No es fácil definir la relación que Benidorm y sus gentes tienen y han tenido con el mar. Suele decirse, erróneamente, que la ahora capital turística de la Comunitat Valenciana fue, en su día, un pueblo de pescadores. Suele decirse, también erróneamente, que fue cuna de los mejores almadraberos del Mediterráneo. Suele decirse, de nuevo erróneamente, que de sus calles surgieron históricos marinos mercantes. Suele decirse, y también es erróneo, que desde que llegó el turismo, Benidorm vivió de espaldas al mar.
Y todo eso es erróneo porque, a la vez, es verdad. Benidorm fue un pueblo de pescadores, pero no sólo. Fue cuna de grandes arráeces, pero no sólo. Dio a España a alguno de sus grandes marinos, pero no sólo. Y vivió de espaldas al mar, pero no tanto.
La memoria del mar
Lo que sí se puede decir, sin temor a equivocarse o a tener que buscarle enrevesadas y complicadas explicaciones, es que Benidorm, una vez se subió al caballo desbocado del turismo, se olvidó de su historia más reciente.
Una historia salpicada de salitre que pervivió únicamente en la memoria de aquellos viejos que se sentaban en los bancos a hablar de sus cosas, y a los que pocos hacían caso mientras la ciudad crecía en vertical y se convertía en algo irreconocible para aquellos ojos quemados por el reflejo del sol en el mar.
Pero, por suerte, entre aquellos pocos que escuchaban los hubo que no se limitaron a conversar con aquellos viejos. Los hubo, y eso es lo más importante, que anotaron todo aquello. Que guardaron con mimo las fotos, los utensilios y los recuerdos sabedores, quizás, de que llegaría el día en que la ciudad, ahora cosmopolita y heterogénea, echaría la mirada atrás necesitada de comprenderse a sí misma.
El edificio, rompedor en su diseño, se ubica en primera línea de la playa de Levante
Comprender el pasado
Y con todo ese material y alguno más que descansó durante décadas en almacenes y archivos varios de la ciudad y de la provincia, Benidorm inaugurará en los próximos meses el que será su tercer museo municipal dedicado a mirar al pasado para comprender de dónde viene este transatlántico turístico y, de esa manera, entender también mejor cómo ha llegado hasta aquí y a dónde debe de ir en el futuro.
El Aula del Mar, que así se llamará este nuevo centro cultural, se ubica en primera línea de la playa de Levante, justo enfrente de donde otrora se instalara la almadraba del Rincón de Loix, y allá donde hace menos de un siglo los habitantes de la ciudad pensaban que nada de provecho se podía sacar de una tierra improductiva y que ahora es el centro del meollo turístico.
El museo ocupará la parcela en la que hasta 2016 se ubicaba el chalet de José Martínez Alejos
Una parcela con historia
El terreno donde ya se puede ver la estructura del Aula del Mar, en la avenida de Madrid, lo ocupaba hasta 2016 el mítico chalet de José Martínez Alejos, presidente de la Diputación de Alicante entre 1939 y 1949 y uno de los primeros artífices del desarrollo de la ciudad.
Tras el derribo, por orden de la Dirección General de Costas, de aquel chalet, único vestigio del pasado sin rascacielos en el litoral de la capital turística de la Comunitat Valenciana, el Ayuntamiento se puso manos a la obra para cumplir el deseo del propietario: que aquello se convirtiera en una zona de uso público.
La construcción del Aula del Mar ha supuesto una inversión de más de 655.000 euros
Financiación autonómica
Para ello, se solicitó al Estado una cesión por quince años, prorrogable a otros tantos, para convertir aquel ya inexistente chalet en un espacio (todavía no se le había dado el nombre de museo) en el que la ciudad pudiera rendir homenaje a su pasado marinero, algo a lo que el Gobierno de España acabaría dando el visto bueno dos años más tarde.
Ahora, y gracias al desarrollo del turismo con ese ya más que conocido ‘Plan Benidorm DTI más seguro’, que cuenta con una importante financiación por parte de la Generalitat Valenciana presidida por Ximo Puig, el Aula del Mar ha entrado en su fase final de construcción.
Un edificio rompedor
En total, una vez que se ponga en marcha ese tercer museo dedicado a la historia de la ciudad, se habrán invertido en él más de 655.000 euros, convirtiendo aquel chalet de José Martínez Alejos en un edificio de tres volúmenes que albergarán una sala de exposiciones, un espacio para conferencias y un área de servicios.
Será, a la vez, un edificio rompedor en primera línea de la playa de Levante. Rodeado como está de grandes rascacielos, no sólo su baja altura de una planta llamará la atención, sino también la combinación de estilos y materiales -sobre todo, la cerámica no industrial, material tradicional y sostenible muy propio de Benidorm- que le dará, a la vez, tintes modernos y clásicos.