En este año 2022 que ya se nos acaba se ha cumplido el 175 aniversario desde que la Iglesia de San Vicente Ferrer fuera declarada parroquia propia, dejando entonces de ser dependiente de la colegiata San Nicolás de Alicante. Un hecho histórico que vino precedido de la propia segregación del municipio de San Vicente del Raspeig.
El célebre templo muy probablemente sea el edificio que ha jugado un papel más trascendental en la historia de nuestra ciudad. No en vano le debemos nuestro propio topónimo, y fue el epicentro sobre el que se desarrolló urbanísticamente el pueblo durante sus primeros siglos de existencia.
El origen de esta iglesia todavía hoy sigue bañado en algunos interrogantes, dado a su larga antigüedad y también a que se ha reformado de arriba abajo en varias ocasiones. Aún así merece la pena recordar su pasado… ya que es básicamente el de todos los sanvicenteros.
El gran santo
Tradicionalmente se ha considerado que el primer templo que se construyó en la antigua partida de El Raspeig fue en conmemoración a San Vicente Ferrer. Este popularísimo santo -figura clave del Siglo de Oro Valenciano y al que se le atribuyen unos cuantos milagros- habría pasado por aquí en uno de sus viajes partiendo desde Xixona hasta València, en 1411.
Dicen que el santo predicó en las tierras de El Raspeig, y que aquello generó tal revuelo entre sus gentes que desde entonces el municipio adoptó su actual nombre. Se le atribuye que habría exclamado a los vecinos la siguiente frase, con pareado y todo: “Bona gent, si vosaltres voleu jo vos mostraré el camí que porta a Déu”. Y por supuesto se edificó una ermita en el lugar donde habría predicado para honrar por siempre este tremendo acontecimiento.
No obstante algunos historiadores actualmente dudan de que estos hechos sucedieran así, e incluso de que el propio San Vicente Ferrer realmente llegara a pasar por aquí. Sea como fuere, es cierto que se le dedicó una ermita aunque algunos fechan este hecho a mediados del siglo XVI. Es decir más de 100 años después de su fallecimiento.
Se cree que ya había una ermita en este lugar antes de que supuestamente pasara San Vicente Ferrer por aquí
Una mezquita dudosa
La teoría hoy más admitida es que en realidad existió una ermita anterior al supuesto paso del santo por El Raspeig. Dicho templo quizás se construyera sobre las ruinas de una antigua mezquita musulmana cuando se produjo la reconquista cristiana de la zona, es decir hacia 1248.
En aquel momento esta zona estaba dominada por el caudillo Zayyan ibn Mardanish, antiguo rey de la Taifa de Murcia que había sufrido una rebelión política por la que tuvo que huir hasta Alicante. Su reinado acabó de pronto cuando el infante Alfonso de Castilla (futuro rey Alfonso X ‘el Sabio’) entró en el territorio de nuestra actual provincia dirigiendo un ejército que puso fin a más de cinco siglos de dominio islámico.
Se sabe que cuando el rey Alfonso tomó Alicante ordenó derruir las mezquitas de la ciudad para construir la actual Concatedral de San Nicolás y la iglesia de Santa María, por lo que no es descartable que hiciera lo propio en El Raspeig. Por otra parte, apenas se han encontrado restos arqueológicos árabes en nuestro término municipal, por lo que es probable que no hubiera ningún poblado y por tanto tampoco mezquita.
Antiguamente tenía un edificio anexo que servía como residencia del cura
La ermita de San Ponce
En cualquier caso, los historiadores apuntan a que aquí hubo ya una ermita dedicada a San Ponce al menos desde finales del siglo XIV. El todavía pequeñísimo pueblo de El Raspeig se distribuía en torno a este templo cristiano. Algunos consideran que fue aquí donde realmente predicó San Vicente Ferrer en 1411, y que en vez de construirse una ermita a su nombre lo que de veras ocurrió es que se renombró la ya existente.
Fuera como fuera, en 1560 ya tenemos constancia de que este templo se llama San Vicente Ferrer. Ese año probablemente fue derruido el inmueble debido a su estado ya ruinoso propio del paso del tiempo, para construirse uno nuevo dedicado al mismo santo. La obra fue financiada por un adinerado caballero llamado Pedro Maltés.
En cualquier caso la ermita siguió siendo el centro neurálgico del pueblo. Era justo aquí donde se cruzaban los caminos que partían hacia las otras localidades como Alicante, Elche o Elda. También el sitio de celebración de las fiestas populares organizadas en honor del patrón cada 25 de abril.
La iglesia fue asaltada y prácticamente destruida durante la Guerra Civil
Ascensos jerárquicos
Desde el siglo XVIII el templo fue ascendiendo puestos jerárquicos según los designios de los diferentes obispos que ostentaron la Diócesis de Orihuela. En 1733 dejaba de ser oficialmente ermita para pasar a considerarse como ‘ayuda de parroquia’.
Un escaloncito más subió en 1785 cuando fue reconocida como ‘parroquia en vicaria’, por la cual se le permitía incluso tener fieles propios adscritos que residieran en las cercanías. Aunque eso sí, siempre vinculada a la iglesia alicantina -todavía no concatedral- de San Nicolás.
Además en los aledaños de la iglesia por esta época se construyó la Casa Abadía, un edificio anexo que fue utilizado como residencia para los sucesivos párrocos.
Una vez más el viejo templo padeció el inexorable paso del tiempo y fue necesario realizar una nueva gran reforma, la cual culminó en 1803. Las obras fueron dirigidas por el arquitecto crevillentino Miguel Francia de Guillén, todo un especialista en la arquitectura eclesiástica que construyó varios templos más por toda nuestra provincia en la época. El aspecto que adquirió la iglesia a raíz de esta importante rehabilitación es similar al actual.
En el siglo XIX fue cárcel de vecinos considerados traidores
Parroquia independiente
Y aquí llega la política a nuestro relato. Al poco de estrenarse el nuevo edificio, le tocó adquirir una función muy diferente a la que estaba originariamente destinado. Esto pasó porque durante la Guerra de la Independencia fueron encarcelados aquí varios disidentes, es decir, vecinos ‘afrancesados’ que apoyaban la invasión francesa a España realizada por Napoleón Bonaparte.
Afortunadamente la guerra acabó, la iglesia volvería a ser solo una iglesia y apenas unos años más tarde alcanzaría su definitivo estatus. Esto fue a raíz de que San Vicente del Raspeig se independizó definitivamente de la ciudad de Alicante en 1837.
No obstante hubo que esperar hasta diez años más tarde para que la Diócesis reconociera a la iglesia de San Vicente Ferrer como una parroquia independiente, a pesar de que ya no compartía término municipal con la iglesia de San Nicolás. Finalmente se consiguió en 1847, hace justo 175 años.
Asalto en la Guerra Civil
La lograda independencia tanto política como eclesiástica acabó trayendo a largo plazo algunos problemas burocráticos, dado que la propiedad de la Casa Abadía -conocida popularmente en el pueblo como ‘casa del cura’- no quedó demasiado bien resuelta. El primer ayuntamiento de San Vicente se estableció aquí considerando que era un edificio civil, mientras que la Santa Sede lo reclamó como suyo. Este litigio se prolongó durante décadas y nunca acabó por resolverse del todo.
O mejor dicho, finalmente se resolvió de la manera más fatídica posible. Fue al comienzo de la Guerra Civil, cuando los dos edificios sufrieron el violento asalto de simpatizantes republicanos como respuesta al golpe de estado militar que se había producido en España contra el Gobierno de la República.
En la noche del 18 de julio de 1936 estos exaltados entraron por la fuerza y provocaron un devastador incendio. La estructura de la iglesia sufrió daños terribles, quedando en estado de franca ruina. Tampoco se salvaron las piezas de arte sacro que se encontraban en su interior o los documentos antiguos. Todo fue destruido.
La Casa Abadía también sufrió daños y fue definitivamente derribada algunos meses más tarde, en este caso no por un ataque popular sino por orden política del ayuntamiento.
Reconstrucción
Terminada la guerra el nuevo régimen franquista reconstruyó el templo, pero no la Casa Abadía que se quedaría ya para siempre en un simple recuerdo de los sanvicenteros. Las obras de la iglesia duraron nueve largos años, desde 1944 hasta 1952.
Desde entonces el inmueble ha experimentado otras dos importantes reformas. La primera en los años 60 para el arreglar el último cuerpo del edificio y el remate de la torre del campanario, y la segunda ya en el siglo actual.
Así pues podemos decir que la iglesia de San Vicente Ferrer, con sus múltiples renovaciones, es claramente nuestra vecina más antigua… tanto que no sabemos ni su edad real. No hay duda alguna de que estas paredes han visto y padecido de todo, y si pudieran hablar a buen seguro nos harían una radiografía de la historia de San Vicente mucho más completa de la que podríamos soñar nunca.