Entrevista > Miriam Blasco / Exjudoka (Valladolid, 12-diciembre-1963)
Se cumplen 30 años de uno de los momentos más históricos del deporte español, y con una alicantina (de adopción) como protagonista. Hablamos de la medalla de oro lograda por la judoka Miriam Blasco en Barcelona 92, convirtiéndose así en la primera mujer de nuestro país en obtener el tan preciado metal olímpico.
La historia que hay detrás de aquella gloriosa victoria ocurrida el 31 de julio de 1992 va mucho más allá de lo deportivo para Miriam, quien tuvo que afrontar sus primeras olimpiadas habiendo sufrido una experiencia traumática pocas semanas antes. Todo un ejemplo de superación personal que bien merece la pena recordar en su trigésimo aniversario.
«Cuando Sergio me dijo que podía ganar una medalla en Barcelona me lo tomé a risa»
Comencemos por tu infancia en Valladolid. ¿Cómo te dio por meterte en esto del judo?
Yo vengo de una familia con nueve hermanos. Mi padre era profesor de educación física y mi madre regentaba una tienda de deportes, así que con semejante panorama como te puedes imaginar todos los hijos teníamos que estar apuntados a algún deporte.
Algunos de mis hermanos se metieron a hacer gimnasia, otros a atletismo y a mí con ocho años me apuntaron a judo, como perfectamente podía haberme tocado cualquier otra cosa (risas). Lo cierto es que desde el principio me enamoré de este deporte.
¿Te diste cuenta pronto de que tenías un don para esto?
¿Sabes lo que ocurre? En mi época éramos muy pocas niñas haciendo judo, así que me tocaba competir normalmente contra niños. Yo sí que notaba que me divertía mucho, pero hasta que era adolescente no empecé a luchar realmente con otras judokas en campeonatos de España.
«Si no hubiera ganado el oro, la gente hoy se acordaría mucho menos de Sergio Cardell»
¿Cuándo te vienes a Alicante? Si no estoy equivocado fue por amor, ¿no?
Así fue. Coincidió que al cumplir 18 años mis padres se mudaron a Villalba, pero yo para empezar una nueva vida prefería irme a Alicante. Sobre todo porque mi entonces novio, el judoka Alfredo Aracil, era alicantino, y además me suponía una buena oportunidad para seguir entrenando.
¿Se practicaba ya buen judo en Alicante por aquella época?
Sí, sobre todo porque estaba Sergio Cardell, quien fue uno de los pioneros a nivel internacional y había obtenido muy buenos resultados como competidor.
¿Cómo conociste a Sergio?
Era el entrenador de Alfredo. De hecho cuando yo residía todavía en Valladolid ya me entrenó en alguna ocasión que viajé a Alicante para ver a mi novio. Y luego al trasladarme aquí se convirtió en mi entrenador oficial.
Y entonces empiezan a llegar tus primeras medallas en europeos y mundiales. ¿Cómo fue ese salto?
Fue sobre todo por Sergio. Cuando vine a Alicante me dijo que si entrenando a medio gas en Valladolid había sido capaz de quedar tercera en España, tomándomelo en serio podía aspirar a lo más alto. Así que en 1987 empezamos los dos a dejarnos otros proyectos y centrarnos en mi preparación. Precisamente ese fue el año que dieron los Juegos Olímpicos a Barcelona.
«He recibido muchísimo cariño de Alicante. 30 años después aún me felicitan por la calle»
¿Supongo que eso fue una motivación extra?
Sí, pero en aquel momento me parecía algo casi utópico. Yo vi Seúl 88 en la tele de mi casa. Cuando Sergio me dijo un día “oye, yo creo que si entrenamos bien puedes ser campeona olímpica en Barcelona” me lo tomé a risa. Como si alguien me propone aprender a volar (risas).
Luego quedé campeona nacional, y fui la primera judoka española en conseguir medalla de un mundial así que me dije… pues lo mismo sí puede ser. Me lo fui creyendo poco a poco.
De hecho en 1991 quedaste campeona del mundo.
Recuerdo que a Sergio le parecía que estábamos yendo incluso demasiado deprisa, porque él prefería que llegara a Barcelona 92 como tapada y no como la rival a batir. Cuando eres la campeona todas las demás tienen mucha más motivación para ganarte, y la tuya propia puede disminuir.
Afortunadamente yo tenía conmigo también a Josean Arruza, quien era psicólogo y me hizo enfocarme en que cada competición era diferente… como empezar de cero. Entre él y Sergio formaron ese gran tándem que me llevó hasta donde me llevó.
«Entrenar me ponía más nerviosa que competir»
Y cuando apenas quedan unas semanas para Barcelona 92… Sergio Cardell fallece en un desgraciado accidente de tráfico. ¿Cómo te repones de tan tremendo golpe? ¿Convertiste el dolor en motivación?
Josean hizo un trabajo tremendo conmigo. La mayoría de gente evitaba hablarme de Sergio, pero él sí lo hacía porque entendía que en una situación así es importante pasar el duelo. Incluso cuando entrenábamos se colocaba en el mismo lugar del tatami donde Sergio solía ponerse. De hecho recuerdo que la primera vez al mirarle, tuve que parar el entrenamiento porque me puse a llorar.
Efectivamente poder dedicarle un oro olímpico se convirtió en una motivación extra para mí. Si no hubiera ganado aquella medalla seguramente Sergio no tendría una rotonda dedicada en Alicante, ni estaríamos ahora hablando de él 30 años después. Fue mi manera de honrar su memoria. Siempre me enseñó a creer en mí misma.
¿Cómo recuerdas tus combates en Barcelona?
Me tocó el sorteo más difícil posible, y creo que eso me ayudó porque me hizo estar muy concentrada desde el principio. A veces cuando te toca alguien más flojo te relajas, pero empecé con la coreana Jeong Seon-yong que era la mejor de nuestro peso.
Josean y yo realizamos un trabajo muy metódico, planteando todos los combates como si fueran una partida de ajedrez. Yo veía que iban saliendo las cosas, y eso me fue dando más confianza.
«Me metí en política para ayudar a los deportistas porque había visto mucho juguete roto»
Y en la final vences a la británica Nicola Fairbrother, quien a la postre es tu actual esposa. En esta historia hay tragedia, superación, gloria, amor… Si fueras norteamericana seguro que te habrían hecho ya una película.
Eso me han dicho algunas veces. A mí me parecería bien, pero solo si me interpreta Angelina Jolie (risas).
Te conviertes en la primera mujer española en ganar un oro olímpico y una multitud te recibe en el Ayuntamiento de Alicante. Algo solamente visto hasta entonces con el Hércules o el Calpisa.
Recibí mucho cariño de la ciudad. Han pasado 30 años y todavía hay quien me para por la calle para felicitarme. Evidentemente los niños ya no saben quién soy, pero cuando vienen a mi club suelen decirme: “¡Anda te llamas Miriam Blasco, el mismo nombre de la avenida!” (risas). Y sus padres y abuelos se hacen fotos conmigo.
Aún así en aquella época había muy poca visibilización del deporte femenino a nivel nacional comparado con ahora. De hecho, el mismo día de mi medalla el atleta Daniel Plaza ganó también un oro, pero en las portadas de los periódicos su foto salía en grande y la mía en pequeñito. Eso sí, desde entonces soy la respuesta a la pregunta del trivial de “¿quién fue la primera mujer española en ganar una medalla de oro olímpico?” (risas).
Barcelona fueron tus únicas olimpiadas. Estando lo más alto del judo mundial, fuiste dejando de competir para asumir un rol de entrenadora. ¿Por qué tomaste esa decisión?
Pues porque ya había quedado campeona olímpica, del mundo y de Europa. No me quedaban muchas motivaciones más.
Yo en principio quería haberme puesto a estudiar Filología en la universidad, pero al no estar Sergio mucha gente me propuso que ocupara su lugar. A mí siempre me ha encantado dar clases de judo, así que me dije “¿por qué no echar una mano a los demás igual que Sergio me la echó a mí?”. Fue una etapa muy bonita también.
A Atlanta 96 vas como entrenadora de Isabel Fernández y Yolanda Soler… y ambas ganan un bronce.
No hay ningún otro deportista español que pueda decir haber sacado medalla olímpica tanto compitiendo como luego entrenando a un alumno. Así que muy contenta también con este mérito.
¿Te ponías más nerviosa en los combates como luchadora o como entrenadora?
Como entrenadora. Yo cuando luchaba siempre me encantaba competir, no me imponía demasiado la presión ni el público. Entendía que si me pasaba tantas horas entrenando era precisamente para disfrutar de la competición cuando llegara. Por eso siempre daba mejor nivel en la competición que en los entrenamientos.
Pero claro, cuando llevas a otra gente pues estás fuera del combate… y a la hora de la verdad no depende de ti. Eso me creaba frustración.
«Me puse a entrenar porque ya lo había ganado como luchadora»
Por esta época abriste tu propio club de judo que todavía sigue funcionando en la actualidad.
Empezamos en 1995. Al principio en Carolinas y ahora estamos en el Arena de San Juan Playa. Actualmente se enseña un judo más educativo, con menos vocación a que todos los niños acaben compitiendo. Sobre todo el objetivo es desarrollar valores y que los chavales hagan deporte. Luego si salen competidores, pues todavía mejor.
Hoy en día hay muchos más niños practicando judo que en tu época, ¿no?
Si, y sobre todo muchísimas niñas más. Imagino que es por mí, por Isabel, por Yolanda y por aquella generación que logramos los primeros éxitos en el judo femenino. Tener referentes cercanos ayuda a que los pequeños se animen y digan… “¿y si ella lo consiguió, por qué yo no?”.
Una vez termina tu carrera deportiva, decides meterte en política. ¿Cómo te surgió esto?
Como deportista compartía muchas preocupaciones sobre el deporte en España. Cuando me reunía con algún político les hacía siempre una serie de preguntas del tipo cómo puede sobrevivir un club sin mecenazgo, por qué no hay visibilidad para la mujer, qué pasa con los deportes minoritarios… hasta que ya me dijeron “¿Pues por qué no te encargas tú?”.
¿Hubo alguien en el PP que te convenciera especialmente?
Todo fue a raíz de una comida de campeones olímpicos que tuvimos en Moncloa. Yo aproveché para lanzarle varias preguntas de este tipo a Aznar, debió pensar que era una pesada (risas). Y poco después me llamó Zaplana para ofrecerme ir en las listas del Senado.
¿Qué iniciativas políticas llevaste como senadora y diputada?
El Senado me gustaba mucho porque es una cámara muy social. Yo empecé sobre todo impulsando programas para que los deportistas tuvieran más fácil la conciliación familiar. Esto es algo que me preocupaba porque he visto mucho juguete roto, el típico deportista que dedica muchos años a lo suyo y luego cuando termina no tiene absolutamente nada. En las universidades no les atrasaban exámenes, y muchos otros no querían competir precisamente por estas trabas.
De ahí salió el Programa de Atención al Deportista de Alto Nivel (PROAD), por el cual se realiza un seguimiento de los deportistas y sobre todo se les da ayudas a nivel de formación.
También impulsaste el programa Mujer y Deporte.
Sí, porque si tú obtienes un resultado pero no tiene ningún eco pues luego no salen niñas que quieran seguir tus pasos ni hay sponsors. Por ello hicimos una discriminación positiva de ayudas a mujeres deportistas para que hubiera más en alta competición. De este programa salieron Mireia Belmonte y muchas otras.
Todo cambió muchísimo en pocos años, desde Londres 2012 las mujeres españolas ya sacan incluso más medallas olímpicas que los hombres.
Para terminar, ¿30 años después qué recuerdo te viene a la cabeza cuando te dicen las palabras “Barcelona 92”?
La inauguración. Para mí entrar a ese estadio lleno para el desfile con todo el equipo español, el entonces príncipe Felipe hondeando la bandera y el arquero disparando la llama… fue algo muy bonito. La medalla sinceramente la recuerdo más con satisfacción de haber cumplido con mi responsabilidad que con alegría, dado lo que había pasado con Sergio.