El tópico: sentados en un barecito de la Alboraia interior (luego nos acercaremos a la costa), paladeando una horchata de chufa en vaso largo, degustando unos ‘fartons’. Pareciera que en este municipio de l’Horta Nord, de l’Horta de València, no cupiese otra estampa. Y nos equivocaríamos. Hay más relatos que nos cuenta la localidad, al oído o de viva voz.
Resumiendo mucho: un sacerdote perdió las sagradas formas, para bendecir a enfermos (más o menos terminales, según la crónica, e incluso una boda) en el agua y, al volver, asomaron tres peces (dos según otras historias; en todo caso, cada uno con una oblea en la boca). Aunque se rememora también en Almàssera, en la misma comarca, es día grande en Alboraia. Y este año se celebra el 675 aniversario.
Malos tiempos
Los sucesos nos retrotraen al portón del verano de 1348 (se conmemora el 29 de mayo), año bisiesto de dolorosos aconteceres, como en Italia (bueno, hasta el XIX no se unifica), donde un terremoto, el 25 de enero, de 7,1 en la escala sismológica de Richter (a juzgar por los registros documentales de la época), con epicentro al norte del luego país, en la zona de Friuli, se cobró más de 10.000 vidas.
Al mismo tiempo, también hacia finales del mismo mes, desembarcaba en la francesa Marsella, proveniente de la península itálica, la que será una brutal epidemia de peste negra (peste bubónica en concreto), comenzada en 1346 y más o menos finalizada en 1353. La más devastadora pandemia de la historia de la humanidad, que segó hasta 200 millones de almas. Este es el clima, pues, apocalíptico.
En 1346 se iniciaba la brutal epidemia de peste negra, la más devastadora pandemia de la historia de la humanidad: 200 millones de muertos
Obras galantes
No resulta extraño que por la época surgieran varias obras ‘galantes’ cuyo mensaje podría resumirse en “hacedlo, hacedlo, que el mundo se acaba”. Entre 1351 y 1353 escribía Giovanni Boccaccio (1313-1375) ‘El Decamerón’. Con el precedente de diversos brotes de las más diversas plagas, en unos tiempos donde la higiene no parecía lo primordial, y durante los que (entre el 1330 y el 1343) Juan Ruiz (1283-1350), el arcipreste de Hita, confeccionaba ‘El libro del buen amor’.
La bacteria ‘Yersinia pestis’, la responsable de las pestes bubónica, pulmonar y septicémica, se extendió con notoria rapidez por Europa y África. En España, diversos escritos consignan como junio el mes en que descargaba su tétrico equipaje en tierras valencianas. En ese clima, hay pesimismo pero se necesita optimismo. De todas las versiones de nuestra historia, incluida la de la boda, parece que lo más propio es la visita a moribundos.
En primavera de 1346 la peste negra (peste bubónica en concreto) llegó a tierras valencianas
El río estacional
Uno de los ramales más recurrentes nos lleva al párroco de Alboraia repartiendo viáticos (para que comulguen enfermos y agonizantes) y extremas unciones un 10 de junio. Lo habían llamado para atender en Almàssera a un morisco (árabe convertido a la fuerza) moribundo (algunas fuentes incluso le dan nombre, Hassan-Ardá), quizá un judío (hasta 1492 no arribará la dramática expulsión de estos, y entre 1569 y 1613 la de los moriscos).
La caída de las formas consagradas es obvio dónde sucedió: para llegar a Almàssera hay que cruzar el Carraixet, ese barranco que, en régimen de ‘uadi’ o ‘wadi’ (cauce de caudal estacional), a veces puede cruzarse a pie enjuto y otras mejor no intentarlo. Entre adelfares y cañas comunes, aquel año el Carraixet no era el Riu Sec que bautizase tal cual Jaume I (1208-1276).
Este año se celebra el 675 aniversario de un ‘milagro’ que al menos sirvió para animar a la población
Torrenteras y discípulos
Por la época, y más ante una torrentera que solía permanece seca buena parte del año, lo suyo no eran los puentes; y aquel día, según coinciden muchas versiones, lo que tocaba era crecida. No debió de ser inmensa como para tragarse al religioso, pero sí con la suficiente abundancia como para que trastabillara y, al caer, las ostias cayeran al agua.
Y ahora viene lo de los peces, tres según la tradición alboraier, dos para la almasserí. Bueno, aquí pueden señalarse, según recogen muchos autores, las semejanzas entre ‘discipuli’ (discípulos) y ‘pisciculi’ (pececillos), o los pescados como símbolo de abundancia (el milagro de la multiplicación de los panes y los peces). O a lo mejor es más sencillo.
Pescadores de almas
Recurriendo a los referentes bíblicos, los apóstoles Andrés, Felipe, Juan, Pedro y Santiago eran pescadores, en el ‘Nuevo Testamento’ se alude muchas veces a lo de ser “pescador de almas”. Y el cristianismo adoptó las figuras del pez (solo), de los pescados (como en canasta) o junto al pan. Incluso usó la palabra griega ‘ichthys’ (pez) o ‘ichthus’ como anagrama (Iesous Christos Theou Yios Soter: Jesus, Cristo, Hijo de Dios, Salvador).
Los pececillos de la historia encajaban perfectamente. Para conmemorarlo, en la desembocadura del Carraixet se construía entre 1901 y 1907 la ermita del Miracle, complementada en 1959 con la Font dels Peixets. Pero esto ya es en la costa, en un pequeño oasis de un litoral punteado por edificios y aparcamiento para caravanas. Y huerta, por donde germinaron la chufa, traída por los árabes, y un buen puñado de buenas y grandes historias.