En 1998, científicos de la NASA organizaron una rueda de prensa para anunciar una primicia: habían encontrado «importantes depósitos de hielo en ambos polos de la Luna«. El descubrimiento llegó tras analizar los datos de la misión Lunar Prospector, la primera sonda enviada al satélite después de casi un cuarto de siglo. Aquellasprimeras pesquisas demostraron laexistencia de agua en forma de hielo en grandes cráteres cercanos a los polos lunares, una hipótesis avalada por investigaciones posteriores.
El hallazgo de agua en la Luna es, sin duda, una excelente noticia para futuras misiones al satélite terrestre, pero para poder aprovechar mejor este indispensable recurso es necesario determinar su origen y, sobre todo, su cantidad. Y hasta la fecha no existen datos concluyentes.
Por ejemplo, las conclusiones obtenidas en 2020 por el Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA, por sus siglas en inglés) cuantificar el agua encontrada en cráter Clavius de la Luna en unos 100 a 412 partes por millón, lo que equivaldría únicamente a una botella de agua pequeña. Por ello, más que el agua en sí, es indispensable encontrar de dónde viene.
Agua bajo los volcanes lunares
Una de esas fuentes potenciales son los volcanes. Esas antiguas erupciones liberarían partículas volátiles procedentes del interior del satélite que arrojarían a la superficie moléculas de agua que más tarde se condensarían en forma de hielo en la superficie del planeta. Esto es precisamente lo que ha descubierto un equipo de científicos de la Universidad de Colorado Boulder en un nuevo estudio publicado recientemente en la revista científica The Planetary Science Journal.
Hace miles de millones de años se desataron en la Luna una serie de erupciones volcánicas que cubrieron cientos de miles de kilómetros cuadrados de la superficie del satélite. La lava surgida acabaría expandiéndose por toda la superficie lunar, dando forma a las características manchas que pueden observarse desde la Tierra.