Entrevista> José María Martínez Sánchez / Médico biólogo, artista e inventor (Orihuela, 7-septiembre-1945)
El 9 de noviembre es el Día Internacional del Inventor. ¿Tenemos alguno en la Vega Baja? Así es, por ejemplo el doctor José María Martínez Sánchez, que nos cuenta algunos de los proyectos que ha desarrollado a lo largo de su vida.
¿Cuándo empezó a sentir la curiosidad por cómo se construían las cosas?
Contaba mi madre que cuando era un bebé de nueve meses ya desmontaba la cuna y, con catorce sucedió una anécdota muy sorprendente, porque yo aún no sabía ni hablar. Mi madre y mi padre trabajaban en un pequeño negocio de café, por lo que una joven cuidaba de mí y de mi hermano. Un día mi cuidadora me dijo, no te muevas que ahora vengo, pero no venía y yo tenía mucha hambre.
Había en casa un gallinero, cogí un pollo y me fui a una tienda que estaba a tres calles de casa. Llegué y me puse a saltar enseñando el pollo con la intención de cambiárselo a la tendera por un bocadillo. Me hice entender, y las señoras se reían al verme… Cuento ese como mi primer negocio, a los catorce meses.
«A los doce años conseguí volar fabricándome unas alas y un casco»
¿Cómo fue su formación?
Estudié primaria en Orihuela, en el colegio Oratorio Festivo de San Miguel y siempre fui muy buen estudiante, me llevaba todos los premios.
Un día llamaron a mi padre y le dijeron que tenía que llevarme a cursar estudios superiores, pero era muy caro. Las opciones eran o meterme a cura para facilitarme los estudios o hacerlos por la rama militar. Y como siempre me han gustado las chicas me fui a San Javier a la Academia General de Aire, donde me condecoré como Héroe Nacional.
¿Qué hizo tras el ejército?
Me tocaba entonces ir a la universidad, pero seguía sin tener dinero, por lo que decidí ser torero, aunque mis padres se enfadaron muchísimo. Para ser torero había que tener una cuadrilla y pagarles, así que se me ocurrió hacer un verso, carteles grandes y buscar anunciantes para ganar dinero. Conseguí recolectar cincuenta y nueve anunciantes a 300 pesetas, con lo que pude pagar mi traje de luces y a la cuadrilla.
Fue una época muy bonita. Hice muchas amistades, entre ellas Sara Montiel, quien me llevó a vivir a su casa de Madrid, pero tuve que poner fin a esa etapa por mi madre, que me lo pidió cuando se puso enferma del corazón, y regresé a Orihuela.
¿Fue entonces cuando comenzó a preparar su máquina de rosquillas?
Sí. Empecé a escuchar por Orihuela que quien inventara una máquina de rosquillas se haría multimillonario y yo, que toda la vida he estado inventando cosas, quise investigar y hacerla.
«Inventé una máquina de rosquillas con la que vendíamos a toda España»
¿Ese es su primer invento?
No, yo diría que fue a los 12 años cuando volé. Mi padre tenía palomos y yo los cuidaba, los observaba, me fijaba mucho en la anatomía del palomo. Fabriqué unas alas y me hice un casco con toma de respiración. Elegí probarlo en el mes de febrero porque hacía viento y me tiré desde un punto alto de Orihuela.
Fui planeando con el viento que me llevó hacia El Raiguero y di la vuelta con mis alas. Cuando iba a bajar al mismo sitio, el viento me falló y caí de lado. Un señor corrió a cogerme y acabó con el brazo izquierdo y la pierna izquierda quebrados, mientras que a mí no me pasó nada grave durante la experiencia, pero aún me duele la paliza que me dio mi padre cuando se enteró.
Tras esta anécdota volvamos a las rosquillas. ¿Cómo se le ocurrió este invento?
Pues empezando desde la receta de las rosquillas (colines), que investigué y se publicó en una revista de panadería, a toda la maquinaria que hacía la masa, la fermentación, la forma, la cocción… pensé en todo. Las rosquillas salían como si se hicieran a mano, pero tenía que encontrar un inversor que pusiera el dinero.
Me echaron de muchos sitios, hasta que Antonio Pedrera Soler, un gran empresario oriolano, creyó en mí y mando a un ingeniero a que valorase mi invento. Finalmente invirtió unos 450 millones, pero ganábamos cerca de diez millones diarios gracias a mi invento. La máquina se quedó aquí, pero vendió rosquillas por toda España.
«Tuve una época de torero en la que viví en Madrid, en casa de Sara Montiel»
¿Después de este invento han venido otros?
Así es, ese invento me dio libertad económica y ya estudié en la universidad, soy licenciado en Medicina Biológica por la Universidad Pueblos de Europa, y he realizado muchos proyectos más.
Ahora mismo vamos a sacar una herramienta de trabajo, una sierra eléctrica que se detiene cuando detecta que puede hacer daño al operario. Aparentemente es una sierra para cortar madera normal, pero es capaz de evitar los riegos laborales que conlleva su uso. Vamos a participar en el programa El Hormiguero próximamente con ella y se pondrá a la venta en breve.