no se les podía dar la ayuda. Había que derivarlos a Cruz Roja o Cáritas para que tuvieran su cesta de comida, que era lo que pedían: comida.
«Si antes dábamos 40 o 50 ayudas al mes, durante la pandemia hemos llegado a dar 500»
¿Tanta gente estaba tan al límite como para hablar de pasar hambre?
En el Ravalet, que tenemos a los niños en el comedor, se les enviaba la comida a casa para que siguieran teniendo un desayuno, una comida y una cena. Pero sabemos que a veces en algunas casas con eso comían varios.
¿Cuál fue su reacción al encontrarse ante situaciones que usted misma ha calificado como ‘las colas del hambre’?
Para mí ver las colas y la exposición pública de estar en la calle esperando a que te dieran una tarjeta para ir a un supermercado a comprar, era ‘revictimizar’. Era algo que yo quería cambiar. Los servicios sociales están para reinsertar en la sociedad a la gente que se ha salido de ella. Uno de los trabajos que creo más importantes, y que hacen una gran labor los educadores, es hacerles volver a entrar en ese círculo.
«Ver las colas y la exposición pública de estar en la calle esperando a que te dieran una tarjeta era ‘revictimizar’»
¿Cree que ese sistema hacía sentir peor a aquellos que percibían las ayudas?
Para mí era importantísimo hacer entender que yo no era quién para obligar a ir a un sitio determinado a nadie. Si la persona quería comprarse el pan en la panadería de al lado de su casa, o a la carnicería, debía poder ir, que bastante tiene ya con tener que pedir una ayuda como para encima obligarle a comprar donde tú digas.
¿De qué modo se propuso evitar esa ‘revictimación’?
Me costó mucho, pero trabajamos para que nadie tuviera que volver a ser ‘revictimizado’ por tener que ir a un sitio a comprar con la tarjeta de servicios sociales. Me costó casi tres meses, pero conseguí que se ingresara el dinero de la ayuda en su cuenta.
Con ayuda de muchos trabajadores sociales, que fueron con mucha gente para que supieran cómo hacerlo todo y que entendieran que si hacían algo indebido no se les volvería a ayudar, y desde hace casi dos años ya, no hemos tenido ningún problema.
«Estábamos en contacto permanente con las residencias de ancianos para saber qué necesidades tenían»
¿Cuáles eran esas explicaciones? ¿La ayuda era sólo para comer?
Quizá te tengas que comprar una botella de butano para poder bañar a tus hijos en invierno o hacer la comida, no sólo es comer.
¿Está volviendo la actividad de los Servicios Sociales a la normalidad?
Sigue más alta de lo normal, antes de la covid, pero sí ha habido una bajada importante, porque en aquellos momentos mucha gente se quedó sin trabajo o los ERTE, que algunos los recibieron a los meses.
Cuando alguien no tiene necesidad de ir a servicios sociales porque tiene un sueldo que le cubre sus necesidades, vives al día, pero vives; y de pronto un mes no cobras, tienes algo ahorrado, pero eso se termina y hay que comer, pagar la hipoteca y muchas cosas. Llega un momento en que decides que o comes o pagas.
Al principio los bancos eran reacios a que hubiera moras en hipotecas y la gente se asustaba de pensar que le iban a echar de su casa si no pagaba. Hubo mucha gente que vino por ese problema, te contaban su situación y se ponían a llorar.
Ha debido ser muy duro también para el personal de la concejalía vivir continuamente con ese estado anímico…
Recuerdo un día que una de las trabajadoras sociales vino hacia mí llorando porque me dijo que una vecina suya estaba en la cola y la podía reconocer, por lo que no quería que esa persona pudiera sentirse avergonzada de algún modo por estar en la cola.
Eran cosas que te hacían llorar. Fíjate la sensibilidad de esta trabajadora, que pidió el cambio a otra para que esa persona no pudiera sentirse mal al verse reconocida. Se pasó muy mal. Servicios sociales lloró mucho, yo no dormía por las noches, estábamos saturados.
«Conseguí que se ingresara el dinero de la ayuda en cuenta y en dos años no ha habido ningún problema»
Usted también tiene la titularidad del área de Mayores, que fueron, sin duda, un colectivo muy golpeado por la situación pandémica. ¿De qué forma han pasado estos momentos en las cuatro residencias de mayores que actualmente hay en Mutxamel?
Estábamos en contacto permanente para saber qué necesidades tenían, les mandábamos contenedores especiales cuando tenían algún caso covid… Hemos estado absolutamente pendientes.
Cuando llega esta última ola, todas las residencias están en casas grandes con jardines, pero hay una que aunque es grande no tiene jardín, pero sí una terraza. Para que pudieran visitarlos los familiares lo que hicimos fue pedir a la policía que acordonara una parte de la acera para que los ancianos pudieran estar en la terraza y los familiares en la acera, porque de otro modo no habrían podido visitarlos.
¿Le preocupa que, con tantas personas necesitadas en estos dos años, pueda olvidarse que Servicios Sociales abarca mucho más que las ayudas a estas familias?
Asuntos Sociales son muchas cosas. La enfermedad mental es tremenda y tenemos un equipo muy bueno que se encarga de esto. Había una persona en Mutxamel que era muy problemática y nunca se había hecho nada para ayudarle. Nos pusimos en contacto con el jefe de psiquiatría del Hospital de San Juan y accedió a venir. Se le convenció a esta persona para que ingresara y en este momento está tratada y cuidada, no ha vuelto a dar ningún problema. Con el servicio de psiquiatría de San Juan se ha podido hacer muchas cosas.
En general en Mutxamel tenemos unos servicios sociales más modernizados y un equipo que es una piña. Muchos de ellos ni siquiera han cogido sus vacaciones y los días que les correspondía, han estado dando el callo.
Ahora que parece que la pesadilla, sin que haya terminado todavía, al menos empieza a ver algo de luz al final del túnel, ¿qué proyectos tienen entre manos en su concejalía?
Tenemos el proyecto del Centro de Día. Desde el primer momento estuve en contacto con la Generalitat. Dijeron que fue la Generalitat la que se puso en contacto conmigo pero no es cierto, llevaba una cantidad ingente de llamadas para hablar con ellos de esto.
Ya vinieron a verlo para solucionar algunas cuestiones que quedan por hacer, y pronto podremos decir que ya hemos terminado con el centro y que se hará cargo, por supuesto, la institución autonómica de ponerlo en marcha.
¿Tiene una fecha prevista para la puesta en marcha del Centro de Día?
No tenemos fecha aunque los planos están pronto, pero será cuando la consellería decida que da el dinero y que nos ponemos a trabajar. Aquí está ya hecho y lo más farragoso es la administración, quedan unas cosas que son dos o tres meses. Por nuestra parte estará terminado pronto.