El pasado año la localidad de Elda celebró el bicentenario del nacimiento de uno de sus hijos más ilustres. Hablamos de Juan Rico Amat, destacado político, periodista y escritor del siglo XIX. Hombre de fuertes ideas conservadoras, un ingenioso sentido del humor y una enorme devoción por la literatura.
Durante dos años de su vida su destino estuvo unido al de Alcoy, donde desempeñó un papel muy protagonista. Y ya no solamente porque ejerciera de alcalde, sino por las reformas administrativas que planteó e incluso por sus aportaciones a los Moros y Cristianos. Por ello también consideramos que merece ser recordado en nuestra localidad.
Inicios
Nació a día 29 de agosto de 1821 en el seno de una importante familia eldense. Su ideología conservadora probablemente la heredó de su madre, quien era una reconocida carlista (los partidarios de la monarquía absoluta). Su gusto por las letras tal vez de su padre, de profesión abogado.
Estudió en la escuela de Aspe hasta que siendo adolescente se mudó a Madrid para vivir con su hermano Pedro (quien era sacerdote e incluso llegó a ser nombrado obispo) y proseguir allí su educación. En la capital del Reino estudió Derecho como su progenitor, pero apenas ejerció la abogacía. Juan se decantó más por el mundo del periodismo, llegando a ser director del semanal ‘La Ilustración Española’ con solo 24 años.
No sabemos de quién heredó su amor por la comedia, pero ya desde joven le dio por escribir poesías y textos satíricos. La escritura es un arte que nunca abandonaría durante el resto de su vida.
Una de sus primeras medidas fue reorganizar la administración del Ayuntamiento de Alcoy
Sus dos años en Alcoy
Aquello que le unió a Alcoy fue la política. Afiliado al Partido Moderado, en 1845 fue nombrado diputado provincial de la Diputación de Alicante y dos años más tarde nuevo alcalde de la ciudad alcoyana. Una efeméride de la que ahora se cumple el 175 aniversario.
Amat Rico debió encontrar un panorama burocrático un tanto caótico en el ayuntamiento de Alcoy cuando tomó posesión, ya que de lo primero que ordenó fue impulsar una profunda renovación administrativa. Puso también bastante énfasis en atajar la delincuencia.
No hay muchas más reseñas sobre proyectos que fueran impulsados durante su mandato bianual, pero según una fuente de la época “promovió toda clase de mejoras (…) y captó las más nobles simpatías de sus administrados”.
Aunque quizás su aportación más recordada a esta ciudad no fuera precisamente política, sino más bien al ámbito de la fiesta. El eldense se enamoró rápidamente de los Moros y Cristianos alcoyanos, hasta el punto de que utilizó su prodigiosa pluma para escribir embajadas dedicadas a ambos bandos. Dichos textos posteriormente se utilizaron también en fiestas de otros pueblos e incluso todavía se recitan en la actualidad.
Las embajadas que escribió para los Moros y Cristianos aún se continúan recitando
Recompensa por los servicios
No sabemos hasta qué punto Juan Amat Rico realmente “captó las nobles simpatías” de los alcoyanos, pero lo cierto es que el Gobierno de España decidió recompensarle por sus servicios políticos en nuestra localidad, otorgándole el título de comendador de la Orden de Isabel la Católica en 1849 y ascendiéndole a un cargo mejor remunerado como secretario del Gobierno Civil de Zaragoza. Cinco años más tarde fue trasladado a ese mismo puesto en Barcelona.
Durante los siguientes años soplaron aires de cambio en España, pero nuestro protagonista más bien prefirió caminar en dirección opuesta al viento. Eso sí, fiel a su estilo personal lo hizo con bastante sentido del humor.
Durante sus últimos años tuvo muchos problemas con la censura por sus publicaciones de burla política
Política con humor
En 1867 regresó a Madrid para fundar un diario satírico cuyo nombre bien lo decía todo: ‘La farsa’. Aquí se dedicaba a ridiculizar a los políticos de la época, con especial esmero hacia los militantes del Partido Progresista.
Cuando al año siguiente se produjo la Revolución de la Gloriosa que acabó con el reinado de Isabel II, sus publicaciones se volvieron todavía más incisivas. Incluso escribió una zarzuela llamada ‘El infierno con honra’ parodiando a los revolucionarios y cargada de surrealismo. Dicha obra causó tanto revuelo que casi ningún teatro se atrevió a representarla por miedo a sufrir represalias políticas del nuevo Gobierno.
Luchando con la censura
En estos años el ilustrado eldense también se dedicó a la investigación histórica, un oficio que le ocasionó bastantes menos disgustos que su querencia por burlarse de los políticos. No en vano tuvo que refundar varias veces su periódico a causa de la censura, hasta el cierre definitivo cuando la Partida de la Porra (un grupo terrorista afín al Partido Progresista) destrozó violentamente la redacción de su medio.
Juan se vio obligado a abandonar Madrid y regresó a su ciudad natal. Nadie le pudo privar, eso sí, de que continuara escribiendo zarzuelas y poesías casi siempre cómicas. Falleció en la capital española a la edad de 59 años fruto de un infarto al poco de que le permitieran regresar a dicha ciudad.