El sacerdote espera, intentando dar impresión de serenidad, a que lleguen jinete y caballo. La gente está en fila frente a la ermita, parroquia, iglesia arciprestal o quizá basílica. La cola, expectante, se ha interrumpido. Comparece el centauro: el caballista, quizá la amazona, busca templar al caballo, que cabriola. Se acercan brevemente hasta el religioso, quien mueve el hisopo rociando de agua bendita al animal.
Se reanuda la recua de vecinos que porta mascotas para que las bendigan. Los reporteros se afanan por tomar notas y las cámaras de las televisiones locales se desmontan de los trípodes: aquel domingo lo más cercano, por atrás o delante, al diecisiete de enero, día de San Antón o San Antonio Abad, ya tienen imagen para cubrir el asunto en los noticiarios del día. Estampa a repetir en casi toda la Comunitat Valenciana, aunque con especificidades.
Arraigo devocional
La Comunitat puede presumir de muchas cosas, entre ellas del arraigo que aún goza cualquier fiesta germinada en orillas mediterráneas. La dedicada al egipcio San Antonio Abad o Antonio Magno (251-356), con sus ‘porrats’ o ‘porrates’ (feria asociada a la festividad) y hoguera nocturna en algunos lugares, es un buen ejemplo. Pese a que a punto estuvo de ser raída del calendario, arraigó.
A tierras españolas la devoción llegaba, asociada a los templos correspondientes, hasta las localidades catalanas de Cervera (1215) y Lleida (1271). No tardó mucho en arribar a tierras de la Comunitat Valenciana. Así, ya se registraba la existencia de un hospital en Fortaleny (Ribera Baixa) en 1276. Entre los siglos trece y catorce se abrían instituciones semejantes en Alicante, Carcaixent (Ribera Alta), Lucena del Cid (l’Alcalatén), Morella (Els Ports), Orihuela (Vega Baja) y València.
Se celebra asociado a una hoguera en algunos lugares
Disueltos por sospechosos
Sin embargo, la orden antoniana que operaba por estos pagos, fundada en 1095, quedaba disuelta el veinticuatro de agosto de 1787 por el papa Pío VI (1717-1799). El siglo dieciocho, con efemérides como la Revolución Francesa (1789-1799), marcaba el comienzo de la decadencia del Antiguo Régimen, y la Iglesia se defendió como gato panza arriba contra cualquier conato de peligro. Muchas órdenes hospitalarias le parecieron sospechosas.
La Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta (1099) era de confianza, así que los recursos humanos y materiales de la antoniana pasaron a ellos. Pero la simiente ya había prendido. Se basaba en la vida del santo egipcio contada por su amigo San Atanasio (296-373), obispo-patriarca de Alejandría desde el 328.
Arraigó en nuestras tierras desde los siglos XIII y XIV
Un santo milagrero
Si nos atenemos a lo narrado por Atanasio de Alejandría, después potenciado por multitud de mitos derivados de esta semblanza, San Antón poseía una serie de talentos resumibles en la capacidad de dirección espiritual, poderes taumatúrgicos (de hacer milagros, como expulsar demonios), mediador y la habilidad de dominar la naturaleza y a los animales. Sobre esto último se fraguó una leyenda singular, la del ‘porquet de Sant Antoni’.
En fin, que lo del marrano de San Antonio no es que le estuvieran señalando al santo que se lavara, que para cuando se difundió esta historia el asceta egipcio ya llevaría su tiempo en esencia. Cuentan, en suma, que estando en Barcelona, en casa de ricos señores, amaneció una cerdita con su cría en la boca, pero ciega y sin patas. San Antón obró el doble milagro.
La acogida a los enfermos de erisipela generó las actuales hogueras
Historia de un ‘porquet’
Otra historia habla de que resucitó a los jabatos de un jabalí. En todo caso, cerda o jabalí, el animal que toque le siguió, y durante décadas, en pueblos de la Comunitat Valenciana y Cataluña, las fiestas de San Antonio Abad han contado con un cochinete, de los de cuatro patas, suelto por ahí. Pero la cuerda de gentes con sus mascotas para ser bendecidas, con el complemento del ‘porrat’, continúa siendo la escena recurrente.
Y aunque la leyenda habla de cuadrúpedos (antaño era el día en que los animales no laboraban), hoy igual vas con canario o, mientras nos dejen, un loro, a veces dándose la ironía de festejar el acto en una plaza de toros, como en Alicante ciudad. No obstante, existen curiosas derivaciones, como el quemar una hoguera la víspera o el mismo día, tal que en València (con la imagen de un cerdo en lo alto) o en Canals (La Costera).
El ‘fuego sagrado’
Aquello viene por lo de la taumaturgia: cuando comienza el culto, gracias al trasiego de reliquias del santo en el siglo once, una de las enfermedades que recorrían Europa era la epidérmica erisipela, ‘fuego sagrado’ o ‘fuego de San Antonio’. Al ser atendidos los enfermos en los hospitales adscritos a su advocación, las ropas eran quemadas. Con el tiempo, transmutó en rito de purificación y hoy en diversión social, como las de San Juan.
Puede que, bajo ambos modelos, con o sin hoguera, haya tantas maneras de festejar a San Antonio Abad como localidades donde lo celebran. Y se conmemora al santo egipcio prácticamente en toda la Comunitat Valenciana, en toda su rosa de los vientos.