El Gualeró imponía: un canal de riego del siglo catorce, hoy soterrado, que para la chavalería era río. Desde luego, no tenía el tamaño de una acequia o azarbe normales. Allí cabían aventuras mil, y también esas amonestaciones que, a tales edades, entonces con la inocencia por bandera, sonaban a fastidiosas. La realidad es que daba para críos ahogados, pero todas las historias escuchadas, al margen de que alguna hubiese efectivamente ocurrido en la realidad, sonaban a leyendas urbanas.
El azud del siglo dieciocho, de siete metros de alto y 3’60 de ancho, llamado, a pesar de ser mutxameler, “de Sant Joan” o “de Busot”, también “del Pas”, básicamente el Assut Nou, escanciaba agua del Monnegre para nutrir la vega a través del canal. El embalse El Pantanet (1842) distribuía. Y los agricultores se iban a la era, primero con el ‘matxo’ (la mula) tirando del carro, más tarde con unos coches auténticos todoterrenos.
Caballos de hierro
Aquellos ‘dos caballos’ furgoneta, cuyo aire acondicionado se componía, en realidad, de unas toberas con rejillas sobre el salpicadero, conectando directamente el exterior y el nada confortable interior, resultaban muy prácticos. Y daban para pensar si, con un buen equipo de buceo encima, se podía hacer en ellos la travesía Mutxamel-Palma de Mallorca de un tirón. Meterse, desde luego, se metían por cualquier sitio. ¡Menuda suspensión tenía!
Hasta cierto punto, se convirtieron en algo así como el coche de faena oficioso del labriego mutxameler. El de marchar a la era, cargarlo de frutos del campo, ya fuera para consumo propio o para venta directamente a la entrada de casa, o mediante ruinoso trato con intermediarios. También hierbas para los conejos, los que se tenían en el patio de cada casa. Aquellos roedores mascaban con fuerza aquellas excrecencias vegetales. Esos automóviles respiraban agro.
El canal de Gualeró, para la chavalería, era como un río
El campo alicantino
Mutxamel se encuentra ubicada en la zona de l’Alacantí, también campo o comarca de Alicante, formada, además de por la ciudad capitalina, por Agost, Aigües, Busot, El Campello, La Torre de les Maçanes, Sant Joan d’Alacant, San Vicente del Raspeig y Xixona. Muchas de estas ciudades se encuentran ya entrelazadas, conurbadas, o a punto de hacerlo. La posibilidad de una megaciudad que acabe agostando los campos no resulta tan descartable.
Dentro de la anterior circunscripción comarcal, el municipio mutxameler se inscribe directamente en l’Horta, un llano aluvial en suave pendiente hacia el mar, de unos cuarenta metros de altitud media, en el que también podemos anotar a Sant Joan d’Alacant o las pedanías alicantinas de Orgegia y El Palamó (Villafranqueza), aparte de la prácticamente desaparecida huerta capitalina, como la zona de la Condomina. Juntas pasaron a conformar una suerte de inmensa y feraz despensa.
El ‘dos caballos’ furgoneta se convirtió en el coche del labriego
Un pasado agrícola
Mutxamel ha sido totalmente agrícola hasta mediados del siglo veinte, de forma que quienes no trabajaban directamente los bancales, como bares, tahonas y demás, lo hacían en exclusiva para la población labriega. Quizá por ello se trata de un municipio bastante ayuno de cualquier otro tipo de servicios, como la hostelería, cuando el sector terciario comienza a crecer en la urbe.
Pero, a la hora de rebuscar datos en los que morder, tenemos problemas. Como señala el propio Ayuntamiento, “de toda esta documentación, sólo 95 cajas llegaron al Arxiu Municipal. Estas abarcan desde el año 1964 al 1992 y provienen de la extinta Cámara Agraria Local, heredera de la antigua Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos”. El tiempo todo lo emborrona.
La mayor parte de los cultivos eran de secano
La situación el pasado siglo
Pero siempre se puede rascar algo. Por ejemplo, conocer que a principios de los setenta del pasado siglo el área de tierras cultivadas alcanzaba el 56,1 por ciento, restando un 27,4 por ciento para espartos, tomillos y otros matorrales, más un 16,5 por ciento de terreno considerado “improductivo”. De lo que se plantaba, había 1.200 hectáreas dedicadas a las hortalizas, sobre todo el codiciado tomate mutxameler, y cítricos.
No obstante, la mayor extensión, dada la localización geográfica, se centraba en el cultivo de secano. 2.200 hectáreas dedicadas a viñedos, algarrobos, almendras (sobre todo para la industria xixonenca del turrón) y olivo (en especial para la producción de aceite). Se trataba de una labranza minifundista: 218 de las 434 huertas (“explotaciones agracias”) contaban con menos de dos hectáreas. Vamos, un campo, un dos caballos.
Casi el mismo panorama ahora
Los datos actuales han cambiado en cantidad, pero no en su sustrato. Las cifras aportadas por la Diputación, referidas a 2013, hablan de 1.319 hectáreas destinadas a la agricultura, 473 a tierras labradas, 767 “para pastos permanentes” y 79 para otro tipo de usos. También manda hoy el minifundismo: de 88 “explotaciones”, 65 son menores de cinco hectáreas.
Pero estas cifras se tomaron antes de la pandemia. Aunque a pie de huerta todo parece darle la razón a lo descrito. Eso sí, la chavalería ya no puede arriesgarse a jugar en los reinos del Gualeró. Y ya no parece quedar ningún dos caballos de esos, de los que se metían por cualquier sitio.