Entrevista> José María Morán Berrutti / Ceramista y artista multidisciplinar (Alicante, 4-abril-1949)
Alicantino de pura cepa (“nací aquí, en la plaza del Puente”), hijo del Casco Antiguo, el nombre de Morán Berrutti, como artista plástico, como la imagen de la recuperación del Carnaval, ha trascendido de lo local sin perder jamás su origen.
Traías el ‘Cabaret Vintage’, con Lolo y Rodríguez, y de pronto llegó la pandemia.
Sí, llegó la pandemia y, bueno, la verdad es que Alicante no es un terreno muy abonado para un espectáculo como el mío. Se ha perdido la costumbre del cabaret, de la zarzuela. Aquí y en otros lugares. Pero piensa que mi espectáculo lo representamos de manera espaciada, a veces cada dos meses, y sigue.
Ahora, de lo que estoy muy orgulloso es de lo que represento en el taller El Tumbao, de Benalúa, donde participamos varios, como Cristina Fenollar. Damos una oferta clásica. Y ahí tenemos un grupo de espectadores resistente; un grupo cada vez más fiel. Hace dos meses, fíjate, conseguimos un lleno total.
«Me considero bastante joven para embarcarme con nuevas aventuras»
¿Sigue, pues, en forma el género?
Es que es un género que muchísima gente lo está descubriendo, aunque había desaparecido de la escena en Alicante. Pero en estos mismos momentos, en València o en Madrid se están realizando muchos espectáculos. Los hay hasta biográficos, sobre Miguel de Molina o sobre Sara Montiel. En mi caso, es una recopilación de las canciones que me han acompañado de toda la vida, con mi madre, en mi familia.
También estoy muy ilusionado con el trabajo; ya llevo unos años como cantante y escenógrafo, que hago en la Compañía Lírica Alicantina (se fundaba en febrero de 1969), que estuvo a punto de desaparecer. Y bueno, aunque no lo sea ya físicamente, me considero bastante joven para embarcarme con nuevas aventuras. Aquí las zarzuelas, con los montajes de producción operística. Me siento vivo, útil, probando nuevas cosas. Me siento exitoso conmigo mismo.
«Había hambre de libertad. El pueblo tenía necesidad de aires frescos»
¿Qué más proyectos tienes ahora, o mismamente es algo que viene de pronto por inspiración?
Hombre, aunque me encante la lírica, sigo creando cerámicas, como artista plástico no puedo parar. Desde la cuna hasta la tumba. Pero eso no quita para que esté ilusionado con estas otras facetas. Ahora estamos todos en la Peña Lírica con el montaje de ‘Los gavilanes’ en el Teatro Principal para el otoño. Con la Peña sería la quinta colaboración como escenógrafo.
La última fue ‘La rosa del azafrán’, que además del Principal se estrenó en otros pueblos de la provincia y provincias limítrofes, siempre con mucho éxito. Hay un estudio para hacer una escenografía con La Bohème, pero eso aún está… Ahora estoy con la Peña, con quienes me estrené en ‘La corte del faraón’. Además que estas últimas producciones se han filmado, y se han proyectado, en los cines Yelmo. También nos piden, las grabaciones, en pequeños pueblos.
«La sociedad de consumo aborrega mucho a la gente»
Y un buen día, en 1979, lanzas la frase: “Es Carnaval, os espero en las calles”, y en Alicante, en la provincia, en la Comunitat Valenciana en general, se cogió casi como bandera del retorno de las carnestolendas y la democracia.
Aquello coincidió con la época de la Movida, que sí, que fue un montaje y lo que quieras, pero había hambre de libertad, no solo entre los artistas, los creadores, los intelectuales si quieres. Pero es que el pueblo tenía necesidad de aires frescos después de tantos años de cerrazón. Nos inspiraba la filosofía del Mayo del 68 a los jóvenes más informados. Fue una cosa pensada pero también espontánea.
Entonces hubo un grupo de personas que pedían el derecho de ser libres, divertirse, gozar de la vida. Carnestoltes se gestó (en 1976) en las reuniones que diariamente teníamos en el bar Armstrong, en la calle del Carmen. Con la colaboración de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo, donde yo estaba de vocal de Cultura, que la entendía como autogestión, cultura y movilidad cultural.
¿Qué recuerdos tienes de aquella época, de Carnestoltes?
Conseguimos un Carnaval bellísimo, provocador, mucha carga crítica. Tuvimos años maravillosos en la época del alcalde Lassaletta, con credibilidad, las arqueologías urbanas, cuando le pusimos un antifaz a la cara del moro del castillo; con el sábado ramblero, que la pasarela de la Rambla fue un invento nuestro. Ahora hay dos barras gestionadas por los amiguitos de siempre. Después, en la larga etapa de gobierno conservador, han ido quitándonos, casi nos han borrado.
El carnaval es la gran verdad de la vida, desde la noche de los tiempos. El disfrazarse es un análisis colectivo y personal. En esta vida todo es disfraz. Y la intención de cualquier grupo revolucionario es afectar a la mayor parte de la población. Cuando lo parimos, no queríamos algo endogámico, de progres-pijos. Eso sí, podemos ser ácratas, pero no jodamos a nadie. Vamos contra las instituciones que abusan del poder y que engañan al pueblo.
Pasión creativa por un oficio
Estudiaste en la prestigiosa Escola Massana de Barcelona, de arte y diseño, y prácticamente tan pronto llegas, en 1979, te implicas en la docencia, como los cursos de la extinta CAM ‘Cultura en los barrios’.
Estudié, que me había ido con una mano delante y otra detrás, un año de artes aplicadas en Madrid, pero aún no había muerto el dictador, la cosa estaba mal, y añoraba el mar. En Barcelona, donde persistían restos del anarquismo literario, encontré la luz y un ambiente más cosmopolita. Empecé interiorismo pero me enamoró la cerámica. Siempre he ido por libre, a lo que mi corazón me dictaba.
Siempre he dicho que yo vivo para la cerámica y no de la cerámica, que es una línea que fluía y sigue fluyendo. Y me impliqué en cursos gratuitos de cerámica. No he dejado el activismo ni la emancipación. Aunque ahora la gente en general está adormecida. La sociedad de consumo aborrega mucho a la gente.