Entrevista> Ana Belén Navarro Pina / Bailarina (Beniel, Murcia, 28-marzo-1978)
Ana Belén Navarro lleva más de cuarenta años bailando desde que comenzó con tan solo tres años. Cuenta que sus inicios están marcados por influencia de su abuela Lola, que era una apasionada del baile y quien le enseñó a hacer sus primeros movimientos.
Desde AQUÍ Medios de Comunicación nos hemos interesado por su larga e internacional trayectoria, así que hemos hablado con ella para conocerla un poco mejor.
«El flamenco y la danza española son mi pasión»
¿Cómo y dónde fueron tus inicios?
De pequeña mi madre me apuntó a una escuela de danza en Beniel, que era donde vivíamos. Recuerdo que mi profesora era Ángela Madarro y, gracias a ella y a mis padres, ahora me dedico a lo que más me gusta en este mundo: bailar.
¿Te decantas por algún estilo en especial?
Sí. El flamenco y la danza española son mi pasión, siempre me llamaron mucho la atención y llega un momento en el conservatorio donde tienes que elegir especialidad, así que no tuve ninguna duda… Sabía lo que quería.
Durante tu larga trayectoria profesional has pisado los escenarios de varios países.
Así es, he tenido la suerte de bailar en la Compañía Murciana de Danza desde muy jovencita, con la compañía Teatro-Danza Antaviana, Zarzuelas, cuadro flamenco de Pepe Piñana, Compañía de Antonio Gades, etc., y he podido disfrutar de grandes maestros y de maravillosos teatros. Hemos viajado mucho: Francia, Inglaterra, Italia, Bélgica, Canadá…
«He bailado junto a grandes maestros en maravillosos teatros de países como Francia, Bélgica o Canadá»
¿Has compartido escenario con grandes profesionales?
Desde luego que sí. Todos mis compañeros son grandes profesionales y he aprendido mucho de cada uno de ellos.
Figuras de la danza como Antonio Gades y grandísimos músicos… No puedo decir nombres porque me dejaría a muchos sin nombrar, pero todos han sido muy importantes para mí en mi carrera profesional.
¿Quieres contarnos alguna anécdota de alguno de esos viajes?
Una anécdota que se me quedó grabada fue el día de mi debut con la compañía de Antonio Gades. Bailábamos ‘Carmen’ en el teatro de Avignon (Francia), y en el principio de la obra cada bailarín hacía como que estaba ensayando pasos antes de una clase.
¿Cuál fue mi asombro en ese momento? Pues que el director Antonio Gades cruzó el escenario con una escalera al hombro como si fuese un trabajador más, dando los buenos días a todos. Yo no daba crédito cuando lo vi, fue muy gracioso.
¿Qué te animó años después a dedicarte a la enseñanza?
Siempre me ha gustado mucho la enseñanza. Ya antes de terminar la carrera comencé a dar clases en varios colegios y, cuando regresé de Madrid, monté mi propia escuela de danza en Orihuela, con la que sigo veinte años después formando bailarines. Este año es el aniversario de la escuela.
También he trabajado como profesora de baile flamenco y danza española en el conservatorio de danza de Murcia.
«Tengo grandes recuerdos de cuando bailaba en la compañía de Antonio Gades y de él»
Como profesional y profesora, ¿cuáles son las cualidades que crees que son importantes para ser bailarín?
Lo fundamental es tener paciencia, trabajar duro, estar entregado y decidido, tener confianza en uno mismo y capacidad para aceptar el rechazo. Por supuesto, tienes que tener un buen sentido del ritmo, memoria, ser ágil y estar en forma.
Una cosa muy importante a tener en cuenta es tener alma y poder transmitir todos los sentimientos que fluyen con tu cuerpo mientras bailas.
¿Continúas bailando de forma profesional?
He continuado bailando muchos años, pero en este momento he decidido parar por un tiempo y descansar. Ahora quiero poder disfrutar de mi familia y de mi hijo, que crece muy rápido.
Mirando al futuro, ¿cuáles son tus próximos proyectos?
En el futuro me gustaría volver a bailar en el cuadro flamenco, pero ahora estoy preparando el festival de fin de curso y los boatos para Moros y Cristianos, donde también participo desde el 2008.
Y por supuesto quiero continuar formando a bailarines y a profesionales, para mí es un orgullo poder hacerlo.