El Paraje Natural Pantano de Elda o la sierra de Bolón, o la de Cámara, no dejan de constituir lugares de esparcimiento para la ciudadanía eldense. De esta forma suple, por ejemplo con los terrenos en torno al embalse construido a fines del siglo XVI y renacido en 1890, tras la riada del catorce de octubre de 1793, el que no existan grandes parques en su entramado urbano.
Hay parques, claro. No es Elda una ciudad precisamente ayuna de verdor. Tenemos árboles en muchas calles, en centros públicos, como el jardín de la Música, vallado, con su ‘casa grande’ o ‘chalet de Porta’, levantada en los años treinta, transformada luego en centro cultural. Ahora, al igual que el huerto o parterre circundante, en proceso de remodelación y presumible mejora que comenzaba en febrero. Pero su apuesta es antes la del rincón de esparcimiento que el de la arboleda generosa.
Plazas en los límites
Si un parque, para la Real Academia Española, es un espacio urbano, abierto o cerrado, dedicado “a praderas, jardines y arbolado, con ornamentos diversos, para el esparcimiento de sus habitantes”; un jardín, algo más acotado, es un “terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales”, y una plaza un “lugar ancho y espacioso” al que “suelen afluir varias calles”, es fácil descubrir a pie de vial cuáles han sido las opciones eldenses.
Por ejemplo, casi contiguo al jardín de la Música, en la calle maestro Ramón Gorgé (1853-1925, aquí dirigió la orquesta Santa Cecilia y en Alicante ciudad fue, desde 1959, maestro de capilla de la concatedral de San Nicolás), nos encontramos entre edificios de moderna factura con una recoleta plaza, la dedicada al pintor Gabriel Poveda (1912-1990, también ‘Leirbag’). Lo de que nos hallemos ante construcciones de los ochenta es fácilmente explicable: la ‘casa grande’ fue uno de los límites eldenses.
La ‘casa grande’ fue uno de los límites urbanos
Zapateros en zona verde
La ciudad, eso sí, fue creciendo, deglutiendo fábricas, solares y algún que otro chalet. Marchemos ahora por la calle Hilarión Eslava hacia el aún en pie, de aquella manera, chalet del médico Enrique Román, con jardín privado y puerta a la calle Cervantes, que desemboca en Hilarión Eslava. Justo allí contamos con una construcción de nueva factura, la plaza del Zapatero. El pasado año se anunciaba que iba a dotársela de más zonas verdes.
Enfrente, lindando también con Cervantes, en una pequeña placita, el monumento a los trabajadores del calzado, obra de Alejandro Pérez Verdú, inspirada a su vez en un cuadro de Gabriel Poveda. Se inauguraba el 13 de marzo de 1998. Por desgracia ha tenido que ser restaurado varias veces debido a acciones vandálicas.
La dedicada a Castelar surgía en un ensanche del siglo XX
Homenajes de nueva línea
No muy lejos de allí se encuentra el teatro Castelar, que abrió sus puertas por vez primera en 1904, para reabrir en 1999 rejuvenecido aunque sin perder su perfil clásico. Se construía en honor al político de cuna gaditana pero crianza eldense, y como tal se sentía, Emilio Castelar (1832-1899).
Allí enfrente entrevemos la plaza de obra moderna dedicada a Antonio Porpetta, narrador, poeta y ensayista eldense, quien fue nombrado hijo predilecto el pasado año junto a la autora de ciencia-ficción, también autóctona, Elia Barceló. Nuevas líneas, sí, y el sombraje que toca en estos casos, más bien escaso, pero hay templete.
La plaza Mayor surgió sobre el solar dejado por dos cines
Rincones de ocio
La calle Jardines, enlazada con la Juan Carlos I, nos va a mostrar unos cuantos ejemplos más de la cultura de plazas eldenses. Primero nos permitirá asomarnos a la Mayor, obra de 1994 con trazos contemporáneos pero ánima enlazada en las plazas mayores de toda la vida. Comercios y gastronomía bajo porches, animación diurna y, si se tercia, hasta nocturna, ocupando el inmenso solar dejado por los cines Coliseo y Alcázar.
Todavía quedan, insertas en el complejo de ocio y viviendas, las salas Plaza. Seguimos en la confluencia de calles y dejamos a la derecha la placeta Sagasta, de las de fuente, banquitos donde leer el periódico, espacio donde jugar. Y árboles. El entorno y la factura moderna no atemperan el efecto decimonónico.
Tenemos a continuación otra cita antañona, aunque remodelada, muy remodelada.
Recuerdo del siglo XX
Antes estaba vallada (desde 1966), ya no. Pero la plaza Castelar, en el fondo un parque de manual, como el jardín de la Música, aunque en formato abarcable, constituye una de las citas más publicitadas de Elda en cuanto a este tipo de oferta. Lindante con un también remozado Mercado Central, el último cincelado, el de 2015, contó con los jóvenes arquitectos eldenses Luis Francisco García y Francisco Blanco.
Se conservó la estatua a Emilio Castelar esculpida en 1932 por el artista plástico segoviano Florentino del Pilar (1905-1980), así como el león. Se añadieron elementos como una fuente de las modernas de rejilla. No es tan antigua como la gente cree: aunque es hija de los ensanches urbanos del XIX, no se inaugura hasta 1933, pero sigue marcando el concepto de jardín eldense. Aunque el tiralíneas sea novísimo, espacio recoleto y clásico.