Dos años pueden parecer una eternidad y, sin duda, eso es lo que ha sucedido entre el colectivo festero de Altea, que cuenta ya los días, las horas, los minutos y, quizás, los segundos para volver a poner en marcha la celebración de las Fiestas Mayores en honor al Santísimo Cristo del Sagrario y San Blas.
Reconocidas ya con el título de Fiestas de Interés Turístico Autonómico, y tras haber calentado motores con otras muchas celebraciones a lo largo de los últimos meses, los días grandes de la Villa Blanca se acercan y la edil del área, Marta Lloret, es una de las muchas personas que, como ella misma dice en esta entrevista, no pueden ocultar su cara de ilusión por ello.
Aunque el calendario festero de Altea abarca todo el año, sin duda es el mes de septiembre el que está marcado en rojo por parte de todos. Un mes en el que, en los mismos días, se concentran las dos principales fiestas del pueblo.
Nosotros llamamos a las dos Fiestas Mayores. Son las fiestas en honor al Santísimo Cristo del Sagrario y en honor a San Blas. Como el patrón de Altea es San Blas, podríamos decir que esas son las patronales, pero las mayores también incluyen a las fiestas del Santísimo Cristo del Sagrario y, por lo tanto, las denominamos como una unidad.
Tanto es así que para la consecución del reconocimiento de Fiestas de Interés Turístico Autonómico hicimos la petición conjunta, precisamente porque lo comparten todo. No es algo que se pueda separar.
«No diré que se perdiera la ilusión, pero sí que hubo momentos de apatía derivada de la incertidumbre»
Es una circunstancia que no se da sólo en estas fiestas. Pienso, por ejemplo, en el Castell de l’Olla, que también nace como un ‘spin off’ de las fiestas de San Lorenzo y que, como en el caso de los Moros y Cristianos, nace de la inquietud de la misma persona: Pepe ‘Barranquí’.
Así es. El Castell de l’Olla viene de la celebración de San Llorenç y queda enmarcado dentro de esas fiestas, aunque se ha hecho tan grande que finalmente era inviable que la misma comisión lo organizara todo, pero tenemos a la Cofradía del Castell de l’Olla que, como ha vuelto a quedar demostrado este año, hace un trabajo increíble.
Y, efectivamente, Barranquí hizo un gran trabajo en el Castell y en los Moros y Cristianos. Al final, en las fiestas siempre estamos los mismos porque a los que nos gusta esto, estamos en unas y en otras y vamos sacándolo todo adelante.
«Las fiestas de barrio se han llenado absolutamente todas. Ha sido impresionante»
Otra cosa que tienen en común los Moros y Cristianos y el Castell de l’Olla es que, al menos en términos relativos, son fiestas muy jóvenes que han conseguido una gran proyección en poco tiempo. ¿Por qué cree que ha sucedido esto en Altea?
Este año cumplimos el 43º aniversario de los Moros y Cristianos y, efectivamente, es en ese sentido una fiesta muy joven. Hay que decir que el Cristo existe muchísimos más años. Creo que los Moros y Cristianos han conseguido, como dices, una gran imagen en toda España y se ha convertido en un reclamo turístico de toda la Comunitat Valenciana.
El motivo puede estar, en mi opinión, en nuestra particularidad. Hay gente que lo ve como algo diferente, nuevo, distinto a lo que se suele hacer en otros municipios y eso es algo que llama la atención.
Después de dos años sin poder celebrarlas, imagino que ya habrá muchísimas ganas de retomar las fiestas.
Lo veo mucho en las caras de ilusión que tienen los cargos festeros, las reinas, las cortes de honor… ¡es que han pasado muchos años! Parecía que esto no iba a acabar nunca. No diré que se perdiera la ilusión, pero sí que hubo momentos de apatía derivada de la incertidumbre de no saber ni cuándo ni cómo íbamos a poder volver.
Cuando nos dieron el visto bueno este año, ha sido un soplo de aire fresco y, como digo, las caras de todos son de ilusión. Por fin vemos nuestros trajes, las carrozas, el boato… Hay muchísimas ganas.
«Cuando nos dieron el visto bueno este año fue como un soplo de aire fresco»
Si lo ya celebrado sirve como termómetro, Altea va a arder en sus días grandes.
(Ríe) Sí. Lo hemos visto en todas las fiestas de barrio. Se han llenado absolutamente todas. Ha sido impresionante. Algo muy fuerte. La gente tiene muchas ganas de fiesta. Es algo que llevo diciendo todo un año, pero no esperaba que a un nivel tan alto.
¿Cree que la inevitable relación entre las fiestas y el turismo puede acabar desvirtuándolas como elemento cultural para convertirlas en un ‘producto’ del destino?
El equilibrio está en seguir siendo nosotros mismos. En seguir trabajando la derivada cultural de las fiestas con la música o la gastronomía. Al final, el reclamo turístico es que la gente pueda ver lo que nosotros estamos disfrutando.
Lo que destacaría en este sentido, es que debemos tener un control. Deben existir unos estándares y unos límites para que no se sobrepasen esas líneas que pueden derivar hacia una falta de respeto a la propia fiesta.
Al final, hay momentos para las risas y la diversión y momentos para la seriedad y la concentración.
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