Con las fiestas de origen agrario hay un elemento muy presente en las peticiones: el agua. Pero agua buena, limpia y en su justa medida. Ahí es nada. No habrá que extrañarse, pues, ante la existencia, en un mes tan crucial para el ciclo agrario, de fiestas destinadas en el fondo a este elemento. Como siempre en torno al quince de mayo, cuando se le ruega a San Isidro Labrador con oraciones como esta: “San Isidro labrador, pon la lluvia y quita el sol”.
En la provincia alicantina menudea el fervor al santo de principios del primer milenio, casi por cualquier población o rincón donde sea necesario apagar la sed de los campos, a veces en sitios tan montaraces como Castalla, allá por el ‘valle del juguete’.
Pero iban a ser las localidades de la Vega Baja del Segura y de las orillas del Vinalopó o afluentes las que capitalizaron un fervor que este mes se concreta en múltiples romerías, festejos y celebraciones.
Se venera en las vegas del Segura o el Vinalopó
Una creencia de habla castellana
Habrá que hacer básicamente una matización. Salvo excepciones, siempre las hay, como la vinalopera Beneixama, lo habitual es que la devoción al santo, que de hecho es patrón de Madrid (en concreto sintió los primeros calores de este mundo en la zona conocida como Maŷrīṭ, que por cierto significa ‘tierra rica en agua’), donde nació y vivió (1082-1172) este agricultor mozárabe (cristiano que vivía en territorio musulmán), suele distribuirse preferentemente por territorios castellanohablantes.
Lo beatificaron el catorce de junio de 1619 y lo canonizaron el doce de marzo de 1622, aunque la bula correspondiente no llegó hasta 1724. Una ristra de milagros en vida y supuestamente desde ultratumba, sobre todo entre 1421 y 1426, llevaron a esto.
En el primer apartado, los cinco clásicos (del molino, de los bueyes, del lobo, de la olla y de la Cofradía) nos lo muestran solucionando problemas en principio insolubles gracias al rezo, pero no mediante esforzadas soluciones.
Desde Madrid se creó una colonia agraria llamada como el santo
Por tierras alicantinas
Poco a poco, la devoción a San Isidro iba a ir implantándose en territorio agro, también el del Levante. En la Vega Baja, la cadena fervorosa iba a abarcar poblaciones como, a título de ejemplo, Albatera, Cox, Daya Vieja, Daya Nueva, Orihuela, Pilar de la Horadada, Rojales y obviamente el municipio de San Isidro, en realidad una colonia agrícola surgida en 1956 y segregada de Albatera en 1995 cuando deja de ser pedanía.
Bien, aquí no estamos ante las súper atracciones de la Feria de San Isidro madrileña, pero el distinto tamaño de las conmemoraciones no ha de desmerecer con respecto al considerado festejo base de los demás.
En el caso ya citado de la localidad denominada en principio San Isidro de Albatera (2.146 habitantes en 2021), recordemos que se gestó desde Madrid, a través del Instituto Nacional de Colonización (1939-1971) y con los trazos del arquitecto madrileño José Luis Fernández del Amo (1914-1995).
Hay localidades donde la romería recorre casi toda la huerta
Verbenas y romerías
Sería injusto, no obstante, el obviar que Albatera (12.714 habitantes) homenajeaba ya a San Isidro, en unas fiestas que enlazan con las de la Virgen de Fátima, el 13, más el colofón a finales de mes de la Fiesta de la Morera, o sea, la costumbre muy de la Vega Baja de embarcarse en una verbena que le planta el punto final a un ciclo festero con la esperanza puesta en el siguiente. El mismo ciclo, pero para dentro de un año.
En Cox (7.427 habitantes) la romería cobra aires casi germinadores, puesto que la imagen efectúa, gracias a los romeros, un recorrido por las mimbres agrarias de la localidad, en un itinerario que, en el fondo, lo que busca es repartir parabienes en el campo.
Así, la romería parte del santuario de Nuestra Señora del Carmen hasta la ermita, a las faldas de la montaña. El San Isidro devocionado, por cierto, fue donado por la Cámara Agraria en plena posguerra.
Recorridos fervorosos
No muy diferente el espíritu que impregna las respectivas peregrinaciones de Daya Vieja (707 residentes) y Daya Nueva (20.001), hoy municipios independientes que antaño compartían parabienes y sinsabores como Las Dayas, y que siguen pagando su tributo devocional agrario a San Isidro. La primera, con una romería hasta el paraje El Marco, con música y el tradicional arroz con conejo; la segunda, llenando de jolgorio la pedanía de Puebla de Rocamora. O la multicultural Rojales (15.978), que le hace pasar al santo su día en el monte.
En Orihuela (78.940 residentes) hay incluso barrio de San Isidro, famoso por los murales de 1976 coordinados por Mario Candela (1931-2013) y Arcadio Blasco (1928-2013), donde la chavalería viste el traje chulapo madrileño. O la costera Pilar de la Horadada (22.597), cuya romería llega hasta el huertano, pero también industrial, barrio Cañada de Práez. Allí, paella y merienda. Lo dice el refrán: “A San Isidro he ido y he merendado, más de cuatro quisieran lo que ha sobrado”.