Las fiestas tienen una notable solera, fundadas en la segunda o tercera décadas del siglo dieciocho, así que atesoran fama, sustrato y variedad. Un repaso a sus elementos nos lleva por una mixtura variada, amplia y sin embargo perfectamente lógica de las fiestas mediterráneas. Quizá el secreto esté en que estos festejos, lejos de sustituir, salvo en una ocasión, lo que hacen es sumar.
Es una fiesta en honor a Cristo, como muchas de las desarrolladas en agosto en la Comunitat Valenciana, donde el único relevo fue el del montpellerino San Roque (1350-1379), protector de las epidemias, por una imagen de Cristo donada por Juan de Ribera (1532-1611). Arzobispo de València y patriarca de Antioquía, de todo Oriente (1568), fue uno de los principales impulsores de la expulsión de los moriscos (musulmanes forzosamente convertidos al cristianismo).
San Roque y el Cristo
Las leyendas de los peregrinos que llegan a un lugar y dejan una imagen religiosa cobran aquí también visos de realidad, bastante enjundiosos, con otro posible origen: la ofrecieron los Caballeros de la Orden de Montesa y San Jorge de Alfama, que fundara en 1317 quien fuera rey de Aragón, Sicilia y València, y conde de Barcelona: Jaime II (12673-1327).
Pero ahí se acaban las sustituciones. Las celebraciones fueron engordando década a década a costa de nuevas creaciones con éxito (por aquí existe un dicho: “Son fiestas: si se ha hecho más de dos años, es tradición”) pero también con antiguos festejos que poco a poco iban asumiéndose desde este ciclo de fiestas de agosto en torno al día seis, el del Cristo de la Transfiguración.
La escultura del Cristo pudo ser donada por Juan de Ribera
La danza pretérita
Este crecimiento por adición se ejemplifica en la que posiblemente sea la más antigua danza ritual de la Comunitat Valenciana, conocida como la Dansa dels Porrots (por los bastones), antiguamente Dansa dels Alcides (nombre griego que atañe a la fuerza y la realeza). De más que probable origen mediterráneo, en esta mismidad tan nuestra caben incluso importantes debates como el de la incorporación activa de la mujer en la fiesta.
Antaño, esta parte fundamental de las fiestas del Cristo de Silla lo representaban solo hombres, pero a partir de los años cincuenta las mujeres comenzaron a hacer fuerza para su definitiva inclusión y a formar collas. Ya no iban a ser más el reposo del guerrero, sino directamente guerreras. Porque se trata de eso, de la ritualización coreografiada de una danza de claros pespuntes grecorromanos.
Es el baile grecorromano más antiguo de la Comunitat Valenciana
Hacia la inclusividad
Poco a poco se ha ido pasando de los grupos de hombres y los de mujeres a una progresiva inclusión que, en plena pandemia, se decidió que se abriera a las personas con discapacidades. Cabe esperar qué sucederá en este agosto en que al menos en principio los festejos volverán a celebrarse en lo más parecido a la normalidad. Para comprobar cómo la Dansa tiene más futuro incluso que el gran pasado que ya atesora.
Los orígenes, papeles cada vez más perdidos mediante, se confunden en el baúl de la historia, pero quizá nos lleven a más atrás de la propia festividad de agosto (bien que la primera referencia clara a la celebración nos remonta al siglo diecinueve). Quizá la siembra se encuentre en la propia fundación de esta localidad de l’Horta Sud o l’Horta-Albufera con 178.118 habitantes según último censo, cuando fue explotación agraria romana, allá por el 138 antes de Cristo.
Existen ejemplos de ‘carxofes’ en Alaquàs, Elche o Morella
El ‘angelet’ y la alcachofa
Fue también alquería musulmana y, con la industrialización tanto de València como de su zona metropolitana, emporio manufacturero tan variado como las diferentes fiestas que engloban las efectuadas en honor al Cristo, además de seguir labrándose sus campos, alimentando sus ganaderías y echándole cebos a los pescados de la Albufera en su puerto, quién sabe si cartaginés.
Pero hablamos de fiesta de fiestas. ¿Qué tal conocer que existe algo muy parecido a una Magrana, como la de Elche? La Carxofa de Silla consiste también en un niño vestido de ángel (‘l’angelet’) que desciende en el interior de una especie de alcachofa invertida, manejada mediante poleas. El artilugio se abre y el chaval comienza a cantar. Carxofas y Magranas aluden tanto a este tipo de actos como a los bailes de cintas que acompañan.
Festejos muy mediterráneos
En fin, no nos olvidemos de que también hay Carxofas en Alaquàs (l’Horta Oest), en el barrio valenciano del Carmen y en la castellonense Morella, pero allí la llaman Taronja, naranja. Como en la Dansa dels Porrots, es posible que cunda mayor antigüedad. Pero el ‘Cant de la Carxofa’ (‘Gloria a Dios en las alturas’, de título real) sí tiene fecha: 1854.
Eso sí, no fue el primero. Este es un motete (composición polifónica, a más de dos voces, ‘a capella’, o sea, sin instrumentos, para ser cantada en iglesias) compuesto por Rigoberto Cortina Gallego (1843-1920). Su arte se asoció, pues, a esta fiesta de fiestas donde también hay cine, música en la calle, ‘sopar popular’, ‘bous al carrer’. Pura mixtura mediterránea.