Cinco playas. Este es uno de los eslóganes esgrimidos desde Santa Pola para visitarla. La estación de autobuses, en su sitio web, las ordena de norte a sur: de la Ermita, Varadero, Lisa, La Gola y el Tamarit. Cada una con su especificidad, proporcionando pinceladas atractivas para su visita y disfrute. Bien, en realidad, el recuento oficial llega nada menos que a trece.
¿Tantas? Bueno, hay unos trece kilómetros de costa, así que da para playa por kilómetro, aunque varíen en longitudes: siete ‘urbanas’ y seis ‘naturales’. No obstante, la división efectuada por l’Estació nos va muy bien para agruparlas, en un trece en cinco, según su, digamos, ‘personalidad’. Porque no es lo mismo bañarse al norte de la ciudad, o al sur, que encarándola, claro.
Costas agrupadas
Pensemos en que, por características comunes, podemos asociar playas como el Bancal de l’Arena, o las múltiples calas de ese sector, o la especial Canina de los Perritos, con la de la Ermita. Y las urbanas del Carloti y, más al sur, las de Varadero, de Santa Pola y Gran Playa conforman prácticamente el mismo sistema litoral.
Desde aquí, en todo se coincide con el ramillete costero aportado por l’Estació. Pero cabe, antes de detenernos en ello, preguntarnos por las causas tectónicas de un sistema ribereño como el de Santa Pola.
Así que para llegar hasta el llano, sería interesante repasar el mapa: como lo de la Vía Augusta, que unía a la portuaria Gades (Cádiz) o Augusta Urbs Julia Gaditana con Portus Ilicitanus (Santa Pola).
Hay trece playas, prácticamente una por kilómetro de costa
Historias geológicas
Porque la historia geológica provincial ha legado, y sigue haciéndolo minuto a minuto, sus particulares relatos para las costas alicantinas. Y los sistemas montañosos tienen mucho que contar al respecto. En Andalucía (la Bética romana), nace el sistema de cordilleras Bético, que desemboca, en la Península, justo aquí para, a continuación, proseguir su pétreo camino bajo el Mediterráneo, hasta la mallorquina sierra de Tramuntana.
El sistema Bético se divide básicamente en tres cordilleras: la Prebética, la Subbética y la Penibética. Pues bien, las tres confluyen en la provincia. Y esto, para entendernos, hace que Alicante se presente notoriamente ‘arrugada’, montañosa, con la excepción de los llanos litorales, o las zonas del Bajo Vinalopó y la Vega Baja del Segura, que acogieron hace milenios al inmenso Sinus Ilicitanus o Golfo de Elche.
La Serra Grossa divide un litoral acantilado y otro más llano
Dos paisajes diferentes
Los parques naturales del Hondo (sobre todo entre Crevillent y Elche), las Salinas de Santa Pola y el Clot de Galvany (compartido el último con Elche) no dejan de ser notables rastros de aquella tan mítica como real bahía. Digamos, resumiendo muchísimo, que al sur del Marquesado tenemos orografías penibéticas; en las Marinas, prebéticas; y ya hacia abajo, subbéticas.
Anotemos que a uno y otro lado de la Serra Grossa (sierra gorda) o de San Julián (161 metros), en Alicante capital, parecen crearse paisajes costeros muy distintos. A su norte, la costa provincial inicia un progresivo escarpe que alterna playa y farallones; al sur, en cambio, aunque no falten los acantilados, en general menguados, prima la pincelada costera de trazo suave, como si una inmensa playa bordease la provincia hasta la contigua Murcia.
La Gola y Tamarit son cordón costero de una antigua albufera
Mareas débiles y mucha brisa
Algo sí comparten las playas alicantinas de norte a sur: se trata de costas fundamentalmente sedimentarias, donde, a poco que exista el suficiente espacio para ello, proliferan las dunas, peinadas por el viento, ya que no por unas mareas tan débiles que parecen prácticamente inexistentes. En Santa Pola, matorrales y pinos bajos, y escombros, han suavizado el arenero en la primera, la de la Ermita (tomamos, como resumen, las agrupaciones playeras de l’Estació).
El farallón limado por la brisa marina de la sierra de Santa Pola, por donde el faro, la urbanización-pedanía Gran Alacant y el yacimiento de la Cueva de las Arañas, será una formación habitual en esta vertiente sureña del litoral alicantino. No saluda la tierra al mar en cortado, sino que presenta una ribera llana, muy urbanizada a la que alcanzamos la zona de Varadero, con paseo junto al mar.
Las últimas riberas
Pero la verdadera playa urbana es Lisa, donde el agua como mucho lame. Quieta, de muy poca profundidad, el entorno es reserva marina de praderas acuáticas, con proliferación de algas, para enfado de turistas que prefieren una naturaleza de artificial parque temático. Hasta aquí llega la expansión sur de la urbe, donde se termina el avance de urbanizaciones, apartamentos y gastronomías varias. A partir de ahora, toca andar porque comienza el parque natural de las Salinas.
Aquí, la costa no es más que el cordón arenoso o restinga de la albufera en la que se convirtió, hasta el siglo dieciocho, el antiguo golfo. En La Gola, un viejo embarcadero salinero de 1896 y búnkeres de la Guerra Civil. La del Tamarit, donde llegó la madrugada del 28 de diciembre de 1370 la Virgen de la Asunción, alma del Misteri d’Elx, es una extensión de aquella, más solitaria. Y tan soleada como todas.