Entrevista > Mario Muñoz Fernández / Capitán del Ejército de Tierra destinado en la Antártida
El benidormense Mario Muñoz Fernández es uno de los militares que el Ejército de Tierra desplazó el pasado mes de diciembre hasta la remota Isla Decepción, a más de 14.800 kilómetros de las playas de Levante y Poniente de la ciudad que le vio nacer.
Allí, en uno de los destinos más remotos a los que puede ser destinado un militar español, el capitán de transmisiones se ha encerrado en la base ‘Gabriel de Castilla’ junto a compañeros e investigadores para una misión que tiene un claro objetivo científico.
Muñoz, que también ha desempeñado su labor en otros destinos como Líbano o Mali, estudió en el CEIP Serra Gelada y el IES Pere María Orts antes de ingresar en la Academia Militar de Zaragoza con 18 años. Desde entonces, y ya han pasado doce años desde aquello, su vida ha estado ligada al Ejército.
Sentimiento antártico
En un lugar donde, como se puede apreciar de las respuestas del capitán Mario Muñoz, nada ayuda a hacer del día a día una experiencia muy placentera, la colaboración entre las distintas misiones que se encuentran en la zona es fundamental.
Por ello, y pese a la complicadísima situación geopolítica que atraviesa el mundo en la actualidad, el militar benidormense habla del ‘sentimiento antártico’ que reina no solo en la base ‘Gabriel de Castilla’, sino también en el resto de ubicaciones en las que conviven militares y científicos de todo el mundo y que no dudan en echarse una mano cada vez que es necesario.
«Esta es, a la vez, la campaña más antigua, porque ya estamos en la 36ª edición, y la más remota para nosotros»
Está usted destinado en la base antártica ‘Gabriel de Castilla’ como responsable de las comunicaciones de la misma. ¿Cuánto tiempo lleva allí?
Ahora mismo (la entrevista se realizó a mediados de marzo) llevamos aquí destinados algo más de dos meses.
Vaya diferencia entre el clima que debe de tener usted allí y el de su ciudad donde, por cierto, se nos ha venido la primavera encima de la noche a la mañana y parece casi verano.
(Ríe) La diferencia con Benidorm es notable. Aquí también tenemos playa, pero duele un poco más para bañarse.
El principal objetivo de la misión en la que está es científico. ¿En qué consiste?
Nosotros, los militares, gestionamos la base. Somos una dotación de trece militares y aquí vienen investigadores de distintas universidades a realizar su labor y sus proyectos, que previamente han sido aprobados por el Ministerio de Ciencia y son de todo tipo: desde series temporales de meteorología, geología, sismología… porque estamos sobre un volcán y tenemos pequeños terremotos, y el volcán puede entrar en erupción como ocurrió en los 70.
También vienen a estudiar a los pingüinos, el agua, los microorganismos, los gases que emanan de la superficie de la tierra, la radiación…
«Si no estuviéramos cerca de la base, las distintas zonas de la isla son peligrosas y hasta una mala racha de viento puede ser un problema»
Perdone, pero se me está poniendo mal cuerpo. Pensaba yo que llevar a uno de Benidorm a la Antártida era casi como un arresto, pero, encima, me habla de terremotos, radiación, gases, volcanes activos… y todo, en Isla Decepción. ¡Nada ayuda!
Bueno, todavía se puede disfrutar y se puede conocer una isla que es muy grande y tiene sitios muy curiosos. Hay que aprovechar esta experiencia porque sé que no voy a volver.
Para usted, que ha estado antes en Líbano o Mali, ¿es este el destino más pintoresco al que le han enviado?
Esta es, a la vez, la campaña más antigua, porque ya estamos en la 36ª edición, y la más remota para nosotros. Los únicos militares que llegan más lejos son los del Hespérides (buque de investigación polar operado por la Unidad de Tecnología Marina dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas, aunque su tripulación es militar). Ellos llegan más lejos porque continúan hacia el sur y la costa del continente.
En esta campaña concreta les acompañan científicos de la Universidad de Cádiz. ¿Qué están haciendo?
Ellos son topógrafos y se encargan de medir el movimiento de la Tierra. Tienen sensores GPS muy precisos y miden cómo se va produciendo año a año la desviación de la Tierra. Es decir, hay partes que se separan y otras que se acercan. Son pocos centímetros al año, pero si acelerase o frenase, podría ser uno de los indicativos por los que el volcán podría entrar en erupción.
«Sorprende ver la tierra de la isla, porque esto es un volcán y todo son restos de materia volcánica»
Durante su misión ha participado en una videoconferencia con alumnos el IES Pere Mª Orts i Bosch de Benidorm. ¿Cuáles son sus preguntas más habituales?
Las más frecuentes son cómo llegamos aquí, cómo nos alimentamos, cómo nos sentimos estando tan alejados…
¿Y cómo se sienten?
Lo más extraño es estar en una zona tan inhóspita, tan inerte, tan fría y tan peligrosa… ¡porque peligrosa, es! Lo que ocurre es que tenemos buenas instalaciones, pero si no estuviéramos cerca de la base, las distintas zonas de la isla son peligrosas y hasta una mala racha de viento puede ser un problema.
¿Nos podría explicar cómo es su día a día en un ambiente tan hostil?
Los militares tenemos, cada uno de nosotros, una labor específica. Por ejemplo, la mía es las comunicaciones. Otros se encargan de que funcionen los motores, de que tengamos agua, de gestionar la basura, de mantener las embarcaciones, de cocinar…
Pero además de esas funciones específicas, colaboramos con los científicos para acompañarles en las salidas que necesiten. La isla tiene forma de herradura y tenemos cuatro o cinco embarcaciones neumáticas con las que nos podemos mover por la bahía y nosotros somos los que las manejamos.
«Lo que más echo de menos está muy claro: el sol y el calor, que es lo que falta aquí»
Descríbame un día típico.
Por la mañana, vamos con los científicos, les dejamos en su lugar de destino o les esperamos mientras hacen sus experimentos, y luego volvemos a la base a comer para por la tarde, si hace falta, repetir.
La gente que se queda en la base hace el mantenimiento. Esto es como una pequeña ciudad y todo tiene que funcionar.
Cuando uno pone el pie por vez primera en la Antártida, ¿qué es lo que más le sorprende?
Nos lo esperábamos, pero lo más sorprendente es ver la tierra de la isla porque, como decía, esto es un volcán y todo son restos de materia volcánica. Resulta especialmente curioso en la zona donde hay glaciares, porque son negros ya que el piroplasto se queda pegado al hielo.
Sin embargo, hay otras zonas en las que ese mismo glaciar es blanco porque se acaba de caer el hielo y todavía no se ha ensuciado. Eso es muy curioso.
Permítame abundar un poco más en lo personal. ¿Qué es lo que más echa de menos de casa?
Eso está muy claro: el sol y el calor, que es lo que falta aquí.
«Es verdad que el mar es el mismo en todos los sitios y aquí llegan residuos de todo el mundo»
Volviendo al ámbito científico, en la conversación que recientemente mantuvo, también por videoconferencia, con el alcalde de Benidorm, este se interesó por las labores medioambientales que están llevando a cabo allí.
Así es. Uno de los equipos que vino, en este caso de Barcelona, se encargó de estudiar los residuos que hay en la isla. Por un lado, los grandes, que son los que podemos ver; y, por otro, los microplásticos. Es verdad que el mar es el mismo en todos los sitios y aquí llegan residuos de todo el mundo. Y, por cierto, también hablamos de turismo…
No me parece aquello un destino de primer orden.
Es curioso, porque aquí hay mucho turismo. Cada dos o tres días aparece un crucero y la gente visita la isla. Es un turismo muy caro. Estamos hablando, mínimo, de 8.000 euros por billete y se ve que la gente que viene es gente con dinero y de cierta edad.
Supongo que, a la vez, será un turismo muy respetuoso con el medio natural.
Eso es algo que se controla mucho. Se mide la cantidad de gente que puede pisar tierra. Tienen un cupo máximo, es decir, no puede bajar todo el barco a la vez. Al final, se trata de proteger esto y que el turismo no lo modifique o, en todo caso, lo modifique lo mínimo posible.
«Cada dos o tres días aparece un crucero y la gente visita la isla. Es un turismo muy caro»
¿Se pueden percibir allí los efectos del cambio climático?
Yo no puedo entrar ahí porque llevo solo dos meses y no puedo compararlo con años anteriores. La gente que ha venido más campañas tampoco lo pueden hacer porque dicen que hay veranos que son muy fríos y otros que son más calientes.
Hay datos de la Aemet que son públicos. Cada cual es libre de coger los datos históricos, compararlos e interpretarlos.
En una situación geopolítica como en la que estamos, su presencia en la Antártida, donde hay misiones de muchos países, ¿es completamente normal como lo ha podido ser en el pasado?
En esta isla, en concreto, tenemos una base argentina a solo un kilómetro de aquí y tenemos una relación estupenda con ellos. Se puede ir andando por la playa y nos invitamos a comer mutuamente, nos intercambiamos las cosas que nos hacen falta.
Los antiguos que vienen hablan siempre del ‘sentimiento antártico’. Una vez que estás aquí, ya no se entiende de fronteras. Estamos en un sitio muy remoto y nos tenemos que ayudar unos a otros.
¿Conoce ya su próximo destino?
Por el momento, nos toca volver a territorio nacional y al trabajo habitual. Llegaremos a lo largo del mes de abril y, de momento, no hay a la vista ninguna otra misión.