Los cronicones nos hablan de que el infierno, una vez más, gruñó bajo nuestros pies el sábado veintiuno de marzo de 1829 a las seis y cuarto de la tarde. Pero esta vez con más fuerza que nunca. Tanta que, literalmente, dentelleó a la población de Almoradí y carcomió a buena parte de todas las que se asoman más o menos al cauce del Segura. Entre ellas, Catral, que tampoco se salvó de la furia del movimiento sísmico.
Pero, a pesar de los pesares, sí iba a redoblarse, en Almoradí, y comenzar, en Catral, la devoción a un santo, San Emigdio (aprox. 279-303), convertido en ‘abogado contra los temblores de tierra’.
Aún hoy, un tanto diluidas entre festejos más publicitados, subsisten las rogativas que cada veintiuno de marzo recuerdan a este obispo italiano, de cuna alemana, Emigdio de Áscoli, cuyo espíritu aseguran que salvó del seísmo de 1703 a Ascoli Piceno, donde falleció y hay catedral románico-renacentista en su honor.
Cuando la Vega tembló
Según el sismólogo australiano-estadounidense Bruce Allan Bolt (1930-2005), en su libro ‘Terremotos’ (1981), “en Alicante, España, el 21 de marzo de 1829 un terremoto causó 840 muertos y muchos más cientos de personas heridas. Más de 5.000 casas fueron destruidas total o parcialmente en Torrevieja, Murcia y sus alrededores”.
Aunque algunas cifras hoy morigeren la cantidad de vidas humanas (se habla, por ejemplo, de 389 víctimas mortales), lo cierto es que en la Vega Baja hubo un antes y un después del seísmo.
Afectó especialmente a Torrevieja y a una Almoradí muy diferente de la actual, pero con calles estrechas y edificios altos, aunque los tembleques llegaron incluso al valle del Vinalopó y más allá.
En Almoradí, cifran algunos hasta más de la mitad de los muertos por el terremoto, nos quedemos con una u otra cantidad de damnificados (los cálculos hoy hablan de entre 192 a más de doscientos). Se sabe ahora que la tierra se tiró al menos un año avisando, pero nadie pudo prever la magnitud de lo avisado.
El obispo italiano es el abogado contra los temblores terrestres
Bajo riesgo sísmico
¿Por qué precisamente aquí, en la Vega Baja del Segura? En 2021 se presentaba un mapa de riesgo sísmico en la Península Ibérica elaborado por el Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio Ramón Margalef (IMEM), que inicia sus actividades en 2014 desde la Universidad de Alicante (UA), en cuyo seno opera (se instituye a la memoria del prestigioso ecólogo, limnólogo -estudioso de lagos y lagunas- y oceanógrafo barcelonés, 1919-2004, doctor honoris Causa por la UA en 1999).
La carta sísmica, de los investigadores del IMEM Noelia Agea, Juan J. Galiana, Alireza Kharazian y Sergio Molina, señalaba las zonas menos a más proclives a sufrir de cataclismos gracias al coeficiente de riesgo: 0,45 a 0,60; 0,61 a 0,90; 0,91 a 1,05 (la franja más abundante); 1,06 a 1,20; y más o igual a 1,40, con trozos de las provincias de Málaga, Granada y Almería, buena parte de las de Murcia y Alicante, aparte de un buen cacho de la de Valencia y un pellizco en Girona.
El seísmo afectó a las riberas alicantinas del Segura
Entre placas tectónicas
En el Mediterráneo pelea la placa tectónica euroasiática con la africana. Este roce ha producido durante siglos un fenómeno de subducción, con la litosfera (corteza) africana deslizándose bajo la otra (varios científicos plantean ahora que podría estar iniciándose, de forma natural, el proceso al contrario).
La Vega Baja alicantina se encuentra además sobre dos fallas (fracturas en la corteza terrestre), la de Benejúzar-Benijófar y la de Guardamar.
La devoción ha hermanado a Catral y a Ascoli Piceno
Terremoto más antiguo
El terremoto más antiguo en la zona sobre el que existe documentación ocurría en Orihuela en 1048. Tocaba encomendarse a alguien, que llegó de tierras portuguesas.
Sigue Bruce Bolt: “Un terremoto del sudoeste de la Península Ibérica, ocurrido el 1 de marzo de 1755, produjo un gran maremoto, que causó, él solo, muchas de las 50.000 a 70.000 víctimas ocurridas en Lisboa, Portugal, y áreas circundantes; la sacudida se sintió en Alemania y en los Países Bajos”.
Homenajes a un santo
La devoción la difunden los frailes Mínimos, primero desde su sede en Nápoles, y arraigará en la Vega Baja alicantina. En Almoradí, pionera, desde 1802 (hubo terremoto un año antes).
A partir de 1829 se sustituirá la imagen original por la del imaginero genovés, afincado luego en Murcia, Santiago Baglietto y Guierra (1781-1853). Permanece hasta su destrucción en la Guerra Civil. Se le dedicaron también una calle, un mural de azulejos del pintor valenciano Francesc Tos (1866-1924) y las rogativas.
Catral se sumó a la devoción, con una procesión también ofrendada al Santo Cristo de la Salud (cuya cofradía desfila además el Martes Santo, en el Traslado) y la Virgen de la Soledad (que sale el Viernes Santo, en el Entierro).
La relación, a partir de 2012, entre la asociación histórica local Castrum Altum y la italiana Sant’Emidio Nel Mondo llevó en 2016 a un hermanamiento no oficial entre el municipio alicantino y Ascoli Piceno. Quizá ya comenzó en 1829.